La sombra del objeto
El 15-M es un 'trademark' sentimental, intelectual y pol¨ªtico variable, dif¨ªcil de ser descrito por una cultura acostumbrada a describir la realidad a trav¨¦s de las declaraciones que hacen sus ¨¦lites
En 2011, la prensa tard¨® semanas en describir y en ponerle nombre al 15-M. Es preciso se?alar que antes del nombre de indignados ¡ªnombre hoy en desuso; ya s¨®lo est¨¢n en fase de indignaci¨®n las nuevas incorporaciones al movimiento¡ª, se ensayaron otros menos lucidos, como radicales, antisistema, y los violentos,ese pozo sem¨¢ntico en el que, cuando ca¨ªas, pumba, ya no te sacaba ni el se?or Roca. Esta lentitud de reflejos orienta sobre la dificultad de describir el fen¨®meno. Para describir el fen¨®meno, en fin, deb¨ªas alejarte ¡ªo, incluso, destruir¡ª, los marcos culturales de la democracia espa?ola, encaminados a tachar como patol¨®gico ¡ªes decir, como radical, antisistema, violento, o tonto-del-bote¡ª, cualquier cr¨ªtica a su funcionamiento. Dos a?os despu¨¦s, y tras una ruptura cultural llamativa, las descripciones del 15-M son m¨¢s ¨¢giles. Pero a¨²n adolecen de un vicio severo: esperar que el 15-M se aproxime a la descripci¨®n de un partido. Algo que es poco probable que pase.
El 15-M es, as¨ª, un trademark sentimental, intelectual y pol¨ªtico variable, no homog¨¦neo, que carece de centro, por lo que es dif¨ªcil de ser descrito por una cultura acostumbrada a describir la realidad a trav¨¦s de las declaraciones que hacen sus ¨¦lites a un micr¨®fono, desde el centro. Quiz¨¢s sea m¨¢s f¨¢cil describirlo a trav¨¦s de su sombra. Que empieza a ser tan alargada que dibuja un fen¨®meno hist¨®rico. Su sombra es esa ruptura cultural aludida, que ha alejado al lenguaje period¨ªstico del gubernamental, de manera que las instituciones se han visto desprovistas de su aureola. As¨ª, amplias capas de la sociedad han podido leer en el caso B¨¢rcenas, en el caso Urdangar¨ªn y en la cosa Corinna, un problema estructural. Tambi¨¦n ha privado a las instituciones de su dominio sobre las agendas: su sombra es un presidente de Gobierno que habla desde un plasma, o un president de la Generalitat que habla de un proceso de independencia, pero que no puede pisar amplias zonas de su pa¨ªs, como todos sus colegios y hospitales p¨²blicos. Su sombra es la inexistencia en las sociedades peninsulares de una opci¨®n autoritaria, como en Francia o Grecia, pa¨ªses en los que pakis, marroqu¨ªes y rostros p¨¢lidos no han tenido la oportunidad de evitar el desahucio de una ecuatoriana. Su sombra es la existencia de un programa horizontal ¡ªla defensa de la democracia y el bienestar frente a un Estado que ha priorizado, por encima de esos dos objetos, el pago de Deuda y determinar qui¨¦n debe hacerlo¡ª, que ha unido diferentes targets de ciudadan¨ªa con intereses dispares, como lo son un m¨¦dico con segunda residencia, el personal de limpieza de un hospital, y sus pacientes. Su sombra es que, en los hospitales, en los colegios, en los geri¨¢tricos abandonados por el Estado, y en los que se siguen ofreciendo servicios no contemplados por presupuestos, se est¨¢ distinguiendo entre lo estatal y lo p¨²blico, prefigur¨¢ndose una idea nueva: lo com¨²n. Su sombra es la Obra Social de la PAH -y de otros grupos-, que ha asumido funciones de Estado, como el desarrollo de amplias zonas del Bienestar, en lo que es -y me temo que ning¨²n pol¨ªtico lo ha entendido-, un proceso constituyente. Su sombra es que la c¨²pula de Bankia -es decir, la c¨²pula financiera y pol¨ªtica espa?ola- vaya a juicio, algo inaudito en una cultura pol¨ªtica fundada en la direcci¨®n contraria. Su sombra es la visualizaci¨®n de un sistema pol¨ªtico estancado, que no puede asumir ni una ILP tibia, moderada. Su sombra es el auge del cooperativismo, y de nuevas formas de cr¨¦dito, tambi¨¦n cooperativista. Su sombra es la experimentaci¨®n con las nuevas tecnolog¨ªas, que ha ampliado las posibilidades de la democracia, frente a un R¨¦gimen que ya no puede ofrecer programas diferenciados, por lo que s¨®lo ofrece representaci¨®n.
Su determina muchas cosas de la cotidianidad, e indica un objeto extra?o de ver y de ser descrito. Pero debe de ser descomunal, pues los pol¨ªticos lo tienen m¨¢s presente de lo que quer¨ªan.
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