En el para¨ªso

La Filarm¨®nica de Berl¨ªn es el mayor espect¨¢culo sonoro del mundo. No existe una orquesta m¨¢s perfecta y sus m¨²sicos exhiben sus cualidades con orgullo en cada concierto. De hecho, cada actuaci¨®n de los filarm¨®nicos es un acontecimiento. Por eso se apuntaron un tanto los responsables del Palau al aprovechar un hueco en la apretada agenda del conjunto alem¨¢n, que a?adi¨® a sus cuatro conciertos en Madrid una ¨²nica actuaci¨®n en Barcelona, convertida en la temprana inauguraci¨®n de la temporada 2013-2014 de Palau 100, el ciclo estrella de la programaci¨®n propia del templo modernista barcelon¨¦s.

Concierto de lujo que conlleva un logro hist¨®rico al ser la primera actuaci¨®n del Orfe¨® Catal¨¤ y el Coro de C¨¢mara del Palau de la M¨²sica con la m¨ªtica orquesta alemana. Como maestro de ceremonias actu¨® su director titular, el brit¨¢nico Simon Rattle, que decidi¨® abrir el concierto con el Requiem, op. 48 de Gabriel Faur¨¦, la obra que, a priori, deb¨ªa cerrar la velada al ser la partitura escogida para el debut de los coros del Palau con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Extra?a decisi¨®n, que proporcion¨® a la orquesta el protagonismo que merece, pero que rest¨® emoci¨®n al encuentro. Con los deberes bien hechos y las pilas bien cargadas tras su emocionante debut en el Konzerthaus de Viena - el pasado 21 de junio interpretaron los Gurrelieder, de Schoenberg, bajo la direcci¨®n de Kent Nagano-, los coros del Palau firmaron una de las mejores actuaciones de su reciente historia, hipnotizados por la t¨¦cnica y el carisma de un director que en cada gesto comunica a los int¨¦rpretes el car¨¢cter y la expresividad que debe tener cada pasaje.

Impresionaron las violas, de forma especial, en una secci¨®n de cuerdas d¨²ctil, de sonido c¨¢lido y una perfecci¨®n que no parece de este mundo. Y los coros ofrecieron un canto matizado, de suaves matices e intenso en los momentos de radiante plenitud. Cumplieron los solistas, la soprano Camilla Tilling y el jovenc¨ªsimo bar¨ªtono Andr¨¦ Schuen, pero si hay que buscar instantes m¨¢gicos, la palma se la lleva el delicado In paradisum que, literalmente, nos llev¨® al para¨ªso.

Cosa infrecuente, los coros permanecieron en el escenario en la segunda parte, deleit¨¢ndose, como todos, con la m¨¢s apasionante versi¨®n de la Sinfon¨ªa n¨²m. 2, en do mayor, op. 61 de Robert Schumann que pueda so?arse. Rattle construye el sonido orquestal desde sus m¨¢s cimientos m¨¢s s¨®lidos, con una secci¨®n de contrabajos que act¨²a como motor del conjunto con una potencia arrolladora. Todos se lucieron- las maderas hicieran maravillas en el "Adagio espressivo" y el vigoroso final, de fuerza r¨ªtmica imparable, provoc¨® el entusiasmo del p¨²blico. Pese a la triunfal acogida, Rattle no concedi¨® ni una propina, dej¨¢ndonos a todos con la miel en los labios: teniendo en cuenta que no todos los d¨ªas se puede escuchar a la mejor orquesta del mundo y lo que es peor, que no sabemos lo que tardar¨¢n en volver, se ech¨® en falta una raci¨®n extra de gloria sinf¨®nica.