Canteras de pizarra secan seis kil¨®metros de r¨ªos en Valdeorras
M¨¢s de 3.000 hect¨¢reas de la Serra do Eixo fueron devoradas por el negocio de la losa en medio siglo
El frenes¨ª minero al que se ha subido la Xunta y que ha activado todas las alarmas, no es nuevo. En Valdeorras llevan medio siglo horadando monta?as a las que solo se va a prop¨®sito. M¨¢s de 30 kil¨®metros cuadrados de la Serra do Eixo languidecen convertidos en descomunales escombreras de 400 metros altura. Las explotaciones que exprimen las entra?as de los montes para extraer pizarra ocupan una superficie en la que cabr¨ªa tres veces la ciudad de Vigo. Y la agresi¨®n al medio ambiente es tan may¨²scula que incluso han desaparecido cauces de r¨ªos. El agua se ha esfumado en tres kil¨®metros del Valborr¨¢s, en dos del San Xil y en medio m¨¢s del Casaio. No queda ni gota en varios tramos de estos r¨ªos que hace medio siglo surcaban valles salpicados de robles hasta desembocar en el Sil, 19 kil¨®metros abajo.
El da?o es irrecuperable. La vida animal ha desaparecido y los cauces han sido desviados y entubados en conducciones de hormig¨®n y hierro oxidado que serpentean las monta?as de escombros. El agua discurre por suelos artificiales tan corro¨ªdos que en alg¨²n tramo se aprecian los forjados de hierro empleados en la construcci¨®n de los tubos artificiales. Un agua de todo menos incolora. Las empresas utilizan los r¨ªos como desag¨¹es a los que vierten residuos que los ti?en de gris, azul o naranja. Incluso algunas rocas han mudado su color hasta tal punto que aparentan haber sido rociadas con azufre.
Los ¨²ltimos dos kil¨®metros del r¨ªo San Xil han sido desviados a trav¨¦s de conductos oxidados. El cauce natural est¨¢ ocupado por una enorme mina a cielo abierto que ha devorado la mitad del monte y el agua discurre entubada artificialmente por un lateral de la explotaci¨®n. La naturaleza se empe?a en seguir su curso y en varias zonas de la excavaci¨®n se aprecian grandes surgencias y filtraciones. El San Xil reaparece de la nada en los ¨²ltimos metros del primitivo cauce. Justo al lado, la transmutada confluencia del Valborr¨¢s y el San Xil destapa una aleaci¨®n de aguas grises y ferruginosas que discurren por el Casaio hasta un embalse a 400 metros de la desembocadura en el Sil, donde el agua estancada muda a tonos verdes y azules el¨¦ctricos.
Pero el destrozo no parece suficiente y los empresarios reclaman m¨¢s. Hace un a?o planteaban al presidente de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Mi?o-Sil, Francisco Mar¨ªn, ¡°desviar m¨¢s cauces para acoger escombros¡±. Y seg¨²n un portavoz, Mar¨ªn ¡°se mostr¨® receptivo¡± a la idea. La patronal de los pizarreros gallegos ha declinado realizar declaraciones y derivan cualquier consulta a la confederaci¨®n, que matiza que ¡°habr¨¢ que estudiar caso por caso, valorando la afecci¨®n medioambiental¡±. Fuentes del sector aseguran desconocer la existencia de tramos secos y defienden los desv¨ªos porque ¡°cumplen la normativa exigida para depositar escombros junto a las zonas de extracci¨®n¡±. La opacidad que rodea los vertidos es casi tan oscura como la pizarra. Resulta imposible acceder a informaci¨®n actualizada, pero un documento interno de la Confederaci¨®n del Norte detallaba hace tres lustros c¨®mo 28 pizarreras vert¨ªan sin control 450.000 metros c¨²bicos al a?o de residuos industriales al Casaio solo en el municipio de Carballeda.
Las canteras lo avasallan todo. Una pared de escombros de 300 metros de altura amenaza con engullir la capilla de San Cosme. Los restos que las excavadoras vierten sin control ladera abajo est¨¢n a solo 15 metros de la puerta del templo y el 10 de septiembre los vecinos de la aldea de Casoio celebrar¨¢n una romer¨ªa a la que ya no va casi nadie. ¡°Antes iba gente de varios pueblos y todos com¨ªamos junto al r¨ªo. Ahora somos cuatro gatos porque no queremos tragar polvo toda la tarde¡± afirma una vecina en la puerta del bar. Los que la rodean asienten con la cabeza. En la zona, otras dos capillas con actividad sobreviven en medio de los cascotes.
