Remate de existencias
A Fabra le ha tocado, y lo asume, ser el presidente de la Generalitat que pilota el retroceso auton¨®mico
El episodio acontecido con motivo de la recogida de firmas de diputados para pedir el indulto del exalcalde de Torrevieja (condenado a tres a?os de prisi¨®n y siete de inhabilitaci¨®n por prevaricaci¨®n y falsedad documental) es una expresiva muestra del final ag¨®nico de legislatura que afronta Alberto Fabra con el PP valenciano. Se ve¨ªa de lejos que la amplia n¨®mina de imputados que nutre su grupo, dispensados de las pomposas (y discontinuas) l¨ªneas rojas por imperativos de supervivencia parlamentaria, constitu¨ªa una bomba de relojer¨ªa fuera de control cosida al pecho del presidente de la Generalitat. Y pese al desenlace cantinflesco (con un anuncio de expediente al diputado que recogi¨® las firmas y desair¨® de viva voz a Fabra que qued¨® "zanjado" sin consecuencias), apunta que el presidente tiene un acuciante conflicto para asegurarse la mayor¨ªa en las Cortes y el cr¨¦dito en su discurso contra la corrupci¨®n.
Descartados los imputados de las pr¨®ximas listas electorales y ante la inquietante perspectiva de orfandad institucional derivada de la incertidumbre de las urnas, la hipoteca de estos diputados con el partido est¨¢ vencida. En su camino ya se interponen pocas obligaciones con las directrices del grupo, como revel¨® la desesperada llamada a la unidad de Rita Barber¨¢ la (incierta) v¨ªspera de la elecci¨®n del nuevo director general de R¨¤dio Televisi¨® Valenciana. Con el grupo parlamentario muerto, la encrucijada final solo ofrece dos salidas a Fabra: acabar la legislatura con el cad¨¢ver descompuesto o con el difunto embalsamado. Y ese es el desaf¨ªo que consume su cometido.
Est¨¢ claro que Fabra no hered¨® la presidencia de la Generalitat y del partido en unas condiciones atractivas ni confortantes. Pero m¨¢s all¨¢ de si eso constituye o no una disculpa o un atenuante, como sugieren sus pla?ideras, las situaciones en el l¨ªmite (como la que afronta desde que Mariano Rajoy, realizado el descarte previo, lo ungi¨®) son las que suelen proyectar la verdadera talla del hombre, la solvencia de su imaginaci¨®n y la eficiencia de sus recursos. El grado de dificultad de los retos, lejos de aliviar el fracaso, supone una aportaci¨®n de valor tan meritoria o m¨¢s que el propio ¨¦xito. Y visto lo visto (aunque ha ido m¨¢s lejos con la primera que con el segundo), ni en la Generalitat ni en el partido ha sucedido nada que no estuviera ya escrito. Es decir, algo que hiciera repuntar la tendencia que Sir Isaac Newton hizo c¨¦lebre mediante la par¨¢bola de la manzana. No ha logrado alterar el movimiento rectil¨ªneo uniforme (su rumbo de colisi¨®n) en el que dejaron sus inmediatos antecesores la instituci¨®n, si bien puede que lo anticipe al atajar la hemorragia econ¨®mica mediante la mutilaci¨®n de servicios p¨²blicos (o la extirpaci¨®n sin paliativos) y la renuncia de las competencias, como le sugiere el comit¨¦ de recalcitrantes sabios centr¨ªpetos que le ha encomendado el laboratorio de brillantes ideas y programas FAES.
A Fabra le ha tocado, y lo asume, ser el presidente de la Generalitat que pilota el retroceso auton¨®mico. No solo jibariza la instituci¨®n, sino que arriesga su sentido dej¨¢ndose arrastrar por una corriente espoleada por el descr¨¦dito de una Generalitat que en los ¨²ltimos 18 a?os ha sido fecunda en corrupci¨®n y despilfarro. La ofuscaci¨®n exasperada (y gratuita, puesto que requiere mayor¨ªas cualificadas) de reducir el n¨²mero de diputados bebe en ese sentimiento de criminalizaci¨®n auton¨®mica. Act¨²a como un liquidador con la Generalitat, pero mantiene el trato cordial con su agusanado partido. Lo primero es lo primero.
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