Funeral de ¡®Estado¡¯ para un alcalde
Los Pr¨ªncipes de Asturias, la vicepresidenta del Gobierno y las instituciones vascas acompa?aron al pueblo de Bilbao en una sentida y masiva despedida
El coraz¨®n de los bilba¨ªnos desbord¨® ayer la sencillez que I?aki Azkuna hab¨ªa pedido al propio obispo Iceta para su funeral. En una g¨¦lida ma?ana de sirimiri, cuando nadie levantaba la voz en el Casco Viejo, coraz¨®n reconocido de la capital vizca¨ªna, miles de ciudadanos de a pie se apresuraban para hacerse un hueco en los alrededores de la catedral de Santiago. Quer¨ªan despedir agradecidos a su alcalde m¨¢s querido, al que han idolatrado con el paso de los ¨²ltimos 15 a?os hasta concederle una mayor¨ªa absoluta que se sabe ya imposible en Euskadi, quiz¨¢ para hacer realidad el augurio de que Azkuna ser¨¢ irrepetible en la pol¨ªtica vasca.
En una ceremonia religiosa in¨¦dita en su fondo y forma, con pantallas gigantes instaladas en lugares estrat¨¦gicos para compartir durante el oficio el sentimiento un¨¢nime de hasta 15.000 personas de todo tipo y condici¨®n social, econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural, Bilbao acogi¨® sin pretenderlo ¡ªy mucho menos Azkuna¡ª un funeral de Estado. Lo m¨¢s propio para alguien que, s¨®lido en sus principios, siempre tuvo en su ideario pol¨ªtico una visi¨®n estadista de la convivencia y, sobre todo, de la estabilidad.
Bajo la presidencia de los Pr¨ªncipes de Asturias, con quien el desaparecido alcalde ha compartido para incomodidad de muchos nacionalistas tantas confidencias, an¨¢lisis hist¨®ricos y, claro, buena mesa sin cubiertos de plata, el funeral uni¨® en las mismas filas a gobernantes y pol¨ªticos que piensan muy distinto. Vaya, la integraci¨®n efectiva desde la diversidad ideol¨®gica por la que siempre apost¨® la liberalidad de Azkuna. Una fotograf¨ªa similar, incluso, a la que proporcion¨® esa obligada caminata entre dos calles, desde el hall del teatro Arriaga hasta la catedral, cubierta bajos sendos paraguas por lehendakaris tan diferentes como Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe y L¨®pez. A todos ellos, encabezados por I?igo Urkullu, se les tribut¨® un improvisado aplauso cuando entraban al atiborrado templo, en cuyo interior ya les esperaba la desconsolada familia de Azkuna, en especial su hijo Alex, respondiendo con entereza al golpe an¨ªmico.
La ceremonia comenz¨® puntual a los sones del? Agur Jaunak? y dur¨® 62 minutos
No se registr¨® un solo incidente. Como si nadie quisiera contrariar la memoria de un alcalde habituado a bramar contra las alteraciones callejeras, siempre guiado por su af¨¢n preventivo de que la fotograf¨ªa de los disturbios da?aba a Bilbao. Un efectivo control policial, distribuido sin alardes desde primeras horas entre los accesos a las populares y entrecruzadas Siete Calles, facilit¨® una concentraci¨®n mod¨¦lica jam¨¢s conocida. Ni siquiera nadie discuti¨® por asegurarse una de las miles de sillas habilitadas en la Plaza Nueva o en el p¨®rtico de la catedral mientras no dejaba de llover y en las pantallas se pod¨ªan escuchar las canciones que siempre gustaron a Azkuna.
Fue, sin duda, un funeral de corte coral, encajado en esa sobriedad que sin pretenderlo lo consigue, evocando por s¨ª misma el buen gusto musical, o quiz¨¢ como ocurre en este caso con Azkuna, el o¨ªdo exigente. As¨ª lo hab¨ªa querido el alcalde al disponer hasta el ¨²ltimo detalle de su despedida, de la que, a buen seguro, se sentir¨¢ satisfecho porque mantuvo su austeridad. Adem¨¢s, comenz¨® puntual como a ¨¦l le gustaba y se atuvo, incluso, al horario previsto.
La ceremonia dur¨® 62 minutos, casi un cuarto de hora menos de las estimaciones iniciales. A los sones del Agur Jaunak comenz¨® el funeral cuando ya hab¨ªan sonado las campanadas del mediod¨ªa en la catedral. Era una de las piezas obligadas como la presencia de Bach y Mozart para cumplir con los deseos del mel¨®mano Azkuna, como ocurri¨® con la presencia de la soprano Olga Revuelta, una voz que le encantaba. Pero tambi¨¦n hab¨ªa un hueco para el coro de Bilbao y el coro de la catedral, compenetrados en el Gure Aita y de manera especial en la interpretaci¨®n del Bego?ako Andra Mari, el himno de la patrona de Bilbao y Bizkaia que tantas veces hac¨ªa deleitar a Azkuna, devoto de esta virgen y a quien jam¨¢s tuvo reparos en admitir que se encomendaba m¨¢s de una vez. Miles de voces, en el exterior, se unieron entusiastas a esta interpretaci¨®n. Todo se fue cumpliendo como dispuso el alcalde.
Entre los asistentes se encontraban Mart¨ªn Garitano, Carlos Urquijo y los presidentes de BBVA e Iberdrola
Al horario ajustado contribuy¨®, sin duda, el obispo de Bilbao, Mario Iceta, que ofici¨® el funeral desde el presbiterio junto a medio centenar de concelebrantes, entre ellos el rector de la Universidad de Deusto, Jos¨¦ Mar¨ªa Guibert, y el vicario de la di¨®cesis vizca¨ªna, Angel Mari Unzueta. Como maestro de ceremonia, el de¨¢n de la catedral de Santiago, Luis Alberto Loyo. Uriarte y Loyo fueron los encargados de dar la paz, estrechando las manos a la primera fila de autoridades compuesta, a un lado, por los Pr¨ªncipes, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa y el matrimonio Urkullu, y al otro por la familia Azkuna.
En el resto del templo, las muestras de hondo pesar se hicieron especialmente patentes en este acto voluntario. All¨ª estaban los diputados generales de los tres territorios, incluido Martin Garitano (EH Bildu), que lleg¨® acompa?ado por Aitziber Ibaibarriaga, portavoz abertzale en Bilbao. Compart¨ªan su dolor con el delegado del Gobierno, Carlos Urquijo, o el conjunto de actuales consejeros y excargos de la Administraci¨®n vasca.
Todas las instituciones de Euskadi testimoniaron este reconocimiento a la figura de Azkuna. Ocurri¨® otro tanto con los numerosos representantes de la econom¨ªa, a quienes el alcalde siempre anim¨® a mantener su hist¨®rica sede social en Bilbao como Francisco Gonz¨¢lez, presidente del BBVA, o Ignacio S¨¢nchez Gal¨¢n, m¨¢ximo responsable de Iberdrola y que se ha deshecho en elogios hacia la trayectoria pol¨ªtica de Azkuna, firme defensor de que la Torre Iberdrola fuera una realidad. Tras la bendici¨®n de Iceta, el pueblo llano se entremezcl¨® con el de los trajes y corbatas. Parec¨ªa una premonici¨®n. Azkuna nunca estigmatiz¨® a nadie. Ayer todos le devolvieron el afecto.
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