El entusiamo vence a la nostalgia en el nuevo recinto del S¨®nar
La sede diurna del festival en la Fira de Montju?c cautiva con sus amplios espacios
Hay hierba, hay sombra, hay m¨²sica, hay cerveza, hay tecnolog¨ªa abracadabrante, pero sobre todo hay mucho, much¨ªsimo espacio. A ver c¨®mo se llena. El traslado del S¨®nar D¨ªa, la oferta diurna del popular festival internacional de m¨²sicas avanzadas, desde el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) y el vecino Museo de Arte Contempor¨¢neo (Macba) a una enorme zona de la Fira en Montju?c se ha traducido en un aumento tremendo, sensacional, de las dimensiones del evento. El cambio de escala es estratosf¨¦rico. El S¨®nar de D¨ªa se acerca en tama?o al S¨®nar de noche, al que se hermana adem¨¢s en est¨¦tica industrial. De los ambientes recoletos e intrincados del CCCB y el Macba hemos pasado a extensiones dignas del cinemascope. Y es verdad que algunos al tratar de alcanzar las barras del SonarVillage (el espacio central al aire libre, en la plaza del Univers, rodeado de pabellones) y su promesa de l¨ªquido frescor piensan en Horizontes Lejanos.
Este mediod¨ªa adem¨¢s, poco despu¨¦s de la apertura oficial, ca¨ªa una soleada que provocaba visiones, m¨¢s a¨²n si la combinabas con tecno puls¨¢til y los chupitos de tequila (3,5 euros) que son una de las ofertas de los conspicuos bares. Un pu?ado de j¨®venes se autoinmolaban al sol danzando frente al escenario, en uno de cuyos laterales, estilo tribuna del Politbur¨®, pinchaba una dj. Si yo fuera su madre les hubiera recomendado ponerse gorra. Dios en su sabidur¨ªa ha querido que no lo fuera. Uno llevaba falda combinada con camiseta imperio de la que brotaban tatuajes empapados en sudor. Es pensar lo que les queda de festival y se te hace como un dolor en la tripa. El que hab¨ªa cazado al vuelo lo que requer¨ªa la situaci¨®n era un individuo orondo que se tocaba sin recato alguno con una gran pamela. De nuevo resulta dif¨ªcil dilucidar tendencias de moda en el S¨®nar: cuando crees que has pescado una aparece un tipo con camisa de cuadros que m¨¢s que al grunge remite a Hemingway en avatar pescador, con gorra de b¨¦sibol, bermudas y deportivas negras con calcetines blancos. Junto a ¨¦l, otro compon¨ªa un pleonasmo con la inscripci¨®n de su camiseta: ¡°Blinded by Youth¡±.
Si el espacio principal que es el S¨®nar Village presenta las dimensiones ¨Cy el c¨¦sped- de un campo de f¨²tbol, el segundo gran lugar musical, el SonarHall semeja la idea que tendr¨ªa Tarantino del F¨¹hrerbunker . Tras atravesar grandes espacios de cemento que sugieren un parking o eso, el b¨²nker de la Canciller¨ªa, se llega una sala inmensa y alt¨ªsima tapizada con pesados cortinajes rojos. Est¨¢ alfombrada tambi¨¦n de c¨¦sped artificial y en su extremo se encuentra el escenario. En cuanto al SonarD?me, el escenario de Red Bull, se encuentra en una segunda planta, tambi¨¦n enorme, a la que se accede por unas enga?osas escaleras mec¨¢nias ¨Cluego hay que bajar por las escaleras-. Lo dicho: ?pobres piernas!
Se ha perdido pedigr¨ª cultural, per se ha ganado en habitabilidad
Tras recorrer pormenorizadamente, con notable esfuerzo de piernas, todos los espacios que componen el nuevo S¨®nar D¨ªa surge una evidencia: esto exige estar en forma. Un ejemplo: desplazarse entre dos zonas de sombra en la pradera sint¨¦tica del SonarVillage requiri¨® a este enviado especial a la m¨²sica avanzada cincuenta largos pasos sorteando adem¨¢s cuerpos dispersos e incluso en una ocasi¨®n salt¨¢ndolos. Los tres grandes parasoles del SonarVillage, que semejan inmensas velas de kite surf, arrojan una sombra eficiente bajo la que pasa una brisa reconfortante y regeneradora.
En medio del prado se alza a manera de poblado watusi defendido con paredes de ca?izos una zona VIP. Dentro (!) uno puede encaramarse a unas plataformas para espiar lo que ocurre fuera y, en caso de hacer falta, organizar una defensa estilo Rorke¡¯s Drift. La plaza del Univers ha quedado flanqueada de puestos de comida a precios no precisamente populares y de merchandaising. Se han instalado ¨¢reas de mesas tipo parque Yellowstone. Hay tanto surtidor de cerveza que un extraterrestre podr¨ªa creer que estamos en una extensi¨®n de la Oktoberfest de Munich. En un acceso de profesionalidad investigu¨¦ la suerte de la escultura del Forjador, de Llimona, que adorna la plaza y que parece haber desaparecido. Est¨¢ oculta bajo un cubo publicitario. Al viejo trabajador le habr¨ªa gustado no perderse la fiesta.
El SonarHall semeja la idea que tendr¨ªa Tarantino del F¨¹rerbunker
Los accesos al gran recinto son amplios. Hay much¨ªsima gente trabajando en la organizaci¨®n. La zona del S¨®nar + D, ¡°laboratorio para el futuro de la creatividad y la tecnolog¨ªa¡±, que ocupa varias plantas de un pabell¨®n (de nuevo el espacio a recorrer es inmenso y requiere cambios de nivel) y recuerda la sentina de una nave nodriza de Encuentros en la tercera fase, est¨¢ llena de sorpresas. Puedes escuchar conferencias de alto calado tecnol¨®gico, sentarte a una mesa a construir ¨Csi te atreves- tu propio sintetizador modular con un kit que te proporcionan o deambular por la el ¨¢rea de instalaciones y casetas de productos y exhibici¨®n de nuevos aparatos, que est¨¢ dividida con cajas de cart¨®n apiladas. Un stand que recrea un laboratorio enloquecido decorado con desechos inform¨¢ticos parece salido de Neuromante. El de Novation atrae a varios curiosos con su minimalismo prometedor: resulta a¨²n no lo han montado. Parece que har¨¢n negocio los de Earproof, que venden tapones de o¨ªdos de dise?o (20 euros) recordando que es un mito que la masturbaci¨®n te deje sordo pero un hecho que la m¨²sica alta puede. La ambulancia discoteca es uno de los iconos de esta edici¨®n: consiste en una vieja Siata de la Cruz Roja para la que diferentes artistas crean loops que reemplazan el estr¨¦pito de la sirena por ¡°un sonido m¨¢s bailable¡±.
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