L¨®pez Cobos recita a Brahms en A Coru?a
El director demuestra con la Sinf¨®nica que el 'R¨¦quiem Alem¨¢n' es para ¨¦l como una oraci¨®n aprendida en la infancia
La Orquesta Sinf¨®nica de Galicia ha sido dirigida en sus conciertos de abono de esta semana por Jes¨²s L¨®pez Cobos, quien hasta hace unos meses era su principal director invitado. En programa, el R¨¦quiem Alem¨¢n de Johannes Brahms, para el que ha contado con la colaboraci¨®n de la soprano Mar¨ªa Espada y el bar¨ªtono G¨¹nter Haumer, as¨ª como el Coro de la OSG y el Coro de la Generalitat Valenciana, que dirigen respectivamente Joan Company y Francesc Perales. En ambos conciertos cosech¨® grandes ovaciones del p¨²blico, que el viernes llen¨® por completo el Palacio de la ?pera.
L¨®pez Cobos dirige la obra sin partitura, pero no solo porque se la sepa de memoria. Su dominio va m¨¢s all¨¢ de la mera retenci¨®n memor¨ªstica de una obra: en realidad, la tiene tan interiorizada como cualquiera puede tener una oraci¨®n aprendida en la infancia; y la recita con una especie de fervor laico de elevada espiritualidad. Palabra esta que resulta la clave para la comprensi¨®n de una espl¨¦ndida versi¨®n llena de fuerza interior y atenci¨®n al detalle, que L¨®pez Cobos dirige potenciando la serenidad de la obra y su car¨¢cter colectivo.
Mar¨ªa Espada, en la brev¨ªsima intervenci¨®n que le asigna la partitura, luci¨® una voz de bello y bien esmaltado timbre, con una perfecta afinaci¨®n y gran proyecci¨®n; musicalmente, destac¨® la serena alegr¨ªa de su intervenci¨®n, con gran adecuaci¨®n a texto y m¨²sica. G¨¹nter Haumer tiene potencia de voz sobrada incluso para esta sala, pero su proyecci¨®n se resiente por un apoyo de la voz demasiado trasero, bastante en la gola, y por su timbre met¨¢lico de cierta oscuridad.
El coro tuvo una afinaci¨®n correcta, a la que se ha de a?adir la gran ductilidad en la potencia que permite un elevado n¨²mero de efectivos. L¨®pez Cobos se pudo permitir as¨ª una fina matizaci¨®n de la amplia gama din¨¢mica de la partitura: desde esos pianissimi de gran sutileza, solo alcanzables con una gran masa sonora, a unos forte y fortissimi realmente rotundos. Con el refuerzo se resinti¨® algo ese timbre que ha desarrollado el Coro de la OSG, al que se ha llegado a acostumbrar la afici¨®n coru?esa y con el que no lleg¨® a empastar todo lo que ser¨ªa deseable el del Coro de la Generalitat Valenciana. Aunque este aspecto mejor¨® notablemente el s¨¢bado, cuando desaparecieron algunas tensiones sufridas el viernes en el registro m¨¢s agudo.
Dos puntos a considerar finalmente. L¨®pez Cobos hace descansar varias veces al coro mientras ¨¦l no llega ni a apoyarse un momento en la barandilla del podio. Es un misterio de d¨®nde saca tanta energ¨ªa L¨®pez Cobos; solo su mirada, con esa luz que irradia de sus ojos tras los conciertos, puede dar una pista. En esta fase de su carrera y de su vida est¨¢ dedicado a lo que cualquier m¨²sico desear¨ªa: interpretar la m¨²sica que quiere hacer, la que m¨¢s ama. Y lo hace con la libertad absoluta de quien ya no necesita demostrar nada a nadie, ni siquiera a s¨ª mismo, pero es capaz de sacar de una partitura todo su contenido material, emocional y espiritual, como quien exprime hasta la ¨²ltima gota del zumo de un fruto bien maduro que, a estas alturas, a¨²n parece inagotable.
El fallecimiento de G¨¦rard Mortier pocas horas despu¨¦s del concierto dirigido el s¨¢bado por L¨®pez Cobos lleva a una reflexi¨®n sobre el car¨¢cter de este R¨¦quiem Alem¨¢n -que busca el consuelo para los vivos en vez del miedo a la muerte de la liturgia latina- y sobre lo transitorio y lo permanente. Porque, como rezan las ¨²ltimas palabras del texto -"sus obras los siguen"-, esta presencia de L¨®pez Cobos frente a la OSG permanecer¨¢ en la memoria de los aficionados coru?eses junto a tantas otras anteriores, estimulando en ellos el deseo de su pronta vuelta a la ciudad.
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