Catalu?a o la Israel postmoderna
Hay catalanes que sienten verg¨¹enza ajena al ver comparar el sufrimiento del pueblo catal¨¢n con el de Israel o el de India
La ciencia m¨¢s chiflada de todas no es la cienciolog¨ªa, que es una cosa chiflad¨ªsima.. La ciencia m¨¢s chiflada de todas es la sintomatolog¨ªa o ciencia que nace de la interpretaci¨®n voluntariosamente arm¨®nica de detalles manifiestamente inarm¨®nicos. La chifladura irreservisble del sintomat¨®logo consiste en percibir una homogeneidad de sentido en la heterogeneidad ingente de los datos.
Entonces enloquece por saturaci¨®n, como sucede ante una revelaci¨®n. Cuando Ortega digiri¨® por fin la imprevista potencia de Ser y Tiempo, de Heidegger, se sinti¨® libre de escribir (aunque no lo public¨®) que en Heidegger lat¨ªa la ansiedad de sentido heredada de una formaci¨®n teol¨®gica no superada y que en el fondo remit¨ªa a un idealismo m¨¢s: la necesidad del Ser. La percepci¨®n del sinsentido de lo real provocaba un retroceso y acobardaba al pensamiento, haci¨¦ndole recular en las conquistas del racionalismo ilustrado y su l¨²cida asunci¨®n de la insuficiencia.
Hoy la fe ha hecho perder incluso las formas, adem¨¢s de la coherencia.
Para el cient¨ªfico chiflado, el retroceso simb¨®lico e ideol¨®gico de la Catalunya actual tiene algo de regreso al terru?o del mito, tiene algo de redentorismo dom¨¦stico y salvador ante el caos que la raz¨®n pr¨¢ctica diagnostica d¨ªa s¨ª d¨ªa tambi¨¦n. Si tiene raz¨®n, que la tiene, Aaron Sorkin, y la pol¨ªtica es percepci¨®n, me parece que la percepci¨®n que est¨¢ estimulando el govern tiene que ver con un discurso postmodernamente redentor. Ya no es panfletario y simpl¨®n como en el viejo testamento sino elaborado y m¨¢s sutil, m¨¢s preparado para una poblaci¨®n tambi¨¦n m¨¢s preparada. Y hoy la meta del destino de nuestro pueblo se llama Israel.
La pol¨ªtica catalana no es un laboratorio privilegiado; es s¨®lo un laboratorio m¨¢s, pero lo tenemos m¨¢s cerca y por eso las reacciones qu¨ªmicas encadenadas se perfilan con una nitidez tal que acaba haci¨¦ndonos creer que hemos entendido las cosas. Por ejemplo, la pol¨ªtica internacional de un ejecutivo de derechas que vive protegido por el apoyo del mismo partido que lidera la oposici¨®n y su l¨ªder es, a la vez, creyente cat¨®lico en la naci¨®n y en la fe.
No es una chifladura; como mucho, es un galimat¨ªas, pero al sintomat¨®logo le pirran tanto los galimat¨ªas como las chifladuras porque de golpe descubre el detalle que dota de sentido a la totalidad y siente restituida la paz teol¨®gica del orden profundo de las cosas. Y comprende lo que no comprend¨ªa: el cauce m¨ªtico de un pueblo llamado a ser el pueblo, el destino pol¨ªtico de una naci¨®n acosada por plagas legendarias y la malquerencia de los malignos infieles. Y poco a poco todo se ordena en una nueva teolog¨ªa donde la fe en el l¨ªder y en el pueblo se al¨ªan con el sue?o de ser el Estado nuevo de Israel (o de liberarse del Imperio Brit¨¢nico como en la India).
Nada falla entonces en la estructura del relato porque la pol¨ªtica no s¨®lo se hace teolog¨ªa sino tambi¨¦n teleolog¨ªa. Y adquiere pleno sentido la majestuosidad del mesianismo. El pueblo entiende por fin los gui?os espirituales de algunas frases y de algunas im¨¢genes como formas de construir la fe en el futuro sin atender ni a los medios ni a las limitaciones sociales ni a la contingencia hist¨®rica y jur¨ªdica ni a los mecanismos legales o ilegales. La construcci¨®n de los destinos nacionales no ha sido nunca cautiva de menudencias semejantes: el destino de Catalu?a ser¨¢ convertirse en el Israel del siglo XXI, o un Israel postmoderno, como ejemplo de superaci¨®n de las adversidades padecidas por un pueblo escogido (aunque tambi¨¦n vale como ejemplo de refuerzo la India redimida por el pacifismo militante de Gandhi).
Los dos modelos presuponen la dominaci¨®n aplastadora de un poder ajeno sobre el desvalimiento y la desprotecci¨®n de un pueblo acosado y por fin consciente de la ruta de la salvaci¨®n. Los dos modelos de Estados de la diplomacia de Artur Mas, en uno y otro viaje, descubren con desnudez la profunda perversi¨®n que la pol¨ªtica de corto plazo es capaz de inyectar en personas sensatas. Pero son dos modelos inaceptables, o al menos inaceptables para quienes no desean verse proyectados en un Estado que asfixia a su poblaci¨®n vecina e infinitamente m¨¢s d¨¦bil ¡ªpor cierto, tambi¨¦n ella aspirante remot¨ªsima a un Estado propio desde su actual denominaci¨®n, que es Autoridad Nacional Palestina¡ª y a quienes el President ha preferido no ver ni en pintura en su ¨²ltimo viaje (tampoco Xavier Trias, por cierto, pese al hermanamiento de Gaza y Barcelona).
Hay una parte de catalanes, menos creyentes o menos chiflados, que sienten verg¨¹enza ajena al comprender el disparate de la equiparaci¨®n de sufrimientos entre el pueblo catal¨¢n y los sufrimientos del pueblo de Israel (o de la India liderada por Gandhi). Pero peor aun cuando recuerdan que fue Jordi Pujol quien defendi¨® en 2007 y ante primeras autoridades de Tel-Aviv, la creaci¨®n de un Estado palestino (como recuerda Anna Figuera en un libro reciente). Hoy la fe ha hecho perder incluso las formas, adem¨¢s de la coherencia.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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