El puerto que mata las playas
Vecinos de Sanxenxo se movilizan contra unas obras portuarias que amenazan sus deteriorados arenales urbanos y enfrentan a Xunta y ayuntamiento
El desarrollo urban¨ªstico atropellado de Sanxenxo acab¨® convirtiendo las playas del pueblo original en unos arenales semiurbanos, cuyo ejemplo de postal habitual es Silgar, la playa del paseo mar¨ªtimo, las discotecas y las viviendas de precios prohibitivos. Junta a ella, otros peque?os arenales salpicaban el muro de chal¨¦s y edificios de la primera l¨ªnea de Sanxenxo. Las playas de Os Barcos, Panadeira, Lavapanos y Carabuxeira, sin tanta solera reun¨ªan a los vecinos que escapaban de los atascos m¨¢s asfixiantes.
Estas hermanas menores entraron en un proceso de raquitismo acelerado en la ¨²ltima d¨¦cada. La construcci¨®n del puerto deportivo alter¨® las corrientes, que se llevaron la arena y obligaron a echar toneladas en Silgar, frente a la que hubo que levantar una escollera que parase el arrastre. Aquel exceso se vio venir. La Xunta hab¨ªa multado a la constructora por pasarse 100 metros del permiso para el muelle, y esta a su vez le endos¨® el negocio y la sanci¨®n al Ayuntamiento, que a¨²n en 2013 y tras intervenci¨®n del Tribunal Supremo estaba pagando los 850.000 euros correspondientes.
El puerto se inaugur¨® en 2005 y con ¨¦l llegaron las regatas y el glamour. Hab¨ªa superficie para amarres y el plan de usos del puerto preve¨ªa una expansi¨®n de los pantalanes, gestionados por la empresa municipal creada al efecto, Nauta. Las playas de Os Barcos y Panadeira, que son solo una cuando la marea baja, acusaron el golpe, pero resistieron. Calmada la vor¨¢gine urban¨ªstica, en 2011 el Real Club N¨¢utico pidi¨® permiso para levantar otros 121 pantalanes. Su presidente, Pedro Campos, laureado regatista que cuenta entre sus amistades la del rey, entendi¨® que el club necesitaba disponer de amarres propios y prescindir de los vinculados al Ayuntamiento. A cambio, se compromet¨ªa a ceder un espacio a la cofrad¨ªa de pescadores. Arranc¨® ah¨ª un procedimiento en el que dos administraciones en manos del PP, Portos ¡ªque depende de la Xunta¡ª y el Ayuntamiento de Sanxenxo, mantienen posturas antag¨®nicas. Mientras un informe de la Secretar¨ªa Xeral de Avaliaci¨®n e Calidade Ambiental se?alaba que la obra era de poca entidad y no requer¨ªa estudio de impacto ni de efectos ambientales, el Ayuntamiento presenta estos d¨ªas un estudio que se?ala lo contrario y avisa de graves riesgos de accidentes de embarcaciones por el escaso calado del ¨¢rea.
Portos accedi¨® a la petici¨®n pese a la oposici¨®n del Ayuntamiento, que aleg¨® que el plan de usos del puerto ya preve¨ªa una ampliaci¨®n de los amarres instalados. ¡°No procede realizar una ampliaci¨®n sobre una zona no contemplada por el plan de usos y m¨¢xime cuando la prevista por este a¨²n no fue realizada¡±, se?alaba en su escrito la Administraci¨®n local, al tiempo que advert¨ªa de la ¡°fuerte presi¨®n y la barrera visual¡± que implicaba levantar otra estructura tan cerca de la playa. Portos no hizo caso.
En su escrito de valoraci¨®n de alegaciones, asumi¨® la postura del N¨¢utico y le dijo al Ayuntamiento que si no estaba de acuerdo con el proyecto deb¨ªa haber presentado uno alternativo, al tiempo que despachaba la advertencia municipal de que el plan de usos no preve¨ªa instalaciones en esa ¨¢rea con la frase: ¡°De ser necesario, se podr¨ªa tramitar una modificaci¨®n del plan¡±.
La expresi¨®n anterior viene firmada por Ana Isabel Calzadilla, Jefa del ?rea de Explotaci¨®n y Planificaci¨®n de Portos de Galicia, cargo que ocupa despu¨¦s de cesar como directora de este mismo ente en 2008. El portavoz de SOS Panadeira, Carlos Quint¨ªa, entiende que la frase es un ejemplo claro del funesto principio del ¡°ti vai facendo¡±, y asegura que fue la propia Calzadilla quien en 2004 redact¨® otro documento regulador del Puerto de Sanxenxo, el plan especial, cuando trabajaba para la empresa Interurban, SA. Desde Portos, una portavoz explica que la ley permite modificar los planes de usos y no ve nada extraordinario en que una administraci¨®n reste relevancia a una norma vigente, en contra del criterio de otra administraci¨®n y con el argumento de que tal disposici¨®n se puede cambiar. En todo caso, desde Portos matizan que el sentido del escrito es que el cambio legal no habr¨ªa sido necesario.
