De escraches y otros escarnios olvidados
La facilidad con la que algunos pol¨ªticos se refieren al nazismo revela ligereza y desconocimiento
Hace unos d¨ªas le¨ª un art¨ªculo del periodista ??igo S¨¢ez de Ugarte sobre la ignorancia de los pol¨ªticos espa?oles al comparar cualquier asunto de pol¨ªtica dom¨¦stica con el nazismo. Totalmente de acuerdo. A esos pol¨ªticos habr¨ªa que someterlos a cursillos acelerados de Holocausto y ocupaci¨®n nazi, eso sin contar con otros no menos intensivos sobre las correr¨ªas antijud¨ªas y anticomunistas durante el gobierno de Adolf Hitler. No s¨¦ si esas clases bastar¨ªan para llenar las inquietantes lagunas hist¨®ricas de nuestros representantes, pero me resisto a creer que ninguno haya le¨ªdo nunca algo sobre ese terrible periodo. De haberlo hecho, no se entiende muy bien que semejante comparaci¨®n les brote con tanta espontaneidad.
Se podr¨ªa editar un libro sobre esta cuesti¨®n. Pero si no hay libros, hay hemerotecas. Yo recuerdo en una de ellas las declaraciones del exalcalde de La Coru?a Francisco V¨¢zquez, comparando la ley de inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica (votada democr¨¢ticamente y por no pocos votantes socialistas catalanes) con las persecuciones nazis, demostrando con ello su absoluta ignorancia de la naturaleza del nazismo y del significado sociol¨®gico y pedag¨®gico de la ley, incluso del significado literal de la palabra persecuci¨®n, tanta era su ignorancia. En la misma l¨ªnea de sabidur¨ªa hist¨®rica se mov¨ªan Esperanza Aguirre y el presidente de la Junta de Extremadura Rodr¨ªguez Ibarra. Me duele recordar, en esta estela de desgraciadas comparaciones, al Nobel Jos¨¦ Saramago igualar los asentamientos de colonos israel¨ªes (con todo lo que ello repugna) con los campos de exterminio nazi. Hasta que llegaron los llamados escraches, esa discutible forma de asedio a los representantes pol¨ªticos antes sus domicilios particulares.
Soy por naturaleza enemigo de todo tipo de escarnio p¨²blico. Si tengo que pronunciarme entre apoyar a los que gritaban ofensivamente a Isabel Pantoja y defender a la tonadillera ante los energ¨²menos, me decanto por ¨¦sta. Voy a recordar a los lectores un caso ignominioso de escarnio p¨²blico (o escrache disimulado) pagado con nuestros impuestos. Sucedi¨® en nuestra televisi¨®n p¨²blica. Fue en un talk-show de muchas risas (en vivo) y burlas que hizo furor. Se titulaba ¡°Persones humanes¡± y lo presentaba Miquel Calzada. El objeto de escarnio fue la infanta Elena. De la imagen de esa chica llorando a moco tendido durante el desfile de la representaci¨®n espa?ola en los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, se hizo esa desafortunada noche uso y abuso, tal vez como cruel puching ball para descargar la adrenalina antimon¨¢rquica que planeaba por el plat¨®, incluido el novelista Quim Monz¨®.
No creo que tuviera que ser uno mon¨¢rquico para entender que ese escarnio demostraba hasta qu¨¦ punto somos capaces de almacenar tanto mal gusto en tan pocos minutos. Adem¨¢s, me pareci¨® que, dado que la infanta no da la medida de lo que la mayor¨ªa exige como canon de belleza femenina, la befa aument¨® hasta l¨ªmites vergonzantes. Por cierto, que en d¨ªas posteriores no le¨ª ni escuch¨¦ a ninguna feminista repulsar el triste asunto. Para m¨ª ese d¨ªa no fue el m¨¢s feliz de mi pertenencia a la especie humana.
Preferir¨ªa que los escraches no existieran, aunque tampoco que existieran los desahucios. La se?ora De Cospedal, erre que erre, insiste en el hiriente s¨ªmil. Tampoco me gustan las pol¨ªticas de la se?ora Merkel, pero mucho menos su recurrente y peligrosa caricatura con el bigotito hitleriano. Puestos a comparar con cierta verosimilitud: esos jovencitos neonazis apaleando parejas gays por las po¨¦ticas calles de Par¨ªs.
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