La Trapa: una bella historia en riesgo
Un espacio propio, una conquista social, territorio de 80 hect¨¢reas en custodia desde que en 1980 fue salvado por cientos de "accionistas"
El camino m¨¢s corto para llegar a la Trapa obliga a caminar 50 minutos desde Sant Elm. Es un conf¨ªn de Mallorca al que no se llega sobre ruedas ni por su costa, acantilada. Par¨¦ntesis en la selva de piedras de Tramontana, ventana ante Sa Dragonera. Dos iconos contra la destrucci¨®n. El libro Hist¨°ries de la Serra, con poderosas fotos de Gabriel Lacomba, es un inventario id¨ªlico de este Amazonas.
La traves¨ªa a la Trapa es el viaje, una excursi¨®n dura hasta el placer de pisar en un espacio propio, una conquista social. 15.000 ciudadanos al a?o sienten la llamada de este territorio de 80 hect¨¢reas, en custodia civil, desde que 1980 result¨® salvado de la urbanizaci¨®n por una expresi¨®n concreta de un compromiso civil.
La malla de Amics de la Trapa adquiri¨® la finca, piedra a piedra, con venta de acciones, subastas, conciertos y camisetas. La solidaridad naci¨® de la llamada del GOB (Grupo de Ornitolog¨ªa y Defensa de la Naturaleza de Baleares) y la ayuda de entidades internacionales: WWF, International Found for Monuments, Comit¨¦ Suizo de Protecci¨®n de las Aves, Sociedad Zool¨®gica de Francfort). El Nobel Camilo J. Cela don¨® cerca dos cuarteradas no edificables.
En la ¨¦poca, los isle?os pioneros del micromecenazgo aportaban cuotas para alzar repetidores y ver TV-3, tener una radio propia, escuelas cooperativas en catal¨¢n, una revista o adquirir obra gr¨¢fica de ediciones de 6A.
La Trapa naci¨® con los monjes franceses de la orden que buscaron un refugio, un ¨¢mbito cerca del cielo y en soledad. Huyeron a Mallorca en 1810 por la revoluci¨®n anticlerical y Napole¨®n, que les expuls¨®. En esa di¨¢spora, un can¨®nigo de Albi, entre misales y casullas, trajo a Felanitx un alambique y moderniz¨® el negocio de destilar aguardientes. Los 40 frailes del ¨¦xodo crearon su pa¨ªs agr¨ªcola, conquistaron su tierra, crearon otro paisaje, fundaron su monasterio. Naci¨® un huerto en el valle seco, abrieron minas de agua y levantaron bancales. En tres d¨¦cadas lleg¨® la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal, su exclusi¨®n y otra fuga.
El Estado incaut¨® la finca y la vendi¨®. El ¨²ltimo propietario, Pep Casasayas, de can Fresquet, abogado y primer presidente del GOB, traductor al catal¨¢n de El Quijote, pens¨® urbanizar aquellas tierras brav¨ªas, 104 cuarteradas en el sistema local de decir la propiedad.
Era y es Andratx un anfiteatro marino, pastel del urbanismo salvaje. Casasayas toc¨® la puerta de los ecologistas y en colecta heroica ¨¦stos lograron cubrir el precio: 150.000 euros, en participaciones desde 600. Cientos, miles son due?os en comuna del primer espacio privado autoprotegido. En una subasta se reunieron 60.000 euros, con un grabado de Mir¨® de tir¨®n. Diandra Douglas, en una reuni¨®n con ricos, aport¨® 50.000.
La bella historia pasa ahora penurias. La reserva biol¨®gica, ejemplo de gesti¨®n y protecci¨®n en resistencia, ha perdido casi todos los proyectos y subvenciones. Siguen sus voluntarios, arma para la educaci¨®n ambiental. Los campamentos han creado afici¨®n. La Cruz Roja, Proyecto Home, Menores, Instituciones Penitenciarias han trabajado all¨ª.
La Trapa no cuenta con las inyecciones p¨²blicas y privadas que daban vida m¨ªnima y alentaban la compleja rehabilitaci¨®n. Se perdieron las ayudas del Consell de Mallorca, que iba a restaurar el monasterio en ruina para su ruta de refugios; el Gobierno balear y el Ayuntamiento de Palma cortaron l¨ªneas y relaciones, la Fundaci¨®n Sa Nostra se extingui¨®, igual que la obra social de la CAM; La Caixa da sus patrocinios ambientales al Gobierno.
Las entidades internacionales y fundaciones han sido exprimidas; queda una ayuda de la estatal Fundaci¨®n Biodiversidad (23.000 euros a?o). La fundaci¨®n Santander con Antonio Esc¨¢mez fue af¨ªn, como TUI, y Preneal del vecino Eduardo Merig¨® y la fundaci¨®n Avina del potentado suizo de S¡¯Alqueria, Stephan Schmidheiny.
Bajo los pe?ascos, entre ruinas, all¨ª hay un pay¨¦s educador en Joan Juan. ?nico empleado, ha reducido a la mitad su salario y su te¨®rica jornada. Explica la necesidad de salvar la aventura, una flor en un espacio asolado por el olvido, la sed y las llamas.
La Trapa cumplimenta a las aves. Los frutos de la siembra y de 250 ¨¢rboles son un reservorio para alimentar miles de p¨¢jaros que emigran y retornan. Es su ¨²ltima estaci¨®n entre ?frica y Europa.
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