El ¨²ltimo cigarro de C¨¢diz
El anuncio de cierre de la f¨¢brica gaditana de tabacos Altadis entierra parte fundamental de la historia industrial y cultural de la ciudad
Eran los noventa. El patio del colegio La Inmaculada. En el cielo se ve¨ªa el humo. Y mientras los ni?os hac¨ªan fila para entrar en clase llegaba el olor. El olor del tabaco que sal¨ªa de una chimenea no muy lejos de all¨ª. La mayor¨ªa se tapaba la nariz con las manos. Muchos protestaban. Otros se re¨ªan y hac¨ªan bromas. Pero, de pronto, se escuchaba el reproche de un hijo orgulloso para detener las burlas. ¡°All¨ª trabaja mi madre¡±. Altadis ha anunciado esta semana que echa el cerrojo a su enorme factor¨ªa de tabacos de C¨¢diz. Y eso ha disparado los recuerdos. Los de los j¨®venes que compartieron un patio con olor a tabaco. Los de los veteranos que recuerdan la f¨¢brica anterior, la de la calle Plocia. La ciudad pierde una industria. Tambi¨¦n otro s¨ªmbolo de lo que fue.
C¨¢diz se erigi¨® como la ciudad de enlace del tabaco entre Am¨¦rica y Europa. El profesor titular de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de C¨¢diz, Jos¨¦ Marchena, sit¨²a a finales del siglo XVII el nacimiento de las primeras producciones de tabaco en la ciudad. ¡°C¨¢diz ten¨ªa una tradici¨®n comercial innegable. Era la puerta de entrada de Am¨¦rica y hab¨ªa una especial relaci¨®n con las Antillas, desde donde ven¨ªa la mayor¨ªa del tabaco¡±. No fue hasta 1741 cuando Felipe V fund¨® la Real F¨¢brica de Tabacos de C¨¢diz. Pas¨® por varias sedes hasta quedarse en la calle Plocia, donde su chimenea era el referente de esa producci¨®n emergente.
La industria tabaquera se va a cerrar con la cifra m¨¢s baja de trabajadores de toda su historia. Arranc¨® con un centenar de operarios. Seg¨²n Marchena la f¨¢brica lleg¨® a tener en el siglo XIX hasta 3.500 trabajadores. Fue su momento ¨¢lgido. Entr¨® en el siglo XX con 2.000. Y, desde entonces, no ha hecho m¨¢s que acumular despidos. La privatizaci¨®n en los a?os noventa fue la puntilla. ¡°Desde entonces sab¨ªamos que esto iba a ocurrir m¨¢s tarde o m¨¢s temprano¡±, explica Carmen P¨¦rez, hist¨®rica dirigente sindical.
La f¨¢brica gaditana fue pionera. ¡°Aqu¨ª se forj¨® un perfil de trabajadora, el de la cigarrera, que despu¨¦s fue un icono. C¨¢diz fue el modelo que despu¨¦s se traslad¨® a Sevilla y dio origen al mito de Carmen¡±, se?ala el historiador. La tabaquera fue un espacio de dignificaci¨®n de la mujer. ¡°Por primera vez se les consideraba independientes y autosuficientes. Se volv¨ªan solventes en un mundo que les ofrec¨ªa pocas oportunidades¡±, a?ade el profesor. La mayor¨ªa eran mujeres. ¡°Fue una cuesti¨®n econ¨®mica. Cobraban menos¡±, destaca Marchena. El actual presidente del comit¨¦, Jos¨¦ Luis Mar¨ªn, atribuye el cierre de la f¨¢brica gaditana a la apertura de otra en Polonia, donde los operarios cobrar¨¢n cuatro veces menos. ¡°Es una deslocalizaci¨®n¡±, sostiene.
Muchas de esas cigarreras acud¨ªan a su puesto de trabajo con su propia silla. Los puestos se daban en herencia de madres e hijas. Un oficio que continuaba por generaciones. La Guerra Civil no detuvo la actividad aunque s¨ª la dificult¨® porque escaseaba la materia prima. Pero hasta en la posguerra hubo cartillas de racionamiento que garantizaban un n¨²mero m¨ªnimo de cigarrillos. Ya por entonces la f¨¢brica funcionaba con maquinaria el¨¦ctrica. Tambi¨¦n en esto la de C¨¢diz fue pionera y se export¨® su modelo de producci¨®n.
Pero pocas ten¨ªan la esencia de la gaditana. En pleno barrio de Santa Mar¨ªa, las cigarreras se hicieron con esas calles. Viv¨ªan en sus casas, compraban en sus tiendas, acud¨ªan al m¨¦dico en su centro de salud, se encerraban en las noches de protesta, se manifestaban en los d¨ªas de huelga. ¡°Estaban adosadas a C¨¢diz. Potenciaron un casticismo, un folclore. La exaltaci¨®n a las cigarreras est¨¢ en el carnaval, en el flamenco, en la est¨¦tica, en esp¨ªritu de coraje, dignidad, y valent¨ªa. Son C¨¢diz¡±, sentencia el profesor Marchena.
El miedo al vac¨ªo
?Qu¨¦ hacer con 153.000 metros cuadrados que quedar¨¢n vac¨ªos en C¨¢diz? En una ciudad sin suelo se antoja un lujo. La compa?¨ªa ha explicado que su intenci¨®n es vender pero, como no se espera comprador, mantendr¨¢ la f¨¢brica cerrada. Los trabajadores quieren hacer un almac¨¦n y el Ayuntamiento dice que no recalificar¨¢ los suelos. La Junta propone buscar usos que creen empleo.
Y ahora eso se acaba. Fue desapareciendo desde 1985 cuando la f¨¢brica de la calle Plocia fue cerrada y reconvertida en Palacio de Congresos. Las cigarreras se marcharon a una zona industrial a la entrada de la ciudad y vivieron all¨ª la privatizaci¨®n de Tabacalera y la suma de varias regulaciones de empleo. Aquella f¨¢brica que ahora se cierra se present¨® hace 28 a?os como el mayor complejo tabaquero de Europa. A¨²n desde all¨ª, tan lejos de la calle Plocia, segu¨ªa manteniendo el ansia industrial de C¨¢diz y el orgullo de un hijo que reivindicaba la f¨¢brica de su madre cuando ol¨ªa a tabaco en el patio de su colegio.
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