A?oranzas
La socialdemocracia europea ha sido y es incapaz de reinventarse y de actuar a nivel global
Vuelven los Beatles, remasterizados pero con material in¨¦dito, vuelve el Ford Mustang, con los ¨²ltimos avances en tecnolog¨ªa aunque conservando el aroma cl¨¢sico de siempre, vuelve la ley del aborto, con nuevos matices pero con la represi¨®n de tiempos pasados, vuelve ¡°la calle es m¨ªa¡±, pero en versi¨®n Jorge Fern¨¢ndez, el actual ministro de interior. Por volver, vuelven hasta las pintadas anti-sistema, que parec¨ªan desaparecidas o relegadas a contados suburbios. Al menos esa es la impresi¨®n que produce ver nuevas leyendas en algunas estaciones del metro, como ¡°el capitalismo mata¡± en lugar de las ya frecuentes e ins¨ªpidas ¡°fulanito y menganita se casan¡±.
Es abrumadora la sensaci¨®n de viaje atr¨¢s en el tiempo, a una etapa anterior remasterizada, como el sonido Beatles. Una repetici¨®n de la historia con nuevos soportes, viejos conceptos que se consideraban olvidados y que regresan renovados. Un eterno retorno que nos devuelve al principio, sin ning¨²n atisbo de mejora en su viaje circular, todo lo contrario. Un deterioro de las condiciones econ¨®micas que desempolva palabras desterradas como desahucio, desnutrici¨®n, comedor social, brasero... hasta llegar a la precariedad de otras ¨¦pocas que cre¨ªamos superadas, pero que una vez m¨¢s, acechan en nuestra casa, en el vecindario o en la simple pintada.
Los viajes al pasado se activan escuchando una canci¨®n, viendo una fotograf¨ªa o tropezando con una vieja amistad. No van m¨¢s all¨¢ de ejercitar un sentimiento ef¨ªmero de nostalgia que se esparce sobre todo aquello que se recuerda, sea bueno o malo. Sin embargo, vivir con las mismas privaciones que en el pasado nos hace sentirnos entre miserables y cabreados, con la sensaci¨®n de que no se avanza, que vuelve la estrechez, la represi¨®n, que se ha salido de una fantas¨ªa o de un artificio; y es entonces cuando resulta m¨¢s f¨¢cil dejarse llevar por mensajes incendiarios o totalitarios, que conectan m¨¢s con nuestro estado an¨ªmico que con nuestra raz¨®n. Por eso, consignas cuyo sentido hab¨ªa desaparecido o hab¨ªan pasado al anecdotario vuelven a activarse y a rondar nuestra mente.
Es el caso del eslogan comentado al principio, que pone en tela de juicio el funcionamiento del sistema tal y como se nos presenta. Est¨¢ claro que el capitalismo en su acepci¨®n m¨¢s cruda, liberal o salvaje, como ustedes prefieran, ha ganado la partida a su versi¨®n m¨¢s social. Las razones hay que buscarlas en la progresiva liberalizaci¨®n del flujo de capitales, mercanc¨ªas y servicios que se produjo a partir de la segunda guerra mundial, que ha ido cercenando la efectividad de las pol¨ªticas econ¨®micas nacionales que tanto ¨¦xito tuvieron hasta los setenta en Europa. El capital financiero, que circula sin ning¨²n tipo de restricci¨®n, ha impuesto su norma que consiste en igualar por abajo las condiciones de competencia del factor trabajo en la producci¨®n de bienes y servicios en el mercado global, apropi¨¢ndose as¨ª de un mayor porcentaje del valor a?adido. No seguir su dictado supone arriesgarse a perder la financiaci¨®n para la inversi¨®n productiva o para la deuda de los pa¨ªses que se atreven a discrepar de este pensamiento ¨²nico.
Mientras tanto la respuesta al nuevo dominio del capital sobre el mercado, que amenaza incluso con destruirse a s¨ª mismo si aumenta su intensidad, es inexistente. Las pol¨ªticas econ¨®micas aplicadas individualmente por gobiernos socialdem¨®cratas suelen conducir al fracaso o a la impotencia. La socialdemocracia europea ha sido y es incapaz de reinventarse y de actuar a nivel global, por lo cual, la restricci¨®n en el movimiento de capitales, vigente en la ¨¦poca en que obtuvo sus mayores ¨¦xitos, es la ¨²nica opci¨®n posible para revivir una ¨¦poca dorada, que no deja de ser una a?oranza.
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