La concesi¨®n se otorg¨® en mayo de 2012 y, entre tr¨¢mites y retrasos, las obras no empezaron hasta abril del a?o pasado, cuando los primeros vecinos empezaron a alarmarse ante la instalaci¨®n de pilotes en el agua y la arena de la playa. El enfado se fue condensando hasta que el verano pasado se descarg¨®. Los vecinos bloquearon el acceso a la arena y Portos, que ya suspendi¨® en mayo los trabajos por no ajustarse al proyecto, los volvi¨® a parar en julio en espera de que el ajetreo amainase. Entre medias, el N¨¢utico renunci¨® a la mitad de los amarres, pero la asociaci¨®n SOS Panadeira, que encabeza las protestas, sigue clamando contra el proyecto, que a su entender va a acabar de destruir las playas.
La asociaci¨®n pelea contra lo que considera trato de favor al N¨¢utico por la influencia de su presidente, que present¨® personalmente el plan a Alberto N¨²?ez Feij¨®o. El mosqueo de los vecinos lleg¨® al punto de que pidieron explicaciones a la Casa del Rey. Dede all¨ª les respondieron por escrito que el monarca ¡°ni ha influido ni influir¨¢¡± en el asunto.La pol¨¦mica lleg¨® al Parlamento aut¨®nomo, donde el BNG pregunt¨® por la cuesti¨®n al director de Portos de Galicia, Jos¨¦ Juan Dur¨¢n. Este defendi¨® la legalidad y acab¨® deslizando que la playa de Barcos ¡°no es una zona de ba?o¡±, para pasmo de los vecinos que aprendieron a nadar all¨ª. El N¨¢utico trata ahora de reanudar las obras ¡ª tiene de plazo hasta mayo¡ª mientras el Ayuntamiento y SOS Panadeira buscan anular la licencia en los tribunales y en la playa, donde los vecinos montan guardia d¨ªa y noche por si vuelven las m¨¢quinas. Ayer mismo, trasladaron desde Mar¨ªn dos pantanales para continuar con las obras.
De retiro id¨ªlico a pedregal
Entre los efectos adversos de la construcci¨®n del puerto deportivo de Sanxenxo la pasada d¨¦cada est¨¢ la paulatina desaparici¨®n de la arena de la playa de Carabuxeira, a la entrada de la localidad. Alfonso Troncoso, que fue patr¨®n mayor y ahora regenta un hostal, est¨¢ que trina. En Carabuxeira la arena ha bajado varios metros de nivel y las tranquilas corrientes de la r¨ªa se han vuelto virulentas. Cuando viene algo de mal tiempo, la marea escarba hacia abajo y horada el muro de contenci¨®n sobre el que se aposentan las casas. A Antonio Castells, uno de los propietarios, el embate del agua le entr¨® por debajo del muro y derrumb¨® parte de su propiedad en el temporal de principios de mes. Ahora quiere arreglarlo, pero ni puede hacerlo personalmente ¡ªel muro linda con el dominio p¨²blico¡ª ni consigue que Costas y el Ayuntamiento se pongan de acuerdo sobre qui¨¦n debe correr con los gastos.
Los vecinos de Carabuxeira tapan con guijarros y cemento el hueco que va dejando la arena. Troncoso echa la vista atr¨¢s y recuerda los tiempos en que se gest¨® la obra. Entre las an¨¦cdotas de aquellos a?os, rememora con sorna las comidas de ¡°pelotilleo¡± a personalidades p¨²blicas que organizaba la cofrad¨ªa y las ense?as honorarias que repart¨ªa. Cuando el agraciado fue Jos¨¦ Cu¨ª?a, en sus tiempos a cargo de Pol¨ªtica Territorial, Troncoso aprovech¨® la ocasi¨®n para reclamar premura al proyecto, que coincidentemente adquiri¨® velocidad. M¨¢s tarde se la dieron a ¨¦l mismo. Hoy dice que querr¨ªa devolverla. ¡°Yo quer¨ªa un puerto deportivo, no una chapuza ilegal, un desastre ecol¨®gico¡±, lamenta.
Respecto a las casas en peligro, el ayuntamiento insiste en que est¨¢ pendiente de que Costas le permita ejecutar un proyecto de regeneraci¨®n de la playa, pero entiende, para enfado may¨²sculo de afectados como Castells, ¡°que cada propietario ha de ser responsable de su vivienda¡±.
En la casa de Castells, erigida en la propiedad que hab¨ªa sido de Jos¨¦ Pi?eiro, personaje que se hizo c¨¦lebre por sus piruetas en avi¨®n en el primer tercio del siglo pasado, una cinta de la polic¨ªa evita el paso a la terraza, que amenaza ruina. A unos 50 metros se mantiene en pie sin aparentes complicaciones en los cimientos, tambi¨¦n en Carabuxeira, el edificio Herpi, mole de ocho plantas de los a?os 70.
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