Espect¨¢culo desnortado y sin rumbo
Orejas a ninguna parte en tarde de verbena triunfalista
Cuatro orejas de bot¨ªn. De las cuatro, al menos tres no contaron ni contar¨¢n para la historia. Las de Padilla y Fandi, de un triunfalismo desaforado; las de Luque, una, producto de la inercia en tarde de verbena de principio a fin.
De toda la vulgaridad chabacana que fue la tarde, Daniel Luque pareci¨® de otro planeta taurino. Suyo fue lo mejor, al menos lo m¨¢s serio. Lo m¨¢s coherente. Lo que entra en los cauces de la normalidad. Luque le cort¨® las orejas al sexto que, junto con el tercero, fue lo mejor de una corrida blandita, noble y sin problemas de ning¨²n tipo. Lo que se dice una corrida casi de empacho por la falta de sal y pimienta.
Ese sexto, que pas¨® por el caballo sin molestar, fue un buen toro. Muy dulce, obediente, con embestida c¨¢lida. Rendido siempre sin condiciones. Al servicio del torero, salieran los muletazos como salieran. Y los muletazos, que fueron muchos, salieron con etiquetas variadas. Los hubo buenos, como una serie con la izquierda casi al final; la ¨²nica vez que Luque carg¨® la suerte. Otros, dir¨ªase la mayor¨ªa, dados de perfil. De partida con todas la ventajas del mundo tomadas por el torero. Tambi¨¦n, cierto, casi siempre el toro muy llevado. Luque domin¨® en todo momento la situaci¨®n, como muy autosuficiente. Tan largo fue ese trabajo, que a Luque le dieron un aviso antes de perfilarse. En plena congesti¨®n festiva, hubo voces en el tendido que pidieron incluso el indulto para el toro. Sensato Luque, que mont¨® la espada al margen del murmullo y recet¨® a tan noble animal una muy buena estocada. Al toro le dieron la vuelta en el arrastre. A Luque las dos orejas de ese toro. La vuelta al de Cuvillo, otra concesi¨®n para que la verbena fuera completa. La segunda oreja a Luque, eso mismo.
CUVILLO / PADILLA, FANDI, LUQUE
Toros de Joaqu¨ªn N¨²?ez del Cuvillo, correctos de presentaci¨®n. Astifinos. Los mejores, tercero y sexto, este premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Juan Jos¨¦ Padilla. Entera algo pasada ¨Caviso- (vuelta al ruedo); estocada (oreja).
El Fandi. Entera desprendida (silencio); entera rinconera (oreja).
Daniel Luque. Pinchazo, entera baja ¨Caviso- (silencio); gran estocada (dos orejas).
Plaza de Valencia, 16 de marzo. 8? de Fallas. Tres cuartos.
El tercer toro le sigui¨® a aqu¨¦l sexto en m¨¦ritos. Jabonero de capa; una cosita de toro muy mona. Buen toro en todo caso, tambi¨¦n, aunque de fuerzas muy justas. Al aire del Cuvillo lo tore¨® Luque. Sin obligarle; sin molestarle. Sin bajar la mano, por si acaso. Luque, as¨ª mismo suficiente. Relajado. Con la muleta en la izquierda corri¨® bien la mano, aunque con apenas eco en el tendido. Y una licencia final: desprovisto de la espada en la mano derecha, tore¨® al natural con tanto exceso de confianza que un desarme se vio en apuros. El toro, ya consumido, se dej¨® matar pegado a las tablas.
Lo de Padilla y Fandi fue la fiesta del pueblo. El toro que abri¨® plaza, de fin¨ªsimas puntas, protest¨® en cuanto no era bien llevado, que result¨® ser casi siempre. Padilla, visto que no lograba acoplarse, pidi¨® por su cuenta y riesgo que la m¨²sica empezase la fiesta. Y empez¨®. Desde ese momento, una faena consumista. Muy encima del toro. La ¨²ltima serie al natural le sali¨® decente; circulares por aqu¨ª y por all¨¢. Pill¨® al toro en el platillo y, sin pensarlo, all¨ª mont¨® la espada. Antes de todo esto, tres pares de banderillas nada m¨¢s que cumplidores.
Al cuarto lo recibi¨® de rodillas a porta-gayola: una larga cambiada y tres m¨¢s, estas sobre las rayas. En banderillas mejor¨® la versi¨®n: un buen primer par, un segundo de poder a poder y un tercero al viol¨ªn. Un buen tercio, al que sobraron gestos. Montada la muleta, se hinc¨® de rodillas. Una serie de derechazos arrancaron la faena, ya con el p¨²blico embalado. De pie, muy fuera de cacho, Padilla lo intent¨®, pero el toro no quiso sumarse a la fiesta y se escap¨® de la muleta camino hacia las tablas. Camino sin retorno, pues all¨ª se qued¨®. Padilla insisti¨® sin sacar nada en claro: ni un pase le pudo dar. Pero la estocada desat¨® al paroxismo en el tendido y cay¨® la oreja m¨¢s absurda de toda la Feria. Padilla pase¨® el despojo enarbolando una bandera pirata. La gente lo celebr¨®.
Otra oreja de menos de medio pelo fue para El Fandi, del quinto toro, cuando la verbena viv¨ªa sus momentos m¨¢s altos y el toreo los m¨¢s bajos posibles. Alardes de El Fandi en banderillas, con una s¨²per demostraci¨®n atl¨¦tica. En el tercer par puso tres banderillas, una al viol¨ªn y dos cuarteando. Los rodillazos iniciales dieron paso a una faena donde Fandi tore¨® m¨¢s al tendido que al toro. Forzados toro, que acud¨ªa al paso, y torero, todo transcurri¨® entre una gran algarab¨ªa sin control alguno. La estocada rinconera que dio Fandi, dio paso a otra oreja con direcci¨®n a ninguna parte.
En el segundo, recibido de rodillas con una larga cambiada, Fandi tambi¨¦n mont¨® su particular fiesta. El toro, rebrincadito al principio por el pit¨®n izquierdo, poco a poco fue perdiendo fuelle y entrega. Fandi, forzado, compuso una faena que fue un barullo. Con muy poco orden y sentido. Esa faena comenz¨® con rodillazos y acab¨® de igual guisa. Muerto el toro, la gente, c¨®mplice incondicional del torero, no dijo ni pio.
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