De perdidos al r¨ªo
Es abundante la proliferaci¨®n de cabestros en los puestos directivos o siervos en las escalas inferiores de la Administraci¨®n
M¨¢s all¨¢ de toda la marabunta medi¨¢tica que ha generado el cierre de Canal Nou y sus consecuencias pol¨ªticas, el factor diferencial respecto a otros cierres de empresas p¨²blicas, que incluso ha llamado la atenci¨®n de rotativos extranjeros como The Guardian, ha sido la ¡°descompresi¨®n¡± que se ha producido en el comportamiento de sus empleados. As¨ª, hemos sabido de primera mano lo que durante muchos a?os evidenciaban sus informativos y otras emisiones: como actuaba la manipulaci¨®n sobre los trabajadores de esta cadena. Los protagonistas, haciendo honor al proverbial ¡°de perdidos al r¨ªo¡±, han aparecido en las redes sociales explicando con detalle como operaba la farsa.
Algunos periodistas de raza no han tardado en poner la proa a sus colegas auton¨®micos en algunas tertulias, reproch¨¢ndoles que despu¨¦s de tantos a?os de castraci¨®n informativa no hubieran sido capaces de denunciar tal situaci¨®n. Una vez m¨¢s predomina la ¨¦pica, que al fin y al cabo no deja de ser una parte del espect¨¢culo medi¨¢tico, al se?alar la falta de profesionalidad (o de heroicidad, depende del punto de vista) de los trabajadores de la cadena p¨²blica valenciana, en vez de preguntarse por los mecanismos que permiten que estas conductas se reproduzcan con tanta facilidad, no solo en la esfera de la televisi¨®n, sino en el conjunto de la administraci¨®n p¨²blica. Ciertamente, es una pena no contar con una sociedad heroica de profesionales independientes, aguerridos y dispuestos a enderezar cualquier entuerto sea cual sea su naturaleza. Pero a falta de tales figuras, un buen remedio ser¨ªa articular un marco que facilitara el desempe?o de un trabajo honrado, profesional e independiente para todos los trabajadores del sector p¨²blico.
Desde luego, esto no se consigue precarizando su situaci¨®n laboral, mediante t¨¦cnicas como prolongar su interinidad, sustituirlos por asesores, no convocar concursos de traslados, abaratar el despido de los contratados laborales o extender la libre designaci¨®n no solo a los puestos directivos sino incluso a la secretaria o el ch¨®fer, como es el caso en nuestra administraci¨®n auton¨®mica. No entramos aqu¨ª en otras t¨¦cnicas m¨¢s atrevidas y no por ello menos utilizadas como externalizar servicios p¨²blicos, o directamente apartar trabajadores que no se someten a trapacer¨ªas y sustituirlos por otros m¨¢s dispuestos, con la consecuente hinchaz¨®n de la plantilla.
Pero claro, los primeros interesados en que la Administraci¨®n o cualquiera de sus empresas p¨²blicas no est¨¦n gestionadas por gente competente, que sirva con objetividad los intereses generales y sean imparciales en el ejercicio de sus funciones, como por otra parte exige el art¨ªculo 103 de la Constituci¨®n, son la misma clase pol¨ªtica, que entiende la Administraci¨®n como un cortijo: una vez tomado leg¨ªtimamente mediante unas elecciones democr¨¢ticas, les da derecho a hacer y deshacer a su antojo, eso s¨ª, con el dinero de todos los ciudadanos. A los hechos de lo ocurrido en Canal Nou me remito.
Como consecuencia, es abundante la proliferaci¨®n de cabestros en los puestos directivos o siervos en las escalas inferiores de la Administraci¨®n, por no hablar de los favoritos entre los asesores, que atrapados por la inestabilidad en el puesto de trabajo alcanzan el bien supremo para la direcci¨®n pol¨ªtica de la necesaria confianza (?confianza para qu¨¦?) y componen toda una corte de los milagros, donde la objetividad, la imparcialidad, la independencia o la eficacia brillan por su ausencia. As¨ª nos va.
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