Obscenidad
Hay ni?os que les cuentan a nuestros estudiantes que no suelen tener regularmente comidas, meriendas y cenas o que hace meses que s¨®lo comen macarrones con tomate
Ayer tarde, horas despu¨¦s de haber escuchado en la radio matinal la voz de nuestra m¨¢xima autoridad educativa anunciando para la educaci¨®n primaria una nueva asignatura sobre cultura valenciana, tuve una reuni¨®n programada con unas decenas de estudiantes de magisterio, de quienes soy tutor, que est¨¢n realizando sus pr¨¢cticas profesionales en escuelas p¨²blicas de nuestro sistema educativo. Hace ya muchos a?os que las vengo celebrando como parte de mis tareas docentes, pero la de ayer me result¨® diferente, muy diferente. Su objetivo es compartir con los dem¨¢s compa?eros el conocimiento que han ido adquiriendo en la escuelas en las que intervienen como maestros en formaci¨®n, adquiriendo as¨ª una mejor comprensi¨®n de la diversidad de las que tenemos, grandes, peque?as, rurales, urbanas, etc., as¨ª como de aquellos factores que contribuyen a la idiosincrasia de cada una de ellas.
En la hora larga, que se me hizo corta, en la que unos y otros relataron sus impresiones al respecto, se pudo escuchar historias de ni?os que les cuentan a nuestros estudiantes que a ellos nunca les ponen en casa bocadillo para el recreo; que no suelen tener regularmente comidas, meriendas y cenas; que hace meses que s¨®lo comen macarrones con tomate. De un ni?o que en lugar de copiar de la pizarra copiaba del compa?ero de al lado, que confes¨® a nuestra estudiante que lo hac¨ªa porque no ve¨ªa bien, pero esperaba que en breve pudieran sus padres comprarle unas gafas. De otro que todos los d¨ªas acud¨ªa a la escuela con la misma ropa, claramente inadecuada en la estaci¨®n que estamos. De lo contentos que se mostraban algunos porque ya faltaba poco para volver a ver a su padre, que hab¨ªa tenido que irse a trabajar al extranjero y les hab¨ªa prometido volver por Navidad. De las celebraciones que hab¨ªan visto en un grupo de ni?as porque el padre de una de ellas hab¨ªa sido aceptado tras una entrevista de trabajo. Algunos de mis estudiantes contaron haberse acercado a estos ni?os para interesarse por ellos y su situaci¨®n iniciando una conversaci¨®n con la pregunta ?y t¨² ?de d¨®nde eres??, propia de la inocencia de un reci¨¦n llegado a esas comunidades, a lo que todos respondieron ?de Valencia?, pero a?adiendo, porque los ni?os s¨ª hab¨ªan entendido la naturaleza de la pregunta de aproximaci¨®n, que sus padres eran nigerianos, o marroqu¨ªes, o rumanos.
Poco espacio qued¨® en la reuni¨®n para l¨ªneas ling¨¹¨ªsticas, equipos docentes y dem¨¢s asuntos profesionales propios de tiempos normales. Han sido sustituidos por estos otros que han mostrado tener mucha m¨¢s fuerza a la hora de forjar la idiosincrasia de las escuelas que con tanto esmero acogen a mis estudiantes. Y no piensen que los relatos que he esbozado son fruto de mi imaginaci¨®n, o que han sido adornados y ordenados por ella: es cierto que, al igual que en los corrillos del Congreso de los Diputados, tampoco aqu¨ª hubo micr¨®fonos que registraran lo declarado, pero en este corrillo ¨¦ramos m¨¢s de cincuenta personas y ninguna desmentir¨¢ lo que aqu¨ª les cuento.
Y todo ello concurr¨ªa con las tranquilizadoras explicaciones que Mar¨ªa Jos¨¦ Catal¨¤, Consellera d¡¯Educaci¨®, daba para justificar que la nueva asignatura de la educaci¨®n primaria no entorpecer¨ªa el progreso acad¨¦mico de los ni?os en las materias troncales y espec¨ªficas que ya se imparten en la educaci¨®n primaria. No s¨¦ a ustedes, pero a m¨ª el contraste me result¨® obsceno.
?scar Barber¨¢ es profesor de la Facultat de Magisteri de la Universitat de Val¨¨ncia
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