Debates sin sustancia
El Parlamento catal¨¢n est¨¢ inmerso desde hace d¨ªas en el debate sobre los Presupuestos de 2014, un debate del que nos llega una informaci¨®n m¨¢s bien escasa. Cuando present¨® los presupuestos, Artur Mas lanz¨® un reto a los grupos que le criticaban por los excesivos recortes y la poca sensibilidad social. Les dijo: ¡°Presenten unos Presupuestos que cumplan con el d¨¦ficit y donde los n¨²meros cuadren, y podremos empezar a discutir¡±. Como era de esperar, nadie le ha hecho caso. Las demandas parlamentarias suelen ser ret¨®rica de la mala. Pero es una l¨¢stima que sea as¨ª. Ser¨ªa interesante que los grupos pol¨ªticos se retrataran y mostraran sus propuestas alternativas a los presupuestos del Ejecutivo. Ser¨ªa interesante que concretaran qu¨¦ recortar¨ªan, qu¨¦ eliminar¨ªan, qu¨¢ partidas consideran intocables. No una declaraci¨®n de generalidades pidiendo m¨¢s inversi¨®n social o m¨¢s impuestos, sino una propuesta rigurosa y realista, que no obviara los objetivos de d¨¦ficit y que hiciera cuadrar los n¨²meros, como suger¨ªa Mas.
En las democracias actuales no se delibera; pero no ser¨¢ la propaganda la que devuelva credibilidad a la pol¨ªtica
Los datos de la ¨²ltima encuesta del CIS son demoledores. El 80% de los encuestados dice confiar poco, muy poco o nada en los pol¨ªticos. A nadie se le oculta que recuperar la credibilidad debiera ser el objetivo fundamental de cualquier partido, especialmente los m¨¢s grandes. ?Lo est¨¢n intentando? Siempre he pensado que la Ley de Presupuestos es la que mejor refleja la ideolog¨ªa de cada grupo pol¨ªtico. Mucho m¨¢s que otras leyes que, en principio, distinguen las posiciones progresistas de las conservadoras ¡ªaborto, matrimonios homosexuales, igualdad de la mujer¡ª, leyes sin duda importantes, pero no las ¨²nicas que marcan la diferencia entre la derecha y la izquierda. Es cierto que la izquierda tiene en su haber el liderar cambios que han sido b¨¢sicos para un mayor reconocimiento de los derechos de las personas y de la supresi¨®n de diferencias que discriminan. Pero cuando se le reprocha su debilidad ideol¨®gica en un ambiente neoliberal, hay que pensar por encima de todo en que su compromiso de fondo est¨¢ con las cuestiones sociales m¨¢s b¨¢sicas: educaci¨®n, sanidad, seguridad social, protecci¨®n de los m¨¢s vulnerables. Todo aquello en lo que se han venido cebando los recortes desde que empez¨® la crisis. Por eso tiene inter¨¦s la pregunta: si es posible cumplir con el d¨¦ficit sin poner en peligro la protecci¨®n social, como creo que lo es, ?c¨®mo lo har¨ªan?
No hablo desde el escepticismo de quien piensa que las cr¨ªticas a unos presupuestos poco sociales carecen de fundamento en tiempos de penuria. Todo lo contrario: estoy convencida de que hay bastantes partidas prescindibles en una Administraci¨®n que no ha emprendido ni parece querer hacerlo reformas de fondo. Acabo de leer en sendos titulares de este peri¨®dico que el Parlamento catal¨¢n es la C¨¢mara que m¨¢s paga a los partidos pol¨ªticos (gasta m¨¢s que el Congreso y el Senado juntos), que Barcelona es el Ayuntamiento de Espa?a que m¨¢s dinero destina a los partidos, y que los sueldos y las dietas de los altos cargos se mantienen en su estratosfera a pesar de los recortes que sufren los departamentos que ellos mismos administran.
Lanzar mensajes desde los gabinetes sirve para hacer propaganda y provocar debates sin sustancia
En el ¨¢mbito de la filosof¨ªa pol¨ªtica, hace a?os que se echa de menos una democracia m¨¢s ¡°deliberativa¡±. Deliberar no es negociar un acuerdo concreto. Antes de llegar a acuerdos hacen falta discusiones m¨¢s b¨¢sicas que pongan sobre la mesa distintas opciones, con argumentos a favor y en contra, que justifiquen las propuestas. En las democracias actuales no se delibera. Cada partido fija su posici¨®n, a ser posible distanciada de la del Gobierno, sin preocuparse mucho de razonarla. Volviendo al tema anterior, si cada grupo parlamentario se esforzara por presentar su proyecto de Presupuestos para 2014, en lugar de una lista de enmiendas que sistem¨¢ticamente son rechazadas, la ocasi¨®n para deliberar estar¨ªa servida, la ciudadan¨ªa podr¨ªa comparar las opciones de unos y otros y tendr¨ªa m¨¢s argumentos y m¨¢s motivos para, llegado el caso, decidir su voto.
No son operaciones de mercadotecnia las que devolver¨¢n la credibilidad a la pol¨ªtica. Esta se consigue con hechos, no con propaganda. Hay una profesi¨®n que, desde hace tiempo, conserva el primer puesto en las encuestas por lo que hace a la confianza de los ciudadanos. Es la profesi¨®n sanitaria. No solo es una profesi¨®n altamente vocacional, que se ejerce con gusto, sino que no creo exagerar al decir que el sistema sanitario es el servicio p¨²blico que ha conseguido ganarse un reconocimiento mayor de sus usuarios. Un reconocimiento que se mantiene a pesar de la crisis y de los recortes. La gente lo sabe, aunque quienes lo sostienen no aparezcan m¨¢s que anecd¨®ticamente en los medios de comunicaci¨®n y no siempre para ser elogiados. Los pol¨ªticos, en cambio, aparecen con profusi¨®n, sin conseguir mejorar su credibilidad.
La informaci¨®n rigurosa y la deliberaci¨®n requieren tiempo y m¨¢s discreci¨®n. Lanzar mensajes desde los gabinetes de comunicaci¨®n sirve para hacer propaganda y provocar debates sin sustancia, para que los ciudadanos se sienten tratados s¨®lo como electores, como espectadores o como encuestados. Por eso no se f¨ªan.
Victoria Camps es profesora em¨¦rita de la UAB.
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