Himnos de guardar
Los himnos los carga el diablo. Pero rara vez consiguen los que sus proclamas consignan
A veces te asalta la impresi¨®n encanecida de que esta ciudad est¨¢ harta de ofrenar gl¨®ries a Espanya y, todav¨ªa con mayor intensidad, de confiar en aquello tan gracioso de Pas a la Regi¨® que avan?a en marcha triunfal. Se dir¨¢ que se trata de una de esas exageraciones infundamentadas de los himnos patri¨®ticos con letra, pero es desolador escuchar la emoci¨®n con que lo entonan miles de lacrimosos valencianos en las fiestas de guardar (las Fallas, la Geperudeta¡). Claro que con esto de los himnos cantados ocurre como con tantas otras cosas, que la emoci¨®n viene a ser la sublimaci¨®n de la tribu (sobre todo en ocasiones de fastos deportivos o religiosos) en un breve instante y acto seguido, una vez concluida esa murga rara vez afortunada, el silencio impone su sabidur¨ªa antes de correr hacia el s¨²per para completar las compras de la semana. De entre los himnos cantados que existen, la Internacional y la Marsellesa, cada cual en su contexto, tan poco complacientes en sus letras como apenas compasivos en una m¨²sica no siempre bien afinada.
Pero ?qu¨¦ me dicen de esta letra casi escatol¨®gica que propuso el gran Jon Juaristi para el himno de Espa?a y que reproduzco en su totalidad para que el lector vaya haci¨¦ndose una idea?: ¡°Canta Espa?a/ y al viento de los pueblos/ lanza tu cantar/ hora es de recordar/ que alas de lino/ te abrieron camino/ de un conf¨ªn al otro/ del inmenso mar. (bis) Patria m¨ªa/ que guardas la alegr¨ªa/ de la antigua edad/ florezca en tu heredad/ al sol de Europa/ alzada la copa/ el ¨¢rbol sagrado/ de la libertad. (bis)¡±.
Confieso que me desconcierta de esta coplilla su recurso a "Alzada la copa", trat¨¢ndose de una propuesta de himno mon¨¢rquico espa?ol, aunque me parece que el intento habr¨ªa sido m¨¢s afortunado en el caso de haber sido redactado, al alim¨®n, por dos fernandos de mucho post¨ªn, Savater y S¨¢nchez Drag¨®, que habr¨ªan estado sin duda m¨¢s que dispuestos a ejecutar tan ¨ªmproba tarea, por no a?adir que acaso la circunstancia de que esta tremenda letra no se haya a?adido todav¨ªa a la airosa musiquilla del himno de Espa?a algo tendr¨¢ que ver con el suspenso sin paliativos obtenido ante el COI en la elecci¨®n de sede para las Olimpiadas de 2020. Qu¨¦ quieren que les diga, esa clase de coplillas me recuerdan de manera lastimosa la euforia tabernaria con que algunos alcoh¨®licos despachan una madrugada inconclusa tras un nost¨¢lgico amanecer, as¨ª como a la miserable cantinela de un villancico falangista que dec¨ªa, m¨¢s o menos: ¡°Como la noche era fr¨ªa/ lloraba el ni?o Jes¨²s/ le puse mi chaquetilla/ le puse camisa azul¡±. Un abuso de fachas que trata de convertir el Jesucristo ni?o en falangista militante y del que, supongo, nada ten¨ªa que ver Dionisio Ridruejo, que tanto poetiz¨® con las risas de primavera en un cara al sol propio de matones de reposter¨ªa. Con lo que quiero decir que los himnos, pueblerinos o nacionales, los carga el diablo, y que de manera invariable tratan de emocionar o de entusiasmar, cuando no de ambas cosas a la vez. Pero rara vez consiguen los que sus proclamas consignan con un fervor sospechoso. El caso de Valencia es paradigm¨¢tico en ese sentido.
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