Turismo idiom¨¢tico
Esta actividad se desarrolla exitosamente en tres tipos de entorno y Castell¨®n no est¨¢ entre ellos
Leo, estupefacto, que el consejero de Econom¨ªa, el se?or Buch, se propone promocionar el ¡°turismo idiom¨¢tico¡± en Castell¨®n aprovechando que, seg¨²n ¨¦l, existe un nicho de mercado. Hombre, ?qu¨¦ m¨¢s quisiera yo! La cosa est¨¢ tan achuchada, sobre todo en Castell¨®n, donde el hundimiento de la cer¨¢mica ha causado estragos, que cualquier ayuda vendr¨ªa bien. El problema es que ¡ªsospecho¡ª los infinitos asesores ¨¢ulicos y bien pagados (lo segundo suele garantizar lo primero) que, sin duda, lo rodean, le han informado muy mal. Mire, Sr. Buch, el turismo idiom¨¢tico, con el que imagino que se refiere a la ense?anza del espa?ol como segunda lengua, se desarrolla exitosamente en tres tipos de entorno. Primero: en las megal¨®polis, en Madrid y en Barcelona, pero solo en estas ciudades, porque constituyen la referencia urbana, cultural y econ¨®mica de Espa?a. Por la misma raz¨®n que Vd. se ir¨ªa a Pek¨ªn o a Shanghai si quisiese estudiar chino, los extranjeros que necesitan el espa?ol como herramienta de trabajo vienen a nuestras dos ciudades de referencia. Existen numerosos programas gestionados por muchas universidades, sobre todo por la de Alcal¨¢, en Madrid, y por la de Barcelona, as¨ª como por instituciones privadas. Segundo: en ciudades monumentales de tama?o medio, con universidades centenarias y una larga tradici¨®n en este campo. Las eligen los estudiantes que van a pasar un semestre o m¨¢s porque pueden entablar relaciones ¡ªidiom¨¢ticas y de amistad¡ª con sus colegas de la universidad al tiempo que asisten a alguno de sus cursos. Es la especialidad de Granada y, sobre todo, de Salamanca. Si una ciudad no es destino tur¨ªstico obligado, m¨¢s le vale olvidarse de esta senda. El tercer nicho de mercado, como dice usted, lo constituyen ciertas zonas mediterr¨¢neas en las que se establecen numerosos jubilados del norte y del centro de Europa, los cuales desean iniciarse en la lengua espa?ola o perfeccionarla.
Es lo que sucede en Mallorca, en la Costa Blanca alicantina y en la Costa del Sol malague?a. Supongo que es ah¨ª donde ve una oportunidad para Castell¨®n. Por desgracia, el orden de las cosas es exactamente el contrario al que desear¨ªamos: comienza con que miles y miles de jubilados instalan su residencia en Espa?a, luego se agrupan en guetos idiom¨¢ticos y finalmente, tras tomar conciencia de las limitaciones que les supone el desconocimiento ling¨¹¨ªstico del pa¨ªs, se plantean la necesidad de aprender el idioma, con lo que empiezan a surgir como setas academias por doquier. En la Comunidad Valenciana esto ocurre hace muchos a?os en la Costa Blanca ¡ªy bien que se han aprovechado de ello en Alicante¡ª, pero que yo sepa no ha sucedido en Castell¨®n, cuyo turismo de segunda residencia, hoy por hoy, es b¨¢sicamente espa?ol.
No quiero cerrar estas reflexiones con un jarro de agua fr¨ªa. Aunque no me entusiasma la costosa man¨ªa de las ciudades (de la luz, de las lenguas, de la ilusi¨®n¡) promovidas desde el gobierno auton¨®mico, comprendo que algo hay que hacer para salir de nuestra penosa automoribundia. Ya que el tema de este art¨ªculo son las lenguas, yo le dir¨ªa que Castell¨®n re¨²ne las condiciones necesarias para albergar un instituto dedicado al fomento del pluriling¨¹ismo en Espa?a y en Europa, algo de lo que andamos muy necesitados. Pero seguramente a usted no le interese, porque en su partido parecen resignados a mirar hacia el pasado y no hacia el futuro. ?O me equivoco?
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