Socialismo y nacionalismo
La resoluci¨®n de las tensiones entre el PSC y el PSOE requiere clarificar el proyecto socialista de Espa?a
Choques entre el PSOE y el PSC como el registrado el 26 de febrero en la votaci¨®n en las Cortes de una moci¨®n sobre una consulta a la ciudadan¨ªa en Catalu?a acerca de su pertenencia al Estado espa?ol son a menudo presentadas ante la opini¨®n p¨²blica espa?ola como una fastidiosa consecuencia de la existencia del nacionalismo catal¨¢n. Y en parte es obvio que es as¨ª. Pero es solo una parte de la ecuaci¨®n. Si el nacionalismo catal¨¢n no existiera, no habr¨ªa problemas entre el PSOE y el PSC. Claro. Tan claro como que tampoco los habr¨ªa si no existiera el nacionalismo espa?olista.
En Europa y fuera de ella, todos los partidos socialistas son nacionales y, en consecuencia, son inevitablemente nacionalistas en alguna medida. Le ocurre al PS franc¨¦s y a la socialdemocracia alemana. Y al socialismo portugu¨¦s igual que al PSOE y al PSC. Esa es la realidad. Sin embargo, el socialismo es un movimiento que naci¨® internacionalista y ha de serlo siempre si quiere mantener una elemental coherencia con sus postulados.
La dial¨¦ctica entre ser a la vez nacional e internacionalista ha dado lugar a enconados debates en el movimiento socialista en los dos siglos pasados y ha sido tambi¨¦n de dif¨ªcil gesti¨®n en estados plurinacionales como el espa?ol, donde las tensiones m¨¢s o menos graves entre nacionalidades colocan en no pocas ocasiones a los socialistas de una u otra naci¨®n en posiciones enfrentadas.
Una de las particularidades de la pol¨ªtica espa?ola radica en que el nacionalismo dominante en ella, que es transversal a sus grandes partidos, se niega a reconocerse a s¨ª mismo expl¨ªcitamente como tal y aspira a reducir la realidad plurinacional a la categor¨ªa de variedades regionales. Le empuja a ello la elemental obviedad de que reconocerla equivaldr¨ªa a admitir el fracaso en la construcci¨®n de su idea de naci¨®n espa?ola, que hasta ahora ha comprendido siempre entre otras cosas una uniformizaci¨®n bajo par¨¢metros culturales castellanos y el dominio exclusivo de los aparatos centrales del Estado.
El discurso nacional espa?ol de los grandes partidos es un mero eco del nacionalismo anterior, con el aderezo de la aceptaci¨®n de la democracia por la derecha
El contenido ideol¨®gico del nacionalismo espa?olista est¨¢ fuertemente marcado por d¨¦cadas de hegemon¨ªa del nacionalcatolicismo franquista y el falangismo. Su renovaci¨®n es, probablemente, una de las tareas pendientes m¨¢s importantes a llevar a cabo por las generaciones socializadas en ¨¦l. No abordarla conduce a situaciones tan penosas como la actual, en las que personalidades pol¨ªticas que expresan estos contenidos, a veces sin darse cuenta, se dedican a denostar al nacionalismo catal¨¢n como si solo este fuera la encarnaci¨®n del mal. Pero hace ya mucho tiempo que el anticatalanismo apareci¨® como uno de los contenidos de la ideolog¨ªa de masas del nacionalismo espa?olista, y quienes recurren a este argumento lo que muestran es, en realidad, una matriz ideol¨®gica de la que, por lo menos en algunos casos, deber¨ªan avergonzarse.
Hubo hace unos a?os un intento de renovar los contenidos del nacionalismo espa?olista cuando el PP se fij¨® en el patriotismo constitucional que se predicaba en Alemania como fruto, precisamente, de la necesidad de llenar el vac¨ªo dejado por la vampirizaci¨®n del nacionalismo alem¨¢n por el nazismo. Aquel intento del PP qued¨® en nada. Desde entonces, el discurso nacional espa?ol de los grandes partidos es un mero eco del nacionalismo anterior, con el aderezo de la aceptaci¨®n de la democracia por la derecha y la invocaci¨®n del federalismo por parte del PSOE, que tambi¨¦n reduce la plurinacionalidad a simple variedad regional..
La primera condici¨®n para superar las tensiones nacionalistas en Espa?a es el reconocimiento de la realidad, es llamar a las cosas por su nombre. No sorprende que el actual presidente del Gobierno y l¨ªder del PP, que se niega a reconocer incluso que su tesorero ha sido su tesorero durante d¨¦cadas, no se le ocurra otra idea ante el conflicto nacionalista que le ha estallado con Catalu?a que tratarlo por v¨ªa judicial. Lo que, en su caso, equivale a negar la realidad. Los socialistas, en cambio, deber¨ªan arriesgarse a ir al fondo de la cuesti¨®n y plantearse qu¨¦ proyectos de naci¨®n sirven y qu¨¦ modelos de estado plurinacional son viables. No hacerlo implica asumir la hegemon¨ªa de un nacionalismo con contenido pol¨ªtico-ideol¨®gico infumable tanto para el PSOE como para el PSC. Es de agradecer, por tanto, que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba y Pere Navarro mantuvieran sus posiciones el 26 de febrero. Porque en ambos casos supone asumir la realidad.
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