Feliz algarab¨ªa
Una multitud agitada por rumbas canallas, reggaes impuros y rock de sumidero disfruta en Cornell¨¤ de la heterodoxa La Pandilla Voladora
Los maleteros de los coches abiertos y, frente a ellos, grupos de personas apurando cervezas m¨¢s baratas que las que luego consumir¨ªan dentro. Ambiente de francachela y conversaciones envueltas en el humo de todo tipo de cigarrillos apurados bajo melod¨ªas flamenquillas que brotaban de los coches. Un vagabundo con botas punkys y un perro de mirada at¨®nita pidiendo que les dejaran entrar gratis al concierto. M¨¢s gente fuera que dentro, exprimiendo latas y charlas. Camisetas ajadas por celebraciones mil, pantalones turcos, m¨¢s de cien canas y, dentro, antes del comienzo del concierto, m¨²sica balc¨¢nica cuyo volumen hubiese franqueado la sordera de Beethoven. La Pandilla Voladora. O lo que es lo mismo: el p¨²blico sumado de sus componentes, El Canijo de Delinq¨¹entes, Muchachito Bombo Infierno, Tomasito, El Lichis y parte del de Albert Pla aguardando seg¨²n su plan de acci¨®n a que resultase impostergable entrar en el Pueblo Espa?ol. Para ellos, m¨¢s que para otros, la fiesta comienza antes de la primera canci¨®n.
LA PANDILLA VOLADORA
Poble Espanyol
Barcelona, 10 de septiembre de 2013
?Y qui¨¦n puede fracasar ante un p¨²blico as¨ª?: ?un cantante af¨®nico?, ?la apat¨ªa hecha artista?, ?una batall¨®n de deprimidos?...Por si acaso, sabedores que por cantada que est¨¦ toda victoria necesita voluntad, la Pandilla comenz¨® con Felicidad, y al arrebato de A mal tiempo buena cara, dos horas se extendieron ante una multitud agitada por rumbas canallas, reggaes impuros, rock de sumidero, baladas desconchadas y voces acazalladas, especialmente la del Lichis, que celebraron el hecho de vivir, m¨¢xime cuando vivir se hace cada d¨ªa m¨¢s complicado. De los rincones m¨¢s alegres de la vida emergieron as¨ª partes del cancionero de esta macrobanda sin pretensiones y Joaqu¨ªn el Necio convivi¨® con La lista de la compra, La cacerola, Piratas del Estrecho, Ojal¨¢ te hubiera conocido nunca o Sobrevivir¨¦, ¨²nica incursi¨®n funky de la noche. Seis escogidas al albur entre dos horas de m¨²sica a todo trapo que s¨®lo se remans¨® con Carreta sideral, cuyo arranque record¨® m¨¢s que nunca al Knockin' on Heaven's Doo dylaniano.
Y la fiesta, iniciada bajo el maletero abierto antes de comenzar el concierto, alcanz¨® incluso las complicidades de Estopa, cuya aparici¨®n en el tramo final de aquella algarab¨ªa record¨® que Cornell¨¤ es terreno abonado por la rumba de adoqu¨ªn. Con el Tomasito desde hac¨ªa rato en calzoncillos, al parecer sin superpoderes, con Albert Pla jugando anfetam¨ªnico su papel de superh¨¦roe de Ib¨¢?ez ¨Cfue el ¨²nico que no se quit¨® el disparatado disfraz en toda la actuaci¨®n- y el resto de la banda conjurada para pas¨¢rselo bien, no falt¨® ni tan siquiera la broma meteorol¨®gica: Diego Cort¨¦s vio saludado su solo de guitarra por gotas de lluvia. Un cachondeo m¨¢s rematado por una nueva entrada de la antolog¨ªa del disparate patrio: la megafon¨ªa sugiri¨® como postre una ¡°relaxing cup of caf¨¦ con leche¡± saludada con alegr¨ªa y carcajadas. Hay botellas con contenido guas¨®n no deseado.
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