Desaf¨ªo a los ¡®abertzales¡¯
Carlos Urquijo, afiliado a AP con 18 a?os, asume entre m¨²ltiples sinsabores su papel de azote del soberanismo
El pr¨®ximo domingo, en los soportales de la parroquia de su pueblo, Llodio (?lava), Carlos Urquijo (1964) encara su en¨¦simo desaf¨ªo pol¨ªtico. El delegado del Gobierno tiene un sitio propio en la mesa de la cofrad¨ªa de Sant Roque. A escasos metros, pero a su espalda, se sentar¨¢ Est¨ªbaliz Gorostiaga, hija del hist¨®rico exalcalde de este pueblo que no ha podido leer este a?o el preg¨®n al atender un juez las razones que le expuso Urquijo. Pablo Gorostiaga cumple condena por colaborar con el entramado de ETA seg¨²n la sentencia del sumario 18/98.
Urquijo entiende como un deber p¨²blico su placaje a los excesos soberanistas. Lo dice abiertamente cada vez que se lo preguntan. Adem¨¢s, lo hace por convicci¨®n desde que a los 18 a?os se afili¨® a AP, cuya lista al Ayuntamiento de Llodio encabez¨® en 1987. Ya entonces concejal se top¨® con Pablo Gorostiaga, elegido alcalde por Batasuna. Juan Jos¨¦ Ibarretxe le dejaba su sitio para enfilar su ascensi¨®n institucional. Curiosamente, Urquijo asum¨ªa por entonces la condici¨®n de secretario de la Sociedad Ciclista Llodiana sin importarle que el propio Ibarretxe, con quien compart¨ªa salidas en bicicleta, fuera su presidente. A?os despu¨¦s, como parlamentario del PP, Urquijo se distingui¨® como azote de la Ertzaintza en los sucesivos gobiernos de Ibarretxe.
Este graduado social, padre de dos hijos, ha rescatado entre la clase pol¨ªtica la figura del gobernador civil con sus m¨²ltiples decisiones y recursos. Y en su partido ha introducido el debate interno. Nadie le discute que ¡°solo est¨¢ cumpliendo la ley aunque les disguste a quienes la quieren incumplir¡±, como asegura uno de sus compa?eros, harto de la ¡°manipulaci¨®n¡± que ¡°la izquierda abertzale hace de su causa utilizando todos los medios, incluida una txupinera¡±, a?ade. Pero en el PP vasco tambi¨¦n hay recelo a que se reduzca la imagen de un delegado del Gobierno a ¡°un representante de Interior y no a explicar lo que Madrid gasta e invierte en el Pa¨ªs Vasco¡±.
Urquijo seguir¨¢ imperturbable. La presi¨®n jam¨¢s le arredra. Bien lo sabe la izquierda radical. En Llodio, municipio donde dos de cada tres de sus 18.000 habitantes son nacionalistas o abertzales, Urquijo se ha mantenido siete legislaturas como concejal de derechas soportando su soledad pol¨ªtica y personal en un ambiente hostil. ¡°Es el prototipo del aislamiento social que decidi¨® el PP despu¨¦s del asesinato de Miguel ?ngel Blanco¡±, recuerdan en Llodio.
Comparte cofrad¨ªa con Pablo Gorostiaga, a quien no ha dejado ser pregonero
Delegado del Gobierno en dos ocasiones, Urquijo, que comenz¨® su corta etapa profesional como agente de seguros, lleva d¨¦cadas conviviendo con escoltas y en 2003 pusieron a prueba la protecci¨®n policial. Un centenar de simpatizantes abertzales descarg¨® su indignaci¨®n por el veto de la Ley de Partidos contra los representantes del PP que acudieron a la toma de posesi¨®n de sus tres concejales en el Ayuntamiento de Llodio. La jueza de la Audiencia Nacional ?ngela Murillo conden¨® entre 14 y 2 meses de prisi¨®n a 18 personas, defendidas por Jone Goirizelaia, por insultar y agredir a Urquijo y Santiago Abascal, entre otros cargos populares. Y en la vista, celebrada el pasado a?o, tambi¨¦n declar¨® Pablo Gorostiaga. Al abandonar por cuarta vez su cargo de alcalde, reconoci¨® que hab¨ªa firmado un bando en el que protestaba por la marginaci¨®n que hab¨ªa sufrido la izquierda abertzale.
Urquijo y Abascal Conde encend¨ªan los ¨¢nimos soberanistas en el Valle de ?yala, donde eran las ¨²nicas referencias de un PP con vallas y c¨¢maras de seguridad en sus sedes. Intr¨¦pidos sin cintura pol¨ªtica, pero martillos de los radicales en sus postulados, fueron v¨ªctimas de interminables amenazas y atentados contra propiedades familiares. Santiago Abascal Escuza ha reconocido haber recibido en Madrid dinero del PP, recogido en la contabilidad de Luis B¨¢rcenas, tras sufrir un atentado contra su comercio textil en Amurrio (?lava). Esta acci¨®n-reacci¨®n les situ¨® r¨¢pidamente en el ala m¨¢s dura del PP vasco, fieles seguidores entonces del discurso implacable de Jaime Mayor, primero, y de Mar¨ªa San Gil, despu¨¦s. Y desde ah¨ª consolidaron su carrera pol¨ªtica, aunque Abascal ha endurecido su discurso sobre todo tras llegar Antonio Basagoiti a la direcci¨®n.
Concejal, parlamentario vasco desde 1994 y hasta senador durante unos meses en 1996, Urquijo lleva la pol¨ªtica en su ADN familiar, siempre vinculado al carlismo. Su abuelo, Jos¨¦ Mar¨ªa, fue alcalde en Llodio durante la ¨¦poca de Alfonso XIII, la Segunda Rep¨²blica y la dictadura de Franco. Precisamente esta ¨²ltima condici¨®n fue llevada intencionadamente por I?aki Galdos al Parlamento vasco para recordarle a Urquijo en un debate sus ¡°antecedentes familiares fascistas¡±. Dolido por el ¡°injusto ataque¡±, reclam¨® sin ¨¦xito al presidente Juan Mari Atutxa que el entonces miembro de EA le pidiera perd¨®n. Adem¨¢s, uno de sus t¨ªos, Jaime Valdivielso, fue elegido europarlamentario tras su llamativo fichaje en 1994 por el PP cuando presid¨ªa la C¨¢mara de Comercio de ?lava y era un alto ejecutivo de Vidrier¨ªas de Llodio.
Sin embargo, Urquijo no ha logrado engrasar una m¨ªnima estructura organizativa del PP en Llodio, ahora con dos concejales y 1.066 votos (10,7%) en las ¨²ltimas elecciones locales. De hecho, su incorporaci¨®n como delegado del Gobierno deja descabezado el partido en el primer municipio del territorio donde los populares dominan la Diputaci¨®n, las Juntas Generales y el Ayuntamiento de Vitoria. Urquijo, serio y t¨ªmido de entrada en sus formas pero amable en el trato, est¨¢ en otra guerra, vigilando los excesos abertzales. Lo tiene en su manual de cabecera: ¡°no admitir¨¦ una broma sobre la unidad de Espa?a¡±, avisa.
, y defendi¨® que ¡°s¨ª hab¨ªa espacio¡± para la txupinera en las fiestas
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