?Identif¨ªquense!
Los recortes no son tan s¨®lo cosa de salarios y servicios p¨²blicos, sino tambi¨¦n de libertades
D¨ªa soleado y ventoso de marzo. Valencia en Fallas. Quedan a¨²n tres horas para que explote la masclet¨¢. Es ¡°la hora del almuerzo¡±, una pr¨¢ctica social y oficinesca con tendencia a desaparecer por la precariedad del empleo y los recortes que han vaciado los bolsillos de buena parte de trabajadores y ex trabajadores. Quinto y Fabio, dos ciudadanos de mediana edad acaban de tomar un bocado. Son hermanos y de cuando en cuando se juntan para almorzar y hablar de sus cosas. Tienen suerte y lo saben, pues, ambos tienen empleo. Caminan a paso normal entre guiris y transe¨²ntes; Fabio para dirigirse a su domicilio, unas calles m¨¢s abajo, Quinto de vuelta a su trabajo, en una oficina del centro. De pronto, un potente ronroneo les hace detenerse. Dos motos pilotadas por polic¨ªas uniformados les cierran el paso. Desconcertados se preguntan:
-- ?Que infracci¨®n habremos cometido?
No son polic¨ªas locales, ni han cometido infracci¨®n alguna. Son agentes de la polic¨ªa nacional, la polic¨ªa del Estado, con todo su equipo reglamentario.
-- ?Identif¨ªquense!, les conmina uno de ellos, tras echar pie a tierra, mientras el otro, erguido como un poste, les vigila con mirada chulesca y desafiante. Los mozos, no se mueven.
-- ?A ver, los DNI!, ladra el uniformao que lleva la iniciativa.
T¨ªmidamente Quinto y Fabio, pillados in fraganti de qui¨¦n sabe qu¨¦ -Bueno, piensan, lo sabr¨¢n los polis-, se ven entregando sus documentos al agente de la autoridad que pide -por l¨ªnea interna- confirmaci¨®n de las identidades.
Quinto inicia una t¨ªmida pregunta, pero la prepotente mueca del poli le impone silencio. Por fin, tras diez minutos de ¡°cierros y cortos¡±, de mensajes guturales, el agente con gesto en¨¦rgico les devuelve, sin m¨¢s explicaciones, los carnets y masculla un:
-- ?Prosigan, prosigan!
Quinto recoge los carnets y le entrega el suyo a Fabio, que por fin ha recibido una somera excusa del agente que los manten¨ªa a raya, que intenta justificar la ¡°intervenci¨®n¡±. Se trata -les dice- de un ¡°operativo¡± nuevo. S¨ª, eso les dice, de un operativo del Ministerio de Justicia que les autoriza a retener, a interpelar indiscriminadamente a los ciudadanos. Pura fuerza bruta. ?Puede un ciudadano ser retenido en plena calle e interrogado, sin que haya raz¨®n precisa para hacerlo? En un reciente partido de f¨²tbol, por mor de la seguridad (santa palabra), la dotaci¨®n policial triplic¨® la habitual para estos eventos. En las fallas 2013, la separaci¨®n entre el p¨²blico y el balc¨®n del Ayuntamiento (?la casa de todos los valencianos?) ha aumentado. El Consistorio tiene el acceso a sus dependencias cada vez m¨¢s restringido; la instituci¨®n se aleja cada vez m¨¢s de la ciudadan¨ªa. Una lejan¨ªa, unos procedimientos que son s¨ªntoma del retroceso democr¨¢tico, y es que los recortes, no son tan s¨®lo cosa de salarios y servicios p¨²blicos, sino tambi¨¦n de las m¨¢s elementales libertades. ?Qu¨¦ miedo tienen?
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