Chavela Vargas entre los muertos
La bailarina Cecilia G¨®mez estrena en el Canal su homenaje a la cantante mexicana
Con un esquema que no dista demasiado de su anterior espect¨¢culo inspirado por la vida de Cayetana Alba, la bailarina Cecilia G¨®mez (La L¨ªnea de la Concepci¨®n, C¨¢diz, 1974) estrena esta nueva obra que no es precisamente un ballet narrativo, sino una sucesi¨®n de estampas, cuadros que a veces rozan el tipismo y otras quieren ser evocadores de la intensa biograf¨ªa de la cantante mexicana de origen costarricense Chavela Vargas.
La obra est¨¢ presentada con esmero y gasto en cuanto a trajes, maquinaria y entorno. Todo est¨¢ facturado a lo grande y con poder¨ªo, respondiendo a un predecible guion en el que aparecen Federico Garc¨ªa Lorca, Frida Kahlo y otros compa?eros de viaje.
CUPAIMA
Coreograf¨ªa: Cecilia G¨®mez. Direcci¨®n esc¨¦nica: Luis Olmos. M¨²sica: Livio Gianola. Escenograf¨ªa y vestuario: Eduardo Moreno y Mar¨ªa Luisa Engel. Luces: Nicholas Fichtel. Teatros del Canal. Hasta el 14 de septiembre.
En un momento suena La Macorina (orgullo nacional del arrabal cubano) en la propia voz de la m¨ªtica cantante, con ese recitativo oloroso a tequila o cualquier otro aguardiente. El resto de los arreglos musicales es m¨¢s que discutible, as¨ª como la sosa e inoperante coreograf¨ªa donde falta br¨ªo, l¨ªnea estil¨ªstica e ideas, en otras palabras, base cor¨¦utica. La formaci¨®n de seis bailarines es pobre y escu¨¢lida para tales pretensiones de producci¨®n; la escena siempre se ve vac¨ªa, a¨²n cuando el potente audiovisual, muy bien hecho, cubre un sector espacial considerable.
Algunas escenas tienen un golpe de efecto, como el inicio procesional del culto a la muerte inspirado por los grabados de Jos¨¦ Guadalupe Posada o el comienzo de la pieza, que recuerda muy vivamente la est¨¦tica y el colorido del ballet El coraz¨®n de piedra verde de Jos¨¦ Antonio Ruiz. En esta escena domina la presencia histri¨®nica y gestual de Antonio Canales como cham¨¢n oferente y cabeza de un ritual inici¨¢tico que al parecer tambi¨¦n est¨¢ en la vida de Vargas.
En otros momentos de la obra se alude al zapateado criollo, a las guajiras y al ambiente poblano, al rastrero corrido de los caf¨¦s, pero siempre falta algo esencial: una protagonista adecuada a tal empresa y un desarrollo.
Cecilia G¨®mez est¨¢ marcada por Sara Baras en lo estil¨ªstico y en la apostura
El baile de Cecilia G¨®mez es discreto y, si se quiere, correcto en su justa medida menor. No puede hablarse de un carisma arrollador o de una t¨¦cnica deslumbrante; hace lo que puede y le permiten sus posibilidades y formaci¨®n. El mucho tiempo en el cuerpo de baile y al lado de una personalidad conocida de amplio tir¨®n medi¨¢tico como Sara Baras la ha marcado en lo estil¨ªstico y en la apostura, en las maneras y en el ataque. Cecilia quiere ser Sara en muchos momentos de su baile, pero entre ambas existe la distancia l¨®gica (que no demerita pero es real) entre la primera figura que es sin duda Baras y el arrojo que le ponga G¨®mez desde sus recuerdos en su tropa.
En la danza esc¨¦nica flamenca y espa?ola, como en todas, la conciencia de los l¨ªmites formales propios da una justa medida al producto, lo sit¨²a en una perspectiva, permite su explotaci¨®n consciente e incluso su mejoramiento. Es verdad que vivimos en la ¨¦poca del adorno y del floreo, de los efectos y de la tecnolog¨ªa, pero sustancialmente, en la esencia productiva del que baila, pocas cosas han sido movidas de sitio; el talento creativo no se suple con un buen equipo, como del que se ha rodeado esta vez.
Tambi¨¦n es cierto que hoy se exige m¨¢s t¨¦cnica y m¨¢s virtuosismo, m¨¢s explosi¨®n y volumen, pero todo eso debe seguir siendo controlado por el gusto y la intenci¨®n, que no son otra cosa sino que factores culturales del producto teatral, tan b¨¢sicos como respirables desde que se sube el tel¨®n. Cupaima no aburre pero es insustancial en lo medularmente art¨ªstico; se trata de un espect¨¢culo comercial cuyas pretensiones apenas trascienden.
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