Las dos caras de Knopfler
El p¨²blico solo responde cuando el guitarrista recurre a los viejos temas de Dire Straits
Todas las grandes estrellas del rock tienen un pasado y cargan con ¨¦l all¨¢ donde vayan. Normalmente les gusta y lo aceptan aunque sus caminos discurran ya por terrenos distantes. El problema surge en el momento de compaginar esa disparidad sobre un escenario. Y m¨¢s cuando su p¨²blico, los seguidores de toda la vida, sigue aferrado a ese pasado porque sencillamente era el suyo. Dif¨ªcil problema, tanto que a veces no tiene soluci¨®n. No la tiene, por ejemplo, en el caso de Mark Knopfler.
?El escoc¨¦s afronta el problema de cara y lo mezcla todo sin compasi¨®n, pero el p¨²blico solo responde cuando el cantante y guitarrista recurre a los viejos temas de Dire Straits o se adentra por el blues m¨¢s b¨¢sico. Y no es culpa del p¨²blico, Knopfler se lo pone dif¨ªcil dando excesivos bandazos y alargando demasiado sus incursiones en melod¨ªas celtas que, al final, acaban cansando.
MARK KNOPFLER
Poble Espanyol
Barcelona, 25 de julio.
As¨ª sucedi¨® en una plaza mayor del Poble Espanyol barcelon¨¦s abarrotada de un p¨²blico sofocado por el calor y la humedad. Knopfler comenz¨® en ese terreno celta que ahora parece interesarle rodeado de violines, flautas y hasta una gaita irlandesa. Bonito para empezar pero fr¨ªo para el ambiente. Cuando la cosa parec¨ªa decaer, las primeras notas de Romeo & Juliet pusieron en pie de guerra a las m¨¢s de 5.500 personas que invocaron el esp¨ªritu de Dire Straits con una gran ovaci¨®n y repitiendo con Knopfler alguno de los versos de la canci¨®n.
Si el guitarrista se hubiera mantenido en ese tono aquello pod¨ªa haber sido el delirio, pero Knopfler se empe?¨® en ense?ar su otra cara, que es la suya m¨¢s actual, y fue mezclando largos y cansinos temas celtas con alg¨²n blues de espl¨¦ndida factura. Su dominio de la guitarra mantuvo la velada a flote junto a un grupo potente (que inclu¨ªa a su colega de Dire Straits Guy Fletcher) pasando del tr¨ªo blusero al octeto celta sin soluci¨®n de continuidad. Sus solos sin p¨²a, sus dedos como acariciando las cuerdas con naturalidad, mantuvieron al p¨²blico pendiente del escenario esperando que pasara algo. Y pas¨® en la recta final cuando Knopfler se deleit¨®, y deleit¨® al personal, con una larga y enrevesada versi¨®n de Telegraph Road. Por segunda vez, el recuerdo de Dire Straits levantaba el concierto hasta las nubes. Y ya no baj¨® porque en los bises tanto So far away como el esperado Going Home volaron muy alto. No cab¨ªa duda: el p¨²blico estaba all¨ª para o¨ªr a Dire Straits.
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