Una ¡®miurada¡¯ dif¨ªcil y muy dura de pelar
Solo Roble?o, con un sobrero de Valdefresno, pudo lucir algo
Cinco toros de Miura muy duros de pelar y un sobrero de Valdefresno, algo manejable y un tratado de mansedumbre tambi¨¦n. Una corrida de Miura decimon¨®nica, de las que ya no se llevan. De pelea, de lucha sin cuartel, del primero al sexto. Ninguno se dej¨® dar un lance de salida, ni de entrada, y en la muleta fueron listos, enterados. Echaron cornadas al aire y desarrollaron el cl¨¢sico sentido de la casa. Fiel a la leyenda, en fin. Y con una cuota notable de mansedumbre. El Miura m¨¢s ovacionado de salida fue el segundo, precioso c¨¢rdeno calcetero que levant¨® un clamor, pero que a la segunda carrera dej¨® ver que de cuartos traseros estaba hecho unos zorros. Dos veces entr¨® al caballo, mas no le sirvi¨® de nada porque volvi¨® por donde hab¨ªa salido.
Rafaelillo, experto en estas guerras, sorte¨® como pudo los derrotes al aire de su primero, que siempre con la cara arriba aprendi¨® antes de lo debido y le busc¨® las cosquillas al torero murciano. Pero por mucha tela que hab¨ªa por cortar, Rafaelillo es mucho Rafaelillo en estos trances. Tir¨® de oficio el torero y, contra viento y marea, gobern¨® la situaci¨®n como si tal cosa.
Miura, Valdefresno / Rafaelillo, Roble?o, Casta?o
Cinco toros de Miura y uno de Valdefresno, que sali¨® en sustituci¨®n del segundo titular devuelto por cojo. Muy bien presentados. Ofensivos de cara y con cuajo. Dif¨ªciles y enterados en el ¨²ltimo tercio los titulares. El sobrero, manse¨® y acabo refugiado en tablas.
Rafaelillo: m¨¢s de media y cuatro descabellos (silencio); buena estocada sin puntilla (saludos).
Fernando Roble?o: -aviso- estocada desprendida (saludos); tres pinchazos, casi entera tendida ¨Caviso-, dos descabellos, media estocada a paso de banderilla y descabello (silencio).
Javier Casta?o: dos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y media tendida (silencio).
Plaza de Valencia, 13 de marzo. 5? de Fallas. Casi media entrada.
Al cuarto lo recibi¨® con una larga de rodillas en el tercio. Vista como iba la pel¨ªcula, al toro le pegaron bien y duro en varas. Tampoco sirvi¨® de mucho. El de Miura cumpli¨® con su papel y tir¨® cornadas al aire, buscador de lo que se escond¨ªa detr¨¢s de la muleta. Rafaelillo prob¨® por ambos pitones y utiliz¨® las dos manos con una esgrima habilidosa. Insisti¨® tanto por la derecha como por la izquierda, y fue capaz incluso de robarle al toro medios muletazos que parec¨ªa imposible. Toro y torero se buscaron los puntos d¨¦biles, pero la iniciativa siempre fue del murciano. Parec¨ªa que Rafaelillo iba a ganar el combate a los puntos; fue por ko. Una gran estocada sin puntilla dej¨® a al miure?o a los pies de las mulillas.
Fernando Roble?o mat¨® el sobrero de Valdefresno lidiado en segundo lugar. El toro ya dej¨® entrever su mansedumbre en varas, tomando la primera del picador de puerta. Roble?o se dobl¨® con ¨¦l de inicio y se lo llev¨® a los medios con torer¨ªa. Una vez all¨ª lo tore¨® en redondo sobre la derecha, en semic¨ªrculo, enroscado el toro a su cintura. Muy bien llevado y toreado. Cambiada la muleta de mano, la historia tom¨® otro signo. Por ah¨ª el toro ya no tuvo entrega y comenz¨® a mirar de reojo las tablas. De nuevo con la derecha, Roble?o volvi¨® a lucir muy compuesto. Pero el toro, que ten¨ªa fecha de caducidad, ya no disimul¨® su mansedumbre y se march¨® directamente a refugiarse en tablas. Un mundo le cost¨® a Roble?¨® igualar. Aculado el toro en toriles, pegado a las tablas, el de Valdefresno lo puso cada vez m¨¢s complicado. Un aviso lleg¨® antes de que Roble?o lograra meter la espada y acabar con el manso.
El ¨²nico Miura que mat¨® Roble?o, el quinto, tambi¨¦n fue bien servido por el picador de turno. En banderillas ech¨® la cara a las nubes y derrot¨®. As¨ª, de tal guisa, lleg¨® a la muleta. Ni por un pit¨®n ni por otro. Por los dos lados el toro cort¨® cualquier intento del torero y tambi¨¦n huy¨® hacia tablas. Despu¨¦s de tres pinchazos, que no hicieron mella, el toro se puso a barbear tablas y Roble?o las pas¨® moradas para entrar a matar. Un toro manso. Y duro.
Javier Casta?o quiso convertir al tercero de la tarde en toro-espect¨¢culo. Le hizo ir al caballo desde el mismo platillo y el toro se arranc¨® de largo para contento del personal, que pensaba que algo memorable podr¨ªa ocurrir despu¨¦s. Esas carreras a tanta distancia quedaron en globo pinchado porque el toro no se emple¨® ninguna de las veces. Otro saco de derrotes llevaba ese toro guardado. Para colmo, un remolino de viento se sum¨® al problema y Casta?o combin¨® sus intenciones por una y otra mano. Est¨¦ril esfuerzo.
El sexto Miura se derrumb¨® en varas y falt¨® poco para no regresar a los corrales. Una vez en la muleta no tard¨® en descubrir aviesas intenciones. Al paso, con la cara alta, intent¨® a colarse por donde no deb¨ªa y desarroll¨® sentido. Casta?o sorte¨® el envite con tanta voluntad como frustraci¨®n.
En los dos toros de Casta?o se vivieron los momentos m¨¢s brillantes y luminosos de la tarde: cuatro excepcionales pares de David Adalid, que banderille¨® los dos astados, y uno de Fernando S¨¢nchez al sexto. Algo es algo.
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