El gato que est¨¢¡ accidente
Nadie fren¨® a Roberto Carlos en su agresi¨®n a la sint¨¢xis y a la inteligencia de las cosas
Ayer, a la una de la tarde, mi cuerpo se hallaba en reposo total, sentado en el bar de Ana la rusa, en la esquina de Villarroel y Valencia, mientras mi mente alternaba dos actividades: por un lado pensaba yo c¨®mo es que hemos llegado a este desastre y qu¨¦ hay que hacer, si alg¨²n d¨ªa salimos de ¨¦l, para que no se repita; y por el otro lado, aburrido de buscar respuestas en vano ¡ª?siempre esta ansiedad buscadora de respuestas, siempre esta insatisfacci¨®n, c¨®mo llega uno a cansarse del mundo inexpugnable y de si mismo!¡ª, canturreaba bajito aquella canci¨®n tan pegadiza de Roberto Carlos, ¡°el gato que est¨¢ triste y azul¡±. El gato¡ el gato, pensaba yo. Luego mi memoria peregrina recordaba una vez m¨¢s, como casi siempre que pienso en gatos, aquel art¨ªculo de Benet en EL P?IS que me hizo re¨ªr mucho un d¨ªa de 1985, un art¨ªculo luego recogido, creo, en Oto?o en Madrid hacia 1950donde cuenta Benet que hall¨¢ndose una noche en una taberna de Helsinki ¡ªcasi casi como yo ahora en el bar de Ana la rusa¡ª, hall¨¢ndose Benet en esa taberna de Helsinki y rodeado por todas partes de finlandeses que hablaban estrictamente en fin¨¦s, oy¨® una voz a su lado que le dec¨ªa: ¡°?Generalmente, el gato!¡±. Se vuelve Benet, y traba conversaci¨®n con aquel desconocido, aunque no en espa?ol sino en ingl¨¦s o en alem¨¢n, porque el otro lo ¨²nico que sab¨ªa decir en espa?ol era eso: ¡°Generalmente, el gato¡±. De ah¨ª se sigue una conversaci¨®n muy divertida.
Pero, como no recuerdo c¨®mo prosigue, vuelvo a pensar en c¨®mo nos hemos metido en este desastre, y qu¨¦ podr¨ªa hacer yo para sacar al pa¨ªs de este desastre, y vuelvo a canturrear ¡°el gato que est¨¢ triste y azul¡±. Ahora bien, de repente caigo en la cuenta, con no poca indignaci¨®n, de que la letra, traducida, creo, del portugu¨¦s, muy mal traducida, no dice m¨¢s que tonter¨ªas: ¡°El gato que est¨¢ triste y azul/ nunca se olvida que fuiste m¨ªa./ Mas se sabr¨¢ de mi sufrir/ porque en mis ojos/ una l¨¢grima hay¡±. ?De ah¨ª ¡ªme digo¡ª vienen todos nuestros males! ?De ah¨ª, de ah¨ª, de esta dejadez! ?C¨®mo es posible que en la compa?¨ªa discogr¨¢fica de Roberto Carlos le dejasen cantar semejantes chorradas, no hab¨ªa nadie con criterio que dijese ¡°mire usted, no, eso de mas se sabr¨¢ de mi sufrir es inaceptable, este es un viejo pa¨ªs con una gran tradici¨®n l¨ªrica y aqu¨ª no se pueden difundir unos versos tan ramplones, hay que esmerarse un poco m¨¢s¡±. ?Pero no, nadie fren¨® a Roberto Carlos, y nosotros aceptamos esa agresi¨®n a la sintaxis y a la inteligencia de las cosas, la canci¨®n fue un ¨¦xito colosal! Y de ah¨ª vienen todos nuestros males, pues ¡°la responsabilidad comienza en los sue?os¡± tal como postula Delmore Schwartz, y se empieza aceptando ¡°no sabes mi amor qu¨¦ noche bella/ presiento que t¨² est¨¢s en esa estrella¡±, dejas pasar un ripio as¨ª, y ya despu¨¦s lo aceptas todo, davai, davai!, la corrupci¨®n de los partidos pol¨ªticos, el nacionalismo, davai!, el afeamiento del litoral, la burbuja inmobiliaria, la morosidad, la suspensi¨®n de pagos, davai!, los asesinos de masas devueltos a la calle¡ ?los eurodiputados Badia y Tremosa, a sueldo del Estado espa?ol, reclamando a la UE que sancione al Estado espa?ol! Davai, tira, tira, qu¨¦ m¨¢s da ocho que ochenta, si de todas maneras aqu¨ª todo lo hacemos de una manera aproximada, chapucera, y el gato nunca se olvida que fuiste m¨ªa¡
Como no recuerdo c¨®mo prosigue, vuelvo a pensar en c¨®mo nos hemos metido en este desastre
En estas, se oye un grito. Salimos todos del bar de Ana la rusa. Tumbada boca abajo en el paso de peatones hay una mujer, gruesa, de mediana edad, que permanece inm¨®vil, con los brazos extendidos, gimiendo y con cara de angustia. A su alrededor se agitan ya varios transe¨²ntes que le recomiendan que no se mueva y telefonean por el m¨®vil. Un hombre joven, de calvicie avanzada, en camisa y corbata pero sin chaqueta -¡ªes el que la ha arrollado¡ª da vueltas por los alrededores, a nerviosas zancadas, resoplando, con una mano en la cadera y en la otra el m¨®vil. En pocos minutos llegan dos motoristas de la polic¨ªa y la ambulancia. La mujer sigue tumbada en el asfalto como un gran animal abatido. Los enfermeros despliegan una camilla de patas met¨¢licas, con ruedas, y la meten en la ambulancia. Vuelvo al interior del bar donde la parroquia comenta que esa esquina es muy mala, no hay visibilidad, los que bajan por Villarroel y se meten en Valencia no pueden ver el sem¨¢foro del paso de peatones, sobre todo cuando, como hoy es el caso, hay varios coches mal aparcados en doble fila. S¨®lo alcanzan a ver al desvalido peat¨®n cuando ya est¨¢n encima suyo¡ Una clienta nos hace fijarnos, a trav¨¦s del ventanal, en que el coche agresor ha quedado muy levemente abollado, y en que para haber sido tan da?ada, la v¨ªctima hubiera debido salir volando unos metros, propulsada por el impacto, y eso no ha sucedido: cay¨® all¨ª mismo como peso muerto, plof, nada m¨¢s recibir el golpe. Sugiere, la recelosa clienta, que la v¨ªctima exagera el da?o para recibir una indemnizaci¨®n o incluso la invalidez permanente:
¡ªF¨ªjate que el coche es de gama alta -me dice-. Curiosamente, nadie se tira debajo de un Seat Ibiza.
¡ªSi es lo que digo yo. Que hay que hacer las cosas a conciencia.
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