Sin ruido pero con furia

Ahora mismo, el principal problema de Lee Ranaldo puede que se llame Between The Times and The Tides. Y la persistencia en la exposici¨®n de su inferior secuela, despu¨¦s de haber paseado las bondades de aquel espl¨¦ndido ¨¢lbum en conciertos como el que ofreci¨® en el pasado Tanned Tin de Castell¨®n, no hace m¨¢s que agravar el problema. Las canciones perdurables son aquellas que desenvuelven sus encantos con la misma solvencia en versi¨®n desenchufada o en formato el¨¦ctrico, y aquellos dos conciertos lo certificaron. Sin embargo, lo de anoche en el Espai Rambleta, y est¨¢ feo decirlo por tratarse de quien se trata, acab¨® invitando al bostezo. Al menos para quien hubiera mantenido hasta entonces las expectativas altas.

Su indie rock con pedigr¨ª son¨® tan musculoso como siempre, siempre fibrilado por esos desarrollos de guitarra marca de la casa. Acrisolado adem¨¢s por la oblicua vis mel¨®dica con la que el neoyorquino se ha destapado desde que Sonic Youth se dieran el finiquito. Pero su irreprochable despliegue son¨® algo carente de alma. Quiz¨¢ se ese algo indefinible que separa lo meramente solvente de lo memorable (y eso que las condiciones-el auditorio de La Rambleta- eran de lo m¨¢s propensas), o puede que simplemente sea una cuesti¨®n de que sus nuevas canciones, al margen de que no busquen la transgresi¨®n (que tampoco es indispensable para frecuentar la excelencia) no promedian por encima de un plano m¨¢s bien discreto. Porque el oficio es algo que no se le discute.

Y el caso es que la noche, en contraposici¨®n a la jornada anterior, ya se hab¨ªa electrificado antes con el rotundo pase de Refree. Su comandante en jefe Ra¨¹l Fern¨¢ndez pilot¨® en directo una maniobra que recupera la caligraf¨ªa rockista que ya hab¨ªa transitado hace mucho tiempo (en Corn Flakes o Romodance), pero asumiendo el bagaje propio de un tipo que ha asumido en la ¨²ltima d¨¦cada esquemas m¨¢s tradicionales, propios (en gran medida) de la tradici¨®n de los cantautores mediterr¨¢neos al uso, esa que nos retrotrae hasta los a?os 70. Y precisamente en esa d¨¦cada escarban algunos de los argumentos de su nuevo ¨¢lbum, con una fiereza en su ejecuci¨®n (y en sus letras) que, contempor¨¢nea a rabiar, se antoja como muy necesaria dado el clima de abierta hostilidad institucional en el que nos vemos sumidos d¨ªa s¨ª, d¨ªa tambi¨¦n. Espl¨¦ndido concierto.

Dando inicio y fin a la noche, Headbirds y Standstill. El primero es Daniel Guijarro, quien se marc¨® una sesi¨®n de electr¨®nica sutil, con house refinado y drum¡¯n¡¯bass amable entre sus hierbas, tal que si el reloj se hubiera quedado atascado en 1998, pongamos por caso. Los segundos no necesitan presentaci¨®n, e incidieron en los mismos argumentos de rock ampulosamente ambicioso que ya han venido desgranando en los ¨²ltimos meses, en un sinf¨ªn de festivales, en el mismo recinto o en otros similares de la ciudad (como el Teatre El Musical). Esta vez, sin proyecciones.