Cooperativa de refugio personal y salida laboral
Dos empresas contratan a mujeres maltratadas y personas en riesgo de exclusi¨®n en Huelva y Almer¨ªa
Una empresa puede ser, adem¨¢s, un refugio personal. Al menos bajo el mando de Martirio Castilla, la presidenta de la cooperativa almeriense Palacio Arboleas. Castilla, que estaba separada y ten¨ªa dos hijos, empez¨® a trabajar en un servicio de ayuda a domicilio en Hu¨¦rcal (Almer¨ªa). Al principio no le daban de alta en la Seguridad Social, y cuando lo consigui¨®, no le abonaban la totalidad del sueldo estipulado. Por eso, por la necesidad imperiosa que ten¨ªan Castillo y una compa?era de ser plenamente reconocidas en su empleo, en 1997 crearon su cooperativa, una entidad de mujeres en riesgo de exclusi¨®n social, cuya actividad era el cuidado y asistencia a personas de la tercera edad o con alg¨²n tipo de problema. La cooperativa lleg¨® a estar presente en seis pueblos, con 120 empleados, pero ahora ¡°ha menguado, como todo¡±, as¨ª lo afirma la presidenta de la sociedad.
La empresa est¨¢ compuesta por cuatro socias trabajadoras y 80 empleados fijos. Algunas de las 77 mujeres, adem¨¢s, ven en Castilla un referente. ¡°Ellas me dicen que les sirvo de ejemplo¡±, cuenta la presidenta, que dej¨® los estudios para dedicarse plenamente a la cooperativa pero luego los retom¨®. En la actualidad, Castilla ha terminado la carrera de Trabajo Social a distancia y, desde el a?o pasado, est¨¢ matriculada en Derecho. Considera un ¡°refugio¡± su cooperativa y expone que acogen a mujeres maltratadas, aunque agrega que se trata de una situaci¨®n dif¨ªcil. Ella ha pasado por este trance y tiene las ideas claras: ¡°Nunca cre¨ª que me mereciera aquello¡±.
Aunque en el aspecto laboral, Castilla reconoce que quien da cobijo a estas v¨ªctimas acepta que va a asumir determinados gastos extra. Esa trabajadora ¡°se ausentar¨¢ para ir al juzgado y quiz¨¢s falte a su empleo porque tiene la cara marcada¡±, pero no le importa. ¡°Si de 10 mujeres, una llega a creer que vale, me doy por satisfecha¡±, afirma. Asegura que no hay ninguna discriminaci¨®n para incorporar personal a la entidad. Solo establece un requisito: formarse. Por ese motivo, seg¨²n ella, los beneficios que obtiene la sociedad se destinan al aprendizaje b¨¢sico para ser ¨²til en la asistencia a domicilio, desde coser un bot¨®n hasta ba?ar a una anciana.
Pero ya no solo auxilian a las personas en sus hogares. Con el tiempo, Palacio Arboleas ha ido adquiriendo un cat¨¢logo m¨¢s amplio de labores y ahora lleva tambi¨¦n temas educativos y de menores, ayuda a marcar directrices a determinados centros. El servicio que proporcionan, en cualquier caso, es ¡°24 horas¡±, dice. Colaboran espor¨¢dicamente con prostitutas, pero Castilla afirma que no pueden especificar qui¨¦nes lo son ¡°porque si se sabe, no las contratan¡±. Han implantado tambi¨¦n un sistema de pr¨¢cticas gracias al que se empezaron a introducir hombres. Aunque al principio muchos clientes no quer¨ªan un cuidador masculino, con el tiempo se han mostrado muy satisfechos. A pesar de esta disponibilidad, Castilla asegura que los Ayuntamientos no tienen dinero y ya no presupuestan ayuda a domicilio como antes. ¡°Han metido la pata. Por eso ahora la gente emplea mucho menos a personas ajenas a su familia, cogen ellos la prestaci¨®n econ¨®mica y asisten al familiar directamente¡±, opina.
Y seg¨²n la experiencia de Castilla, no todas las personas valen para tratar con ni?os o para repetirle a alguien que no debe tomar az¨²car. La presidenta recuerda con cari?o a una se?ora maltratada y cuyo hijo hab¨ªa fallecido, que era muy lenta al principio en las tareas pero persever¨® hasta aprender el oficio. A pesar de encontrarse en una mala situaci¨®n econ¨®mica ¡°jam¨¢s se quejaba ni ped¨ªa un anticipo¡±, dice Castilla. ¡°Tienen un sentido de la responsabilidad enorme y son muy trabajadoras¡±, asegura.
