El entusiasmo demediado
El recital de Pixies de anoche en La Riviera result¨® m¨¢s escueto de lo habitual y ni siquiera se permiti¨® unos bises de apoteosis
Con Pixies, como con cualquier debate que se dirima bajo los par¨¢metros de la pasi¨®n, no existe t¨¦rmino medio. Unos los entronizan como la banda que reinvent¨® el rock alternativo y ha servido de referente para docenas de formaciones (empezando por Nirvana, un ejemplo flagrante). Sus antagonistas los desde?ar¨¢n como un cuarteto de pobres recursos t¨¦cnicos y sonoros que, de tan sobrevalorados, terminan haci¨¦ndose antip¨¢ticos. La polarizaci¨®n explica que la llegada de Black Francis y Joey Santiago a la capital se viviera en t¨¦rminos de gran acontecimiento, con las 4.600 entradas de ayer y hoy pulverizadas en horas, los reventas frot¨¢ndose las manos y centenares de forofos, casi siempre m¨¢s j¨®venes que los oficiantes, llegados desde cualquier rinc¨®n peninsular. Ninguno de ellos se marchar¨ªa anoche de La Riviera con amargor. Pero muchos consentir¨¢n, siquiera en privado, que la cosa no fue para tanto.
Al cuarteto de Boston, inmerso siempre en disputas intestinas, no se le puede negar el empe?o por hacer de cada noche una experiencia ¨²nica, con repertorios y ordenaciones impredecibles. El de anoche result¨® m¨¢s escueto de lo habitual (29 temas, hora y media) y ni siquiera se permiti¨® unos bises de apoteosis: Hey es chuler¨ªa deliciosa y Gouge away bordea el rock de estadio, pero Planet of sound fue un adi¨®s desabrido y mudo, por m¨¢s que la irreductible almendra central del p¨²blico lo celebrara dando botes.
Mucho peor fue reencontrarse, durante el primer tercio de la noche, con la sombra de aquella pesadillesca ac¨²stica rivierense que ya casi ten¨ªamos olvidada. La bater¨ªa de David Lovering sonaba hueca y no hab¨ªa noticias del fiero chirrido en los guitarrazos de Santiago. Por mucho que Cactus, el favorito de Bowie, abriese la velada, la te¨®rica bomba de neutrones se qued¨® en fogueo de tr¨¢mite. Vamos abri¨® las puertas del alborozo, por aquello de sus frases en precario castellano, pero su solo de guitarra qued¨® tan escaso de notas como de ganas. Y la fant¨¢stica progresi¨®n de Here comes your man y La la love you, temas tan ruidosos como tarareables, se trunc¨® con una de las cuatro composiciones nuevas, Another toe in the ocean, recibida con indiferencia merecida.
Francis se mantuvo sobrio y distante, pero a partir de Is she weird y el viejo Levitate me -temas que Cobain debi¨® escuchar hasta la obsesi¨®n- elev¨® la excelencia de esa voz cruda y pla?idera. A la sesi¨®n le faltaron, sin embargo, los picos de ¨¦xtasis para los que toda la parroquia se mostraba tan predispuesta. Havalina (como el grupo madrile?o, ya que hablamos de seguidores) fue un momento refinado y Bone machine, con las caracter¨ªsticas paraditas r¨ªtmicas, una inyecci¨®n de energ¨ªa. Pero el entusiasmo demediado en los rostros demostraba que la gran fiesta se qued¨® solo en rato agradable. Y el t¨¦rmino medio, ya dijimos, casa mal con los Pixies.
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