Can Ricart y Can Batll¨®
Dos maneras de afrontar proyectos de transformaci¨®n urbana: el de la frustraci¨®n frente a la esperanza
Si Can Ricart en el Poblenou se convirti¨® en el 2005 en emblema de la lucha por el patrimonio industrial y por decidir el programa de usos, el posterior proceso de Can Batll¨®, el otro gran conjunto fabril que se mantiene en Barcelona, ha sido muy distinto. Hace bastantes a?os se estableci¨® un pacto posibilista entre el Ayuntamiento y los vecinos y vecinas de La Bordeta: se sacrificaba el patrimonio arquitect¨®nico a cambio de que los equipamientos pendientes desde el Pla Comarcal se realizaran all¨ª. Ello se concret¨® en aceptar la operaci¨®n de viviendas de la inmobiliaria Gaudir, propiedad de los herederos del due?o de Can Batll¨®, Julio Mu?oz Ramonet. Parte de las plusval¨ªas de la promoci¨®n de lujosas torres ajardinadas, estrat¨¦gicamente alineadas en el eje-escaparate de la globalizaci¨®n de la Gran V¨ªa, entre el centro y el aeropuerto, iban a servir para financiar parques, equipamientos y viviendas sociales.
Lo que no se previ¨®, en la ¨¦poca del irresponsable optimismo inmobiliario, fue que la aguda crisis lo iba a dejar todo estancado, sin compradores ni fondos para indemnizaciones ni equipamientos. Y ah¨ª empez¨® el camino de reclamaci¨®n de Can Batll¨® para el barrio.
Por lo tanto, tenemos dos procesos comparables: el de Can Ricart como frustraci¨®n y el de Can Batll¨® como esperanza. La diferencia entre ambos radica en la evoluci¨®n de la coyuntura de la crisis y en el distinto momento municipal en el que se han producido. Los actores en el campo de fuerzas son similares: un conjunto fabril del que la propiedad quiere sacar el m¨¢ximo provecho dilapidando su valor arquitect¨®nico; un Ayuntamiento alejado del deseo vecinal y receptivo con los agentes inmobiliarios; y una sociedad cr¨ªtica que reclama usos p¨²blicos.
De la violenta represi¨®n en Can Ricart, incendio incluido, se ha pasado a la ocupaci¨®n pac¨ªfica y festiva de Can Batll¨® y a un? proceso de autogesti¨®n
La reivindicaci¨®n de Can Ricart se produjo en el momento ¨¢lgido de la burbuja inmobiliaria y de las urgencias especulativas, con la crispaci¨®n tras el fracaso del F¨®rum 2004 y con una propiedad que, al final, estuvo dispuesta a negociar con las propuestas vecinales, pero con un Ayuntamiento en decadencia y con un autoritarismo enfermizo que neg¨® cualquier posibilidad de replanteamiento. En Can Ricart confluyeron muchos actores sociales: propietarios, t¨¦cnicos municipales y de la propiedad, empresarios y trabajadores afectados, vecinos e historiadores a favor del patrimonio, okupas, observadores internacionales y fuerzas de orden p¨²blico; se convirti¨® en un aut¨¦ntico espect¨¢culo del conflicto urbano, que ha dado para documentales, tesis y tesinas.
En cambio, la defensa de Can Batll¨®, ya dentro de la crisis, fue planteada por una asociaci¨®n vecinal modesta en sus objetivos, pero bien preparada en el movimiento cooperativo y autoorganizativo. En esta ocasi¨®n se cont¨® con un grupo de t¨¦cnicos j¨®venes, el colectivo LaCol, integrados al barrio y que se fueron amoldando a los procesos y que introdujeron el valor del patrimonio. Una manera de hacer cotidiana, adaptada a la realidad y a las posibilidades del barrio, ha tenido la suerte de tirar adelante. En el momento ¨¢lgido, un d¨ªa antes de la ocupaci¨®n del recinto el 10 de junio de 2011, negociaron las mismas fuerzas ¡ªvecinos, propiedad y ayuntamiento¡ª, con el tel¨®n de fondo de una posible represi¨®n. Pero esta vez la propiedad tuvo que responder a un contexto social m¨¢s empoderado con la eclosi¨®n del movimiento de los indignados, y el Ayuntamiento, en proceso de cambio, acept¨® los hechos consumados y ha indemnizado con creces a los propietarios.
De la violenta represi¨®n en Can Ricart, incendio incluido, se ha pasado a la ocupaci¨®n pac¨ªfica y festiva de Can Batll¨® y a un intenso y ejemplar proceso de autogesti¨®n. De un programa, el de Can Ricart, de usos basado en un equipamiento de lujo, como la Casa de les Lleng¨¹es, se ha pasado a equipamientos necesarios para el barrio, paulatinamente negociados y gestionados. Si Can Ricart es hoy un recinto abandonado y en ruina, aunque est¨¦ declarado BCIN (Bien Cultural de Inter¨¦s Nacional), Can Batll¨® va siendo conquistado y gestionado d¨ªa a d¨ªa por voluntarios, que dan vida a las naves del conjunto, empezando por el bloque 11. Un proceso de participaci¨®n vecinal del que hay que aprender y que el pasado 16 de abril celebr¨® el derribo de los muros que separaban la f¨¢brica del barrio de La Bordeta.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de la ETSAB-UPC
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.