La cooperativa de Castilla, una de las 7.126 empresas de econom¨ªa social que hay en Andaluc¨ªa, tiene como eje central a las personas. As¨ª ocurre tambi¨¦n en las dem¨¢s sociedades de dimensi¨®n social, cuya labor constituye el 13% del PIB andaluz. Casi una cuarta parte de las empresas de econom¨ªa social de Espa?a se encuentran en Andaluc¨ªa, seg¨²n datos de la Confederaci¨®n Andaluza de Entidades de Econom¨ªa Social (Cepes). En ese porcentaje de casi el 25% se encuentra Consumo Gusto, una cooperativa onubense de consumidores y usuarios que preside Bego?a Huertas.
Todo empez¨® con un grupo de personas, entre las que estaba Huertas, que pertenec¨ªan a una plataforma dedicada al comercio justo. Conforme la demanda iba creciendo, surgi¨® entre sus miembros la idea de que una empresa con el mismo objeto podr¨ªa funcionar, adem¨¢s de crear empleo. As¨ª que se les ocurri¨® montar Consumo Gusto, una cooperativa que cumplir¨¢ tres a?os el pr¨®ximo enero. La intenci¨®n de los ocho socios era promover el consumo responsable e incorporar y formar a trabajadores que se encontraran en riesgo de exclusi¨®n social, en principio, gente que estuviera en la calle. Pero la situaci¨®n laboral que se deriv¨® de la crisis hizo que ampliaran el espectro. Quer¨ªan dar una segunda oportunidad. Ahora, la entidad ya cuenta con 80 socios de distintos tipos: cooperativistas, trabajadores, capitalistas, colaboradores y consumidores.
Esta sociedad pretend¨ªa, en un principio, ofrecer un servicio de catering, aunque empez¨® a dar desayunos y luego fue consolid¨¢ndose. Adem¨¢s de alcanzar su objetivo, actualmente preparan y distribuyen a domicilio cestas personalizadas de productos ecol¨®gicos y de comercio justo. La entidad, que tiene una bolsa de trabajo, realiza cursos dirigidos, sobre todo, a tres perfiles concretos. Por un lado, a mujeres inmigrantes sin recursos, algunas de las cuales han ejercido la prostituci¨®n y ¡°cuando intentan sacar un poco la cabeza de ese mundo, no tienen d¨®nde ir¡±, dice Huertas. Por otra parte, intentan dar una opci¨®n a chicos que no tienen graduado y que ¡°est¨¢n dando vueltas¡±. Tambi¨¦n dan alternativas a indigentes que se encuentran en procesos de inserci¨®n.
Ese grupo tan heterog¨¦neo se forma para catering y servicios, y as¨ª puede disponer de, al menos, una salida laboral. Muchos se definen a s¨ª mismos, seg¨²n cuenta Huertas, como ¡°personas que lo han pasado mal¡± y que quieren salir adelante. El ¨²nico requisito que ponen es que los que reciben esa formaci¨®n sean socios. ¡°Cuesta 10 euros hacerse miembro pero, si no pueden pagarlo, ni lo mencionamos¡±, dice Huertas. ¡°Cuando terminan el curso, se les vincula a la cooperativa, de manera que cuando hay que preparar las cestas de alimentos o alguien encarga un servicio a la sociedad, llamamos a algunos de los que realizaron el curso. Adem¨¢s, tres de los que han recibido los cursos han encontrado un empleo en un restaurante este verano¡±, asegura la presidenta de esta sociedad.
Consumo responsable
Huertas tiene clara la importancia de nuestros h¨¢bitos en la vida y asegura que la cooperativa tambi¨¦n quiere cambiar conciencias. ¡°La forma en que consumimos puede modificar la sociedad y el mundo¡±, afirma. ¡°Nuestro proyecto da posibilidades a gente que lo necesita, favorece a cooperativas y a otras entidades que comparten nuestros valores, y lo mejor: todo el mundo tiene cabida en ¨¦l¡±. Y aclara: ¡°Por ejemplo, hay gente que solo se compromete a comprar el az¨²car y el caf¨¦ y con ese consumo ya apoya nuestra iniciativa¡±.
En Consumo Gusto quieren concienciar a la ciudadan¨ªa de que no solo debe pensar en sus necesidades inmediatas al consumir, sino tambi¨¦n conocer las condiciones laborales de los trabajadores que lo fabrican, el impacto que tiene su elaboraci¨®n en el medio ambiente. Eso s¨ª, admite que el problema de la financiaci¨®n les frena para promover nuevas iniciativas pero coge fuerzas al pensar que ¡°otro mundo es posible¡±.
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