Sigue siendo el rey
Elvis Costello se mostr¨® euf¨®rico, en¨¦rgico, divertido, l¨²cido, comunicativo y sensible en el concierto ofrecido en el Circo Price
Hay que ser buen fisonomista para deducir que el caballero de atuendo oscuro que embruj¨® el Price la noche del s¨¢bado bordea los 59 veranos. Aquel hombre estiloso de sombrero y sempiternas gafas negras de pasta se mostr¨® euf¨®rico, en¨¦rgico, divertido, l¨²cido, comunicativo y sensible cual jovenzuelo. Desgran¨® 22 canciones sin respiro ni racaneo, encantado de que 2.066 pares de ojos le auscultaran cada acorde. Cant¨® She y Episode of blonde entre el p¨²blico de la pista, seduciendo hasta a su sombra. Y solo le frenaron las demenciales imposiciones municipales, que obligan a silenciar el Price a las 23.30. Ni la pobre Cenicienta padeci¨® tan severas restricciones horarias.
Costello se disculp¨® con gesto de impotencia y pas¨¢ndose el ¨ªndice por el cuello, pero en los 115 minutos que pudimos disfrutarlo exhibi¨® un poder¨ªo insultante. Elvis sigue siendo el rey y no tiene el menor inter¨¦s por la abdicaci¨®n: tras avalar 36 a?os de actividad discogr¨¢fica enciclop¨¦dica, en septiembre nos emplaza para un ¨¢lbum junto a la banda de hip hop The Roots.
En la gira actual, Declan MacManus est¨¢ exento de presentar nuevo disco, as¨ª que picotea en un cancionero incesante desde 1977. Y puesto que jam¨¢s repite el repertorio, los costell¨®logos han de acreditar buena memoria. El s¨¢bado, por ejemplo, la primera balada fue Either side of the same town, con la voz del de Liverpool m¨¢s quebrada y vibrante que nunca. Y la versi¨®n sorprendente de la velada fue Walkin¡¯ my baby back home, popular en la voz de Nat King Cole y merecedora de una dedicatoria a sus mellizos: ¡°Quiero pensar que a estas horas ya estar¨¢n de vuelta en el hotel, jugando a las cartas y ech¨¢ndose un cigarro¡±. La misma broma que la madre de las criaturas, Diana Krall, hab¨ªa formulado un par de d¨ªas antes.
Hasta el brusco interruptus municipal, Costello tuvo tiempo de ponerse sensual (My all time doll, con Diana en mente, claro), jamaicano (Watching the detectives), funky (la inagotable Everyday I write the book) o nost¨¢lgico y casi jazz¨ªstico con Jimmy standing in the rain. Pero nada mejor que esa avalancha final de new wave gamberra que integraron Oliver¡¯s army, I don¡¯t want to go to Chelsea, Pump it up y Peace, love and understanding, con la inmensa balada I want you abras¨¢ndonos entre medias. A?adan la hermosa dedicatoria a las v¨ªctimas del Alvia en Stations of the Cross y el resultado es un concierto inmenso. Al menos hasta que lo permiti¨® la autoridad.
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