Carlos Fabra
Sus gafas ahumadas nada tienen que ver con los t¨®picos de pel¨ªcula
Cuando no lo conoces, lo primero que te sorprende son sus gafas ahumadas. No se las quita nunca y, claro, eso llama la atenci¨®n: de Javier Mar¨ªas, por ejemplo, que conjeturaba en un art¨ªculo con la mirada de Carlos Fabra. ¡°A menos que tenga unos ojos muy delicados o hirientemente bizcos o padezca fotofobia, la impresi¨®n que da es que por nada del mundo quiere que conozcamos eso, su mirada. O tal vez carezca de ella, es posible¡±. La verdad es que Javier Mar¨ªas no se hab¨ªa informado bien y, por eso, empez¨® a conjeturar. Siendo joven, Carlos Fabra padeci¨® un accidente qued¨¢ndose sin un ojo. No es bizco ni padece fotofobia; es tuerto, como siempre se ha dicho. Es un lamentable accidente que, supongo, habr¨¢ sobrellevado con resignaci¨®n.
Pero a Mar¨ªas no le faltaba raz¨®n en una cosa: ¡°La impresi¨®n que da es que por nada del mundo quiere que conozcamos eso, su mirada¡±. Llevar velada la mirada es ahora costumbre de los famosos: a poco c¨¦lebre que seas te camuflas tras unas gafas de sol haci¨¦ndote el importante para pasar de inc¨®gnito. Llevar unos lentes ahumados es tambi¨¦n una manera de ocultar el estado de ¨¢nimo. En un entierro, por ejemplo, no es infrecuente ampararse tras unos cristales tintados.
En Plenilunio, la novela de Antonio Mu?oz Molina, el protagonista consum¨ªa sus d¨ªas buscando ¡°la mirada de alguien que hab¨ªa visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que ten¨ªa que perdurar alg¨²n rasgo o alguna consecuencia del crimen¡±. Que yo sepa, Carlos Fabra no ha cometido ning¨²n crimen, al menos ning¨²n crimen tan horroroso como el que narra Mu?oz Molina en Plenilunio. Por tanto, todo lo que se le achaca son presuntos delitos m¨¢s o menos comunes.
Durante a?os mand¨® como nadie, concedi¨® favores, prometi¨® empleos, arrasando en las elecciones provinciales de Castell¨®n. Aparec¨ªa como el magnate que repart¨ªa a manos llenas, gan¨¢ndose est¨®magos agradecidos, acumulando deudas de otros y lealtades pol¨ªticas. ¡°Porque el que gana las elecciones coloca a un sinf¨ªn de gente. Y toda esa gente es un voto cautivo¡±, admiti¨® secretamente Carlos Fabra. Estas palabras suyas nos ense?an muy pedag¨®gicamente en qu¨¦ consiste el patronazgo y el clientelismo. El patrono es aquella persona que emplea su influencia para proporcionar beneficios: para proteger a otros individuos, para conceder favores.
?sta es la raz¨®n por la que dichos individuos, subordinados, se convierten en clientes, en est¨®magos agradecidos. A cambio de esa asistencia, el cliente proporciona a su vez ciertos servicios a su patrono, que espera lealtad del subalterno. Es una jerarqu¨ªa informal, una red de amistades instrumentales.
En el cine y en la televisi¨®n hemos visto a los mafiosos ocultarse tras gafas de sol. Esperan con ello ser menos reconocibles. Pero en la comunidad todos conocen a los jefes, a los sicarios, a los clientes. Yo no creo que Carlos Fabra sea un mafioso de pel¨ªcula, ni mucho menos. No se le atribuye ninguna violencia y si reparti¨® favores lo hizo con desprendimiento. Sus gafas ahumadas nada tienen que ver con los t¨®picos de pel¨ªcula. Como ha confirmado el presidente Alberto Fabra, tiene mi apoyo ¡°a nivel personal¡±. Eso es un gesto: la ¨²ltima deuda.
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