La quimera y el funeral
Pensar en la reforma de la Constituci¨®n para cambiar la relaci¨®n con Espa?a tiene algo de quimera y mucho de voluntarismo
Nunca un aniversario de la Constituci¨®n hab¨ªa tenido un aire tan funerario, aunque Catalu?a aport¨® un detalle tr¨¢gico-c¨®mico a la ceremonia: Pere Navarro brindando con la delegada del Gobierno, con Alicia S¨¢nchez Camacho y con Albert Rivera, sin darse cuenta de que estaba celebrando las exequias del PSC. Nunca se hab¨ªa hablado tanto de la necesidad de reformar la Carta Magna. Y, sin embargo, no hay visos de que la reforma sea posible y, de serlo, nada garantiza que no fuera para empeorarla.
De hecho, la situaci¨®n es la siguiente: el PP se niega a abrir un proceso de reforma legal y formal de la Constituci¨®n, pero lleva ya tiempo modific¨¢ndola en la pr¨¢ctica con una interpretaci¨®n cada vez m¨¢s restrictiva y recentralizadora. En la entrevista publicada ayer por EL PA?S y otros cinco diarios europeos, Mariano Rajoy, que, con la cantidad de problemas que tiene sobre la mesa, no aporta una sola idea o propuesta nueva, repite y fija sus ya conocidas exigencias para reformar la Constituci¨®n: que se sepa qu¨¦ se quiere hacer, con qu¨¦ consenso se cuenta, y que sea en el momento adecuado. Y, a continuaci¨®n, el presidente ya advierte que este no es el momento adecuado.
Rajoy usa la Constituci¨®n como coartada para esquivar la pol¨ªtica
Y, sin embargo, Rajoy sigue reformando la Constituci¨®n de tapadillo, en su lenta pero segura deriva hacia el autoritarismo posdemocr¨¢tico, ante el silencio absoluto de la derecha presuntamente liberal. Pr¨®ximas etapas, despu¨¦s de la ley de seguridad (mejor decir de orden p¨²blico), la ley de huelgas y la del aborto. Lado PP por tanto, la reforma pactada de la Constituci¨®n es imposible, porque ya la est¨¢ modificando en la pr¨¢ctica con la pretensi¨®n de aprovechar la debilidad del PSOE para construirse una hegemon¨ªa duradera.
El PSOE alienta una reforma muy controlada, puesta bajo la advocaci¨®n del federalismo, un federalismo sin atributos precisos, que, a juzgar por la declaraci¨®n de Granada, es una operaci¨®n de est¨¦tica para darle a la Constituci¨®n el aire juvenil perdido. El PSOE suma al luto inacabable por su derrota este proverbial temor al riesgo que ha ido desti?endo a la socialdemocracia en los ¨²ltimos tiempos.
A la izquierda le sienta mal la defensa del statu quo. Reforma de la Constituci¨®n s¨ª: que algo cambie para que el r¨¦gimen bipartidista imperfecto, dominado por los dos grandes partidos, permanezca intacto. El PSOE deber¨ªa saber que la degradaci¨®n de los grandes partidos es un problema m¨¢s importante para la credibilidad del sistema que el desgaste de la Constituci¨®n.
Desde Catalu?a, los partidos implicados en el derecho a decidir ven la hip¨®tesis de la reforma de la Constituci¨®n como imposible e in¨²til, como si fuera ya demasiado tarde para esta cita. Y algunas personalidades con protagonismo en los tiempos de la transici¨®n advierten adem¨¢s que, con la relaci¨®n de fuerzas actual, el remedio ser¨ªa peor que la enfermedad.
Si a todo ello sumamos las se?ales que emite la opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de las encuestas, la pulsi¨®n recentralizadora aumenta. De modo que el PP podr¨ªa encontrar coartada para estrechar todav¨ªa m¨¢s el terreno de juego.
Ante este panorama la reforma de la Constituci¨®n tiene algo de quimera. Y desde luego pensar en ella como v¨ªa para recomponer la relaci¨®n Catalu?a-Espa?a tiene mucho de voluntarismo. Cuando se aprob¨® la Constituci¨®n vigente, Miquel Roca dijo que por fin se reconoc¨ªa que Espa?a era una naci¨®n de naciones. Una reforma de la Constituci¨®n que realmente pudiera servir para encontrar puntos de encuentro con el independentismo catal¨¢n deber¨ªa dar un paso adelante: asumir que Espa?a es un estado plurinacional. Sin dar este paso, no hay posibilidad alguna de que una reforma Constitucional pudiera ser el punto de encuentro para evitar descarrilamientos y tejer una relaci¨®n que permita a los catalanes decidir su destino libremente.
Por lo dem¨¢s, en la entrevista citada Rajoy exhibe su bloqueo mental ante la cuesti¨®n catalana, e inevitablemente los esfuerzos por endulzar su intransigencia adquieren la forma del desd¨¦n. Parte de un fundamento t¨ªpicamente nacionalista para fijar su posici¨®n: ¡°Espa?a es la naci¨®n m¨¢s antigua de Europa¡±, afirmaci¨®n sim¨¦trica de la proclamaci¨®n de Catalu?a como naci¨®n milenaria por parte del nacionalismo catal¨¢n. Usa la Constituci¨®n como coartada para esquivar la pol¨ªtica: la ley no me permite el refer¨¦ndum. Presenta la acci¨®n del Gobierno en Catalu?a como una generosa concesi¨®n: el Gobierno ayuda econ¨®micamente a la Generalitat que no se puede financiar. Muestra las limitaciones de su an¨¢lisis: el independentismo viene impulsado por la crisis econ¨®mica y se apagar¨¢ con la recuperaci¨®n. Y nos regala como colof¨®n una gran fuga intelectual, su visi¨®n del futuro que nos espera: ¡°Hay que caminar en la direcci¨®n por lo que van los tiempos¡±, dice. ¡°El mundo avanza hacia algo parecido a un pa¨ªs, a unos Estados unidos de todo el mundo¡±. No es broma: el ciudadano autor de esta frase es el presidente que nos gobierna.
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