El pol¨ªgono del sol naciente
Es la gran traici¨®n de la vida igual que en el R¨¦quiem de Jos¨¦ Hierro, el poema del emigrante que llega a un sitio (el mundo es patria) y all¨ª muere al cabo de tantos a?os; entonces dejan su cad¨¢ver tendido en la funeraria D¡¯Agostino, en Nueva Jersey. Pero la traici¨®n no es la soledad de la muerte sino quedarse solo en una calle. Es la soledad de la manta con la que alguien se tapa porque tiene fr¨ªo por fuera pero tambi¨¦n fr¨ªo por dentro. Guerrero, el fot¨®grafo, le ha echado el ojo enseguida. A lo lejos s¨®lo se distingu¨ªa la manta como un fardo que asomaba entre las cajas de cart¨®n en aquel almac¨¦n, en el pol¨ªgono industrial de los chinos, en Badalona; pero se trataba de un hombre de edad madura, tapado hasta el pecho, y abrigado con un anorak, tendido sobre una tumbona (lecho improvisado con la etiqueta del precio colgando), agarr¨¢ndose con una mano a un peri¨®dico escrito en su idioma. All¨ª estaba, abandonado del mundo y a s¨ª mismo, en medio de ese pasillo. Pegado al cristal fr¨ªo de una tienda. Y detr¨¢s de los cristales, la inerte fiesta de los maniqu¨ªes, todos con la misma ropa in¨²til que ya no hay manera de vender. Sujetos con celo, unos carteles dicen: ¡°Espacio para alquilar¡±. Aqu¨ª cada vez hay m¨¢s locales desiertos y en alquiler. Esta zona, que hasta hace poco era un hervidero de gente que ten¨ªa una tienda en Barcelona o en Cornell¨¤ o en Sant Feliu, un puesto en un mercadillo ambulante, un bar en cualquier parte..., de matrimonios que llegaban y se iban con sus coches cargados, de furgonetas aparcadas por todas las aceras y por todas partes, de palets con monta?as de mercanc¨ªas, ahora va de capa ca¨ªda. Una ca¨ªda en picado. La crisis ha llegado aqu¨ª para recordar que la luz al final del t¨²nel es otro tren que viene de frente. Se hizo el ocaso en el pol¨ªgono del sol naciente.
La crisis ha llegado aqu¨ª para recordar que la luz al final del t¨²nel es otro tren que viene de frente
El de Badalona Sud es el mayor pol¨ªgono industrial chino de Catalu?a y el segundo mayor de Espa?a despu¨¦s del de Guadalhorce, en M¨¢laga. Est¨¢ entre el barrio de Sant Roc (donde a la miseria se le ponen pisos nuevos) y las v¨ªas del tren, a la altura de las tres chimeneas de la FECSA (que est¨¢n desmantelando desde sus entra?as para dejar s¨®lo la carcasa igual que se hace con el estado del bienestar). Se concentran m¨¢s de seiscientas empresas chinas en esta zona. En la parte pija del pol¨ªgono, formada por las naves azules y nuevas del sector de Granland, tambi¨¦n aparecen junto con los chinos el banco de Sabadell, el Popular, el de Santander, y Swaroski, Inditex... Y en la parte cutre, en las viejas naves de hormig¨®n que a?os atr¨¢s (cuando la industria y la lucha de clases y el fr¨ªo por fuera eran la promesa de un invierno ruso), se encuentran los bancos chinos y los amplios comedores chinos con sus cuencos y pares de palillos sobre las mesas comunitarias, y la gente comiendo en silencio con la cabeza agachada (los pobres bajan la cabeza para comer), y en sus techos l¨¢mparas ostentosas como las de un cine antiguo. Pero ahora estos comedores s¨®lo se llenan los fines de semana (s¨¢bados y domingos, a eso de las dos, que es cuando todav¨ªa va gente a comprar). Toda esta parte de talleres y viejas naves industriales se reconvirti¨® durante la d¨¦cada anterior en almacenes chinos de importaci¨®n y exportaci¨®n con nombres y escaparates pintorescos. Se dedican al textil, bisuter¨ªa, calzado, bazares, art¨ªculos para manteros, baraturas... A veces, la guardia urbana decomisa lotes de falsificaciones; pero es que vivimos en una democracia falsificada: demasiadas falsedades dichas a cada minuto por demasiada gente, demasiadas mentiras para escurrir el bulto, demasiada ocultaci¨®n miserable..., que ya han pasado de triqui?uela a sistema. El a?o pasado, el grupo municipal de CiU de Badalona propuso subirles los impuestos a estos comerciantes chinos para castigarles por desordenados, por ocupar con mercanc¨ªas y veh¨ªculos las calles y las aceras del pol¨ªgono; en definitiva para expulsarlos de la zona y recuperar un territorio que nunca debi¨® pasar m¨¢s all¨¢ de la frontera azul. Converg¨¨ncia es un partido que en Badalona acosa a los comerciantes chinos que venden bolsos baratos y en Barcelona entrega con los ojos cerrados el Paseo de Gr¨¤cia a turistas millonarios rusos para que compren lujo en Prada. Pero ¨¦sa, la convergente, es la voz del conservadurismo catal¨¢n: la que protesta porque un desgraciado arrastra cajas por una acera de la ciudad para meterlas en el almac¨¦n donde trabaja, y la que calla oportunamente en esa misma ciudad a la hora de votar para que as¨ª el PP pueda hacerse con la alcald¨ªa (el PP es un partido que gobierna cuando los otros callan).
En el almac¨¦n Merca China Internacional (una nave inmensa con las tiendas dispuestas en hileras dibujando una U y los due?os aburridos a sus puertas), una chavala sacude un taco de albaranes en blanco. La verdad del trabajo es la verdad del objeto con que se trabaja. "Desde las nueve hasta ahora nadie. No entra", dice con gesto de fastidio. Es la una y media de un viernes. Al vac¨ªo propio de todo pol¨ªgono (un pol¨ªgono de naves se parece mucho a las ruinas de un poblado ib¨¦rico), se suma el yermo quieto de las cajas de cart¨®n, todas con la leyenda impresa de Made in China, como rocas ca¨ªdas en una monta?a m¨¢gica; y la desolaci¨®n de los palets astillados y amontonados igual que colmillos en el cementerio de elefantes. En las calles reiterativas y rectas, brilla al sol del cambio clim¨¢tico el orillo de los letreros de cada comercio. Una ni?a en edad escolar trabaja solitaria detr¨¢s de una luna poni¨¦ndole asas a un lote de tapaderas. Es la luna de un cristal, por supuesto; pero eso nos permite decir que la vida en la luna tambi¨¦n es triste. Si no fuera por las palabras, la luna nunca hubiera habitado la Tierra. Dentro de una jaula azul en forma de pagoda, a la puerta de un almac¨¦n de ropa, dos loros con cresta y con las plumas de las mejillas de color rojo cantan un gorjeo asi¨¢tico. Cada pa¨ªs habla como sus p¨¢jaros, eso tambi¨¦n se nota en las palabras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.