Tras cinco d¨¦cadas, todos han aprendido a vivir rodeados de camiones, vertederos, aguas contaminadas y un molesto polvo gris que lo cubre todo. Un polvo que impregna casas, ¨¢rboles, v¨ªas y huertas. Cualquier cosa situada al aire libre no superar¨ªa la prueba del algod¨®n. Todos miden sus palabras al mil¨ªmetro cuando se les pregunta por el destrozo. ¡°Si vais buscando el r¨ªo, poco vais a ver porque ya no queda nada. Hay que trabajar en algo¡± exclama una vecina. ¡°Comenc¨¦ a trabajar en los setenta en las pizarreras y recuerdo bien las bandadas de p¨¢jaros. Ahora no se ven¡± asiente su marido. La mayor¨ªa aqu¨ª tienen relaci¨®n con la pizarra.
A Casaio de Suso, una aldea sin cartel enclavada en una escarpada ladera junto una cantera, se llega a duras penas por una pista a medio asfaltar. Se intuye vida humana gracias a la ropa tendida y tapada por un pl¨¢stico en el patio de una casa. Al pararse no se oye nada propio de un pueblo de monta?a. No hay p¨¢jaros, animales dom¨¦sticos, chicharras o insecto alguno. Solo se escucha el rugir de m¨¢quinas picando piedra. Por los 18 kil¨®metros de carretera que recorren el valle hasta esta aldea ¨²nicamente circulan camiones con grandes bloques, todoterrenos con logotipos de empresa, autobuses y furgonetas cargados de empleados y alg¨²n que otro turismo de alta gama con los cristales tintados. Por aqu¨ª ni patrulla la Guardia Civil.
¡°Fan¨¢ticos¡± en la Xunta
Los intereses cruzados torpedean casi cualquier actuaci¨®n a favor del medio ambiente debido al impacto econ¨®mico generado por las canteras. En 2002, la Xunta inici¨® la tramitaci¨®n del Plan de Ordenaci¨®n de Recursos Naturales de Pena Trevinca. Once a?os despu¨¦s no ha sido aprobado y en esta longeva traves¨ªa administrativa, la empresa Pizarras San Gil lleg¨® a presentar un recurso contencioso-administrativo (desestimado por el TSXG) en el que acusaba a este plan de ser "un claro ejemplo de visi¨®n estrecha y fan¨¢tica por la conservaci¨®n a toda costa".
Valdeorras produce actualmente la mitad de la pizarra que consume el planeta. Las canteras, ubicadas en su mayor¨ªa en suelo r¨²stico de protecci¨®n forestal, solo aprovechan un 4% del material que extraen y cada a?o acumulan millones de toneladas de residuos. La Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) denuncia que 12 hect¨¢reas protegidas por un LIC (lugar de importancia comunitaria) y una ZEPA (zona de especial protecci¨®n de aves) han sido destruidas. Esta asociaci¨®n ha reclamado en varias ocasiones ante la Conseller¨ªa de Medio Ambiente que "cese la destrucci¨®n y se reponga la legalidad". Nunca ha obtenido respuesta. La ¨²ltima demanda fue presentada hace nueve meses y la administraci¨®n tampoco contest¨®. Ahora apuntan hacia la UE. La SGHN reclam¨® la semana pasada al comisario europeo de Medio Ambiente, Janez Potocnik, que sancione al Gobierno gallego por el incumplimiento de cuatro directivas que regulan la conservaci¨®n de h¨¢bitats, aves, agua y acceso p¨²blico a la informaci¨®n medioambiental. Las minas saltan incluso l¨ªmites. En Castilla y Le¨®n otros 15 kil¨®metros cuadrados han sido convertidos en escombreras que siguen casi al mil¨ªmetro la raya imaginaria que separa ambas comunidades.
La Ley del Suelo de 2002 coloc¨® a estas canteras al margen de la legalidad, as¨ª que a partir de 2007 se llev¨® a cabo un proceso de legalizaci¨®n masiva mediante la Ley de Ordenaci¨®n de la Miner¨ªa impulsada por el bipartito. En 2008, el entonces l¨ªder de la oposici¨®n, Alberto N¨²?ez Feij¨®o, propuso "legalizar de golpe todas las pizarreras para generar confianza en el sector". Posteriormente, sucesivas resoluciones de la Xunta y el Ayuntamiento de Carballeda regularizaron 60 explotaciones en este municipio gobernado por el PP. Y eso a pesar de que la mayor¨ªa incumplen el pacto ambiental que obliga a restituir los terrenos invadidos y que resulta muy beneficioso para las empresas, ya que el 80% de la actuaci¨®n se paga con fondos p¨²blicos.
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