El debate del aborto
Hacemos frente a la cuesti¨®n con el c¨®ctel habitual de ligereza intelectual y ferocidad frentista al que ya parecemos acostumbrados
El tema del aborto es sin lugar a dudas un asunto muy serio y lo es, no por la pol¨¦mica medi¨¢tica que lo acompa?a, sino porque afecta a derechos fundamentales de los ciudadanos y con eso no se juega. Lamentablemente tengo la impresi¨®n de que hacemos frente al debate con el c¨®ctel habitual de ligereza intelectual y ferocidad frentista al que ya parecemos acostumbrados.
Veamos. Es insostenible, en t¨¦rminos de debate pol¨ªtico, fundamentar nuestra posici¨®n en creencias religiosas, en el Deus vult -Dios lo quiere- de los cruzados; el legislador trabaja para todas las confesiones, incluidos aquellos que hacen del agnosticismo profesi¨®n de fe. Del mismo modo resulta rid¨ªculo, grotesco si me lo permiten, justificar la oposici¨®n al proyecto de ley en la afirmaci¨®n de que la derecha persigue con este castigar a las mujeres y m¨¢s concretamente a las mujeres trabajadoras. Ambos argumentos nos abocan a una discusi¨®n de poco nivel, est¨²pida por dem¨¢s y est¨¦ril.
El debate, vuelvo a insistir en t¨¦rminos pol¨ªticos, es b¨¢sicamente de contenido jur¨ªdico y sin mucho me apuran, ¨¦tico; es un caso claro de colisi¨®n de derechos, por un lado el derecho de la mujer a decidir sobre el propio cuerpo y la maternidad y, por otro, el derecho a la vida del no nacido. Si dej¨¢ramos ah¨ª la cuesti¨®n el problema se resolver¨ªa siempre en favor de la vida, porque coincidiremos todos que este es el primer derecho, el m¨¢s fundamental de entre los fundamentales. Pero es evidente que el legislador ha buscado a lo largo de la historia moderna la manera de conciliarlos, de propiciar su coexistencia.
En este sentido, podemos hablar de dos modelos b¨¢sicos. El primero lo constituir¨ªan las denominadas leyes de plazos; seg¨²n este sistema la mujer es libre para decidir la interrupci¨®n del embarazo durante las primeras semanas del mismo, cada parlamento pone el l¨ªmite donde lo estima adecuado, y a partir de ese momento proh¨ªbe el aborto. Podr¨ªamos afirmar que la ley prev¨¦ una aplicaci¨®n sucesiva de ambos derechos, de tal manera que resuelve el conflicto en beneficio del derecho a decidir sobre la maternidad y el propio cuerpo durante las primeras semanas y a partir de una fecha determinada prevalece el derecho a la vida.
El segundo de los m¨¦todos ser¨ªa aquel que, reconociendo el conflicto, sostiene que el derecho a la vida es el primero y m¨¢s elemental por lo que se antepone a otros, que por muy leg¨ªtimos que sean, en ning¨²n caso pueden impedir el ejercicio de este. Este modelo encuentra su legitimidad en dos razones, por un lado al no existir un acuerdo claro sobre el momento en el que el individuo accede a ese derecho se genera una duda razonable, y en caso de duda es evidente, especialmente trat¨¢ndose de la vida, que la soluci¨®n debe proteger el ejercicio de este derecho b¨¢sico; en segundo lugar, la ley siempre tiende a salvaguardar el derecho del m¨¢s d¨¦bil, en este caso el del no nacido.
Este modelo suele acompa?arse de una serie de excepciones que el legislador establece a la regla general, aquellas que hacen referencia a los casos de violaci¨®n, malformaci¨®n del feto y peligro para la vida de la madre, circunstancias que por otra parte no tienen por qu¨¦ ser las ¨²nicas.
?Podr¨ªa existir otro modelo?, ?por qu¨¦ no? Adelante, pong¨¢monos a pensar, ver¨¢n que es un ejercicio gratificante. De entrada les rogar¨ªa que eliminaran las soluciones de m¨¢ximos, ya saben, la de aborto libre o la de abortar es pecado; est¨¢n ustedes en su leg¨ªtimo derecho de hacerlas propias, no ser¨¦ yo quien se lo niegue, pero no nos conducen a ninguna parte. En cualquier caso, todo lo que sea salirse del debate en los t¨¦rminos que les he apuntado es obtuso, in¨²til y un nido de discordia nacional que es lo que menos falta nos hace. Un poco menos de pasi¨®n y algo m¨¢s de cerebro impedir¨ªan que transform¨¢ramos un debate no exento de profundidad, en un rifirrafe tabernario, por otra parte tan del gusto patrio.
Vicente Ferrer Rosell¨® es diputado del PP por Valencia en el Congreso
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