El ¨²ltimo d¨ªa de una falla centenaria
Guillem Sorolla-Recaredo, en el barrio de Velluters, se disuelve tras 125 a?os
Un gran n¨²mero 125 corona la modesta falla de la comisi¨®n de Guillem Sorolla-Recaredo en el barrio del Pilar (Valencia). Este a?o cumple 125 a?os y, aunque eso es motivo de alegr¨ªa, su monumento se ha convertido en cenizas al mismo tiempo que la propia comisi¨®n. La crisis econ¨®mica, la falta de falleros y el abandono que dicen sentir por parte de la Junta Central les han condenado a una asfixia que ya no pueden soportar ni un solo ejercicio m¨¢s. ?El principal problema? El econ¨®mico.
¡°El IVA del artista, el alquiler del casal, el IVA trimestral del casal¡ y todos los ingresos salen de las cuotas del fallero. No hacemos loter¨ªa para no obligar. Hay quien lleva mucho tiempo en el paro y se va quitando gastos. Y el primero es la falla¡±, cuenta Josep Nebot (35 a?os), el secretario de la comisi¨®n, mirando el fuego de una torr¨¤.
De los 42 integrantes de esta peque?a falla, solo dos siguen viviendo en el barrio. Massamagrell, Benifai¨®, Manises... todos viven lejos de esta falla, aunque es f¨¢cil comprender por qu¨¦ siguen viniendo aqu¨ª. ¡°?Porque es de la familia! Cuando nac¨ª mis padres ya eran falleros. Y ellos lo eran porque tambi¨¦n lo eran mis abuelos. Y ahora mi mujer y mis hijos lo son¡±, dice Nebot. La comisi¨®n est¨¢ compuesta por cuatro familias que siguen ah¨ª desde hace m¨¢s de un siglo.
Pau (ocho meses), golpea la mesa con sus manitas esperando recibir la siguiente cucharada de papilla. Su hermano Josep (siete a?os) juega con dos falleras de su edad. El relevo generacional est¨¢ garantizado. El problema de esta falla no es el envejecimiento, sino la despoblaci¨®n. No tienen carpa, ni discom¨®vil, ni banda de m¨²sica, a la que solo contratan para actos puntuales. Con la falla del Pilar al lado, que atrae a muchos m¨¢s falleros, las comisiones peque?as quedan relegadas al ¨²ltimo puesto en la lista de opciones de los nuevos falleros.
La crisis y la falta de apoyos asfixian a las peque?as comisiones de barrio
¡°Hemos intentado darle un aire nuevo. Empezamos con los falleros de honor y dejamos de hacerlo porque la gente no quer¨ªa colaborar. Hicimos alguna fiesta y nos preocupamos por mover un poco esto. Y vas un poco m¨¢s all¨¢ y se te ocurre pedir tu tramo de calle y poner un mercadillo...¡±, explica Nebot. En fallas, las calles se llenan de churrer¨ªas, puestos de ferias medievales o carromatos que venden c¨®cteles. ¡°Pero todo son problemas¡±, apostilla. Nebot se queja de que la burocracia del Ayuntamiento les ha impedido poner uno de esos puestos, pese a que el vendedor estaba interesado
La comisi¨®n de la falla Guillem Sorolla-Recaredo dice sentirse desamparada por la Junta Central Fallera, m¨¢ximo ¨®rgano de coordinaci¨®n de la fiesta. ¡°Cuando ¨¦ramos solo nueve falleras para salir en la ofrenda, si sal¨ªamos en filas de cinco, como es obligatorio, solo ten¨ªamos dos filas de chicas. Hablamos con Junta para pedirles salir en tres filas de tres para que no quedara tan peque?o el desfile y nos dijeron que no. Que si hac¨ªamos eso nos atuvi¨¦semos a las consecuencias¡±. Y esto hace mella en el ¨¢nimo: ¡°Yo comprendo que si vas sumando retrasos de fallas grandes que alargan 10 minutos su paso se acumula un gran retraso. Pero es que estamos hablando de nueve falleras¡¡±.
¡°Acabamos despareciendo porque a la Junta Central de da igual¡±
La falta de apoyos en el barrio afecta a la moral de los falleros. ¡°Al lado de la falla, hay una residencia de ancianos. Los primeros a?os de estar abierta, entr¨¢bamos con la banda de m¨²sica al volver de la ofrenda y toc¨¢bamos dentro para tener un detalle con los abuelos. A los dos a?os, vemos un d¨ªa que se abre la puerta y empiezan a salir abuelos con bandas hechas por ellos mismos. Y de repente viene una banda de m¨²sica enorme: La falla de al lado, que tiene dinero, les hab¨ªa ofrecido la banda para sacar a los abuelos en pasacalle¡±, explica Josep Nebot.
¡°Estas fallas acaban desapareciendo porque al Ayuntamiento les da igual, a Junta Central Fallera, les da igual... y yo lo entiendo, porque los turistas no vienen a ver mi falla. Pero esto es como el f¨²tbol: el Madrid y el Bar?a ganan las ligas, pero no las habr¨ªa si no fuera por toda la diversidad de equipos¡±, refiere Nebot. Aunque las dificultades han obligado a convertir la falla en un recuerdo, a los falleros mantienen su dignidad: ¡°Si nos toca cerrar a nosotros, podemos estar orgullosos de ser los que hemos resistido hasta el final¡±.
Un local cargado de recuerdos
La primera falla que plant¨® Guillem Sorolla-Recaredo en 1888 representaba a tres pescadores en un humedal que podr¨ªa perfectamente ser L¡¯Albufera de Valencia. Subidos a una peana, y probablemente vestidos con ropa de tela, como era com¨²n en la ¨¦poca, la falla era un monumento muy sencillo.
Rosario es la fallera m¨¢s antigua de la comisi¨®n. Es fallera desde que naci¨®, hace 67 a?os. Su hija y ella son las ¨²nicas que viven en el barrio y para ella el casal es un lugar de encuentro, un lugar donde no sentirse sola. Asegura que tras la disoluci¨®n de la comisi¨®n no se apuntar¨¢ a otra falla porque la que le importa es la suya.
El casal es un bajo austero con una cocina. No es el primero que tuvo la falla, pero a este se le tiene cari?o. ¡°Este local estaba abandonado. Era una imprenta que llevaba 10 a?os cerrada y nosotros mismos arreglamos el interior¡±, cuenta Josep Nebot, de 35 a?os. ¡°El techo del casal es de segunda mano. Hab¨ªa un local que cerraba, un gimnasio, y fuimos a desmontar el techo. Bajamos las placas con cuidado y entre el que es obrero, el que es electricista y la ayuda de todos, lo pusimos¡±, cuenta divertido.
Paqui, de 60 a?os, recuerda con cari?o c¨®mo hace cerca de 30 a?os las mujeres se vistieron con los trajes de fallero de los hombres y ellos con los vestidos de sus mujeres y salieron de esa guisa a hacer un pasacalles. Pepi, de 64 a?os, recuerda que, aunque era complicado, consigui¨® peinarles de fallera y ponerles los rodetes de las mujeres.
Desde hace m¨¢s de 15 a?os, las falleras de Guillem-Sorolla Recaredo dejan su peinado en manos de Pepi y suben a casa de Rosario a vestirse todas juntas antes de salir hacia la ofrenda. Este es el ¨²ltimo a?o que han podido hacerlo.
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