Las nuevas camadas
Suelen ser j¨®venes, de pelo rapado y lucen una musculatura muy trabajada en el gimnasio
Suelen ser j¨®venes, aunque dejaron atr¨¢s la adolescencia hace alg¨²n tiempo, de pelo rapado y lucen una musculatura muy trabajada en el gimnasio, como si no tuvieran mejor cosa que hacer y todos trabajaran en empresas de seguridad. Se les ve no ya solo por la zona de C¨¢novas, en Valencia, sino tambi¨¦n por esa especie de zona lim¨ªtrofe entre Blasco Ib¨¢?ez, la avenida de Arag¨®n y Cardenal Benlloch en un mont¨®n de terrazas de bares y restaurantes a menudo regentados por una gran variedad de asi¨¢ticos. Una hora antes de la cena parecen sobrios, no arman bronca, m¨¢s bien parecen ensimismados en las lagunas de sus ideas, hasta que basta con dos o tres cervezas para que salgan a la luz, tal vez a la noche, con sus remedos de ideas recibidas seg¨²n las cuales Hitler no era el borrico asesino que todos conocemos, Franco fue demasiado blando con sus enemigos, la Falange s¨ª sab¨ªa lo que se hac¨ªa, y dem¨¢s rosario de temeridades que el lector pueda imaginar. Lo m¨¢s pasmoso es que, al menos a esas horas, todav¨ªa manifiestan esas atrocidades con cierta tranquilidad, como el que no utiliza esos exabruptos contra nadie sino en su favor y muy seguros de pertenecer a un movimiento, no s¨¦ si ya muy organizado, que antes o despu¨¦s se alzar¨¢ con el santo y la limosna, tal como van las cosas, y las cosas van as¨ª debido a que ya no se hace ning¨²n caso a sus h¨¦roes de sangrientas estampitas. Uno de ellos, un segurata siniestro, incluso alardea mostrando una foto con sus amigos disfrazados todos de oficiales de las SS en una fiesta, como una broma, como algo que todos los contertulios deben celebrar como feliz ocurrencia ajena a cualquier suceso vand¨¢lico. Al menos en esas horas, no van provistos de las insignias propias de su indignidad, pero siempre en alg¨²n detalle de su vestimenta destaca sin timidez alguna su uso de la bandera espa?ola.
Sorprende que siendo espa?oles, incluso quiz¨¢s hasta valencianos, aunque a veces se cuela alg¨²n que otro yugoslavo, acaso invitado a otras ordal¨ªas o como simple observador de c¨®mo van por aqu¨ª sus asuntos, no manifiesten ninguna aversi¨®n hacia los jud¨ªos, al menos no en esas circunstancias, aunque en ocasiones tan temible espectro emerge mediante chistes de mala sombra que no es preciso celebrar. De momento se conforman con los inmigrantes, apenas si mencionan a los gitanos, y hasta admiten que ellos cuando se acaban los argumentos no vacilan en recurrir a otras medidas, tales como apalizar a indigentes, sean o no inmigrados, y divertirse alguna que otra noche en bajar al cauce del r¨ªo para amedrentar al enemigo que dormita entre cajas de cart¨®n cuando le dejan. Pero parece seguro que sue?an con otros planes de mayor envergadura guerrera. Y para eso se preparan.
Ignoro c¨®mo y d¨®nde lo hacen, pero es algo que me produce p¨¢nico. Porque, adem¨¢s, no solo es que mencionan como de pasada la reivindicaci¨®n de la pureza aria, estas pobres personas de a euro la docena, sino que adem¨¢s se ponen de coca hasta las cejas antes de emprender una de sus gloriosas acciones de medianoche. Muchas veces, ante la pasividad obscena de los encargados del orden.
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