La estrella se divierte

Ya se sabe, todo es relativo. El resultado de una velada musical puede depender de las expectativas que haya despertado en cada espectador, y a su vez ¨¦stas est¨¢n en buena medida inducidas por el relumbr¨®n de los nombres puestos en escena. Si se dice Thom Yorke, el inquieto l¨ªder de Radiohead, artista que quiere convencer de que es posible ser estrella mundial esquivando la groser¨ªa comercial, las expectativas se disparan. Pues bien, se dijo Thom Yorke a medias, ya que el m¨²sico actuaba bajo el paraguas de Atoms For Peace, su proyecto de superbanda ajeno a Radiohead. A¨²n con todo expectativas altas, incluso sabi¨¦ndose que la banda no comparec¨ªa al completo, ya que faltaban Flea (Red Hot Chili Peppers) al bajo, el bater¨ªa y las guitarras: vamos, faltaba el grupo. Atoms quedaba as¨ª plasmado en formato electr¨®nico y set de directo a cuatro manos, dos en realidad, las de Nigel Godrich. ?Resultado? Depende, como dec¨ªa aquel.

No, no es que el concierto no pudiese ser juzgado en t¨¦rminos absolutos, es que si ese mismo set tiene otros nombres, se ubica en un contexto m¨¢s an¨®nimo y carece de aspiraciones m¨¢s all¨¢ de su propia mismidad, la ¨²nica actuaci¨®n en Espa?a de Atoms For Peace hubiese resultado apa?ada, sin m¨¢s. M¨²sica electr¨®nica sin aspiraciones, ejecutada con cierto aseo, con una sonorizaci¨®n que al menos en su primer tramo, pongamos media hora, tuvo un sonido muy cuestionable, por no decir directamente de walkman, y con una duraci¨®n excesiva para el ritmo y los cl¨ªmax repartidos en l¨®gica pop, no electr¨®nica, a lo largo de sus casi 120 minutos. Pero d¨¢base el caso que no era un cualquiera quien estaba en escena, sino el artista que parece no aceptar l¨ªmites a su creatividad, Thom Yorke.

Puestas as¨ª las cosas, el viaje dist¨® mucho del tama?o de las alforjas. En un terreno que puede colindar con Four Tet, James Blake o Darkstar entre otros; es decir una electr¨®nica de texturas y ritmos angulosos que no amaga su vocaci¨®n mel¨®dica, salm¨®dica en el caso de Yorke y Atoms For Peace, los resultados del set fueron bastante humildes. Las texturas apenas se distingu¨ªan por la groser¨ªa del sonido; las transiciones entre piezas parec¨ªan haber sido suturadas no con hilo sino con maromas; la duraci¨®n de los temas, engordados de forma artificial por un desarrollo de sesi¨®n electr¨®nica, restaba inter¨¦s a los mismos y la actitud de Yorke, mucho m¨¢s expansivo que con Radiohead, como si Atoms For Peace le liberase de la desaz¨®n emocional que padece cuando canta con Radiohead, le acercaban m¨¢s en lo gestual a David Guetta que a Richie Hawtin ¨Cpaseillos por escena para ser aplaudido, bailoteo expansivo, sonrisas simpaticonas, saludos etc-. ?Fue entonces un desastre?. No, tampoco, las piezas de su ¨²nico disco m¨¢s el a?adido de algunas de su disco en solitario como Black swan o Harrowdown hill, resultan al menos estimables y gusten o disgusten tienen una arquitectura respetable. ?Que lastr¨® entonces el set?, por otra parte con visuales resultones, pues la ineludible sensaci¨®n de que aquello, aquella noche, no pasaba de un divertimento de estrella.

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