De gourmand a gourmet
Aurelio Prada no est¨¢ interesado en el mero hecho de la alimentaci¨®n. Disfruta con el mismo, lo estudia, lo analiza, lo critica
Aurelio Prada, natural de Ponferrada, educador y empresario, es sujeto pasivo de la gastronom¨ªa. Esto es, consumidor final, como somos todos en ese inmenso campo de las actividades que procuran nuestra alimentaci¨®n. As¨ª asumimos pagar el coste que corresponde por cada hito del largo y complejo proceso que permite a los humanos comer y beber. Pagamos por el milagro de que una m¨ªsera pepita se convierta en un tomate o que un huevo se transforme en un fais¨¢n.
Pagamos porque esos productos se recojan, se limpien, se empaqueten y se distribuyan. Y desde luego, pagamos porque se nos presenten estos bienes aptos para ser consumidos, sirviendo a su fin primigenio que es el de alimentar. Pero tambi¨¦n, por supuesto ¨Cy ¨¦ste es el objeto de nuestra historia- porque se nos sirvan de forma acompasada a nuestros gustos y placeres, que en absoluto son contrarios o contradictorios con los anteriormente expuestos.
A algunos mortales les interesa el mero acto de la alimentaci¨®n, pero a otros, como Prada, no. Existen algunas muy notables diferencias entre los otros innominados comensales y ¨¦l: a Aurelio le satisface el hecho de su alimentaci¨®n, disfruta con el mismo, lo estudia, lo analiza, lo critica. Y luego emite su veredicto: me gusta, no me gusta, lo ingerido estaba fuerte de sabor, flojo, soso, salado, falto de comino o sobrado de perejil.
Algunas personas, como la que aqu¨ª admiramos, tienen la capacidad sensitiva recrecida, y son capaces de advertir hasta los ¨ªnfimos matices que adornan o destruyen un manjar. Cuando el experto come lo hace a la correcta velocidad y ritmo, o a¨²n superior, y sin embargo es capaz de detectar, al mero paso del bocado por su gaznate, la presencia de tales o cuales ingredientes en el bolo alimenticio que engull¨®.
El gourmet nace y se hace. Es dif¨ªcil ser gourmet sin haber sido gourmand, esto es sin haber sido capaz de trasegar mayores cantidades y m¨¢s diferenciados productos y compuestos que el resto de los humanos. Sin haberse comido, con la sonrisa en la boca, los nidos de unas golondrinas, las aletas de un tibur¨®n, una tortilla de patatas con doce huevos o un metro cuadrado de empanada gallega rellena de lomo de orza. Prada, antes de afinar hasta los l¨ªmites la sutileza palatal, lo hab¨ªa hecho. Es un gourmet.
Y lo es porque tiene la seguridad de que una persona, a despecho de la simple e imprescindible actividad alimenticia, come asumiendo que dicho acto es una fuente de placer: social, cultural, intelectual, cient¨ªfico, art¨ªstico y otros cientos de goces m¨¢s. Como escrib¨ªa Faustino Cord¨®n, el bi¨®logo evolucionista, en su m¨¢s famoso libro, cocinar hizo al hombre. El desarrollo humano se produce cuando pasamos, de comer, a cocinar para comer. Nuestro lenguaje ser¨ªa burdo, gutural, nada sutil, casi inexistente, si nuestros antepasados no se hubiesen vistos obligados a decir: por favor, p¨¢same la sal.
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