Las mil muertes de Franco
Solo quienes permanecieron aferrados a la dictadura hasta el ¨²ltimo momento pueden proclamar que la democracia la trajeron unos cuantos pr¨®ceres
Julia hab¨ªa tenido una vida feliz hasta que cumpli¨® los 15 a?os y empezaron a caer sobre ella una lluvia de prohibiciones. Muchas ten¨ªan que ver con su condici¨®n femenina y esa vigilancia especial sobre el sexo que las familias deb¨ªan ejercer y otras con la libertad de leer, escuchar m¨²sica o manifestar sus opiniones. Empez¨® a conocer gente distinta, a alimentar un ans¨ªa de vida y de conocimientos que necesitaban urgentemente el ox¨ªgeno de la libertad. Franco muri¨® en su casa el d¨ªa en que apareci¨® vestida con una min¨²scula minifalda, un abrigo abierto y largo hasta los pies, unas enormes gafas de sol en pleno invierno y un disco de canciones con letras incomprensibles.
Varios a?os antes de que muriera el dictador, el franquismo hab¨ªa muerto en cada casa de una forma diferente. Acabaron con ¨¦l los j¨®venes que no aceptaban las prohibiciones, la incultura, la hipocres¨ªa de una sociedad irrespirable. Miles de j¨®venes como Julia abandonaron sus casas, hicieron de la universidad y de los centros de ense?anza su cuartel general y se enfrentaron cara a cara con los antidisturbios, las multas y las expulsiones. Muchos de ellos perdieron sus becas, sus carreras, su amparo familiar. Ni siquiera voy a citar las detenciones, las palizas, las torturas, con las que cientos de polic¨ªas como Billy el Ni?o intentaban borrar las aspiraciones de libertad.
Eduardo ya no era tan joven, hab¨ªa cumplido los 30. Era trabajador de una f¨¢brica automovil¨ªstica de Sevilla. En su casa le hab¨ªan ense?ado dos cosas absolutamente contradictorias: el ansia de libertad y el miedo a la represi¨®n. A los de su generaci¨®n les toc¨® salir a la calle a conquistar las libertades. Ellos siempre las citaron as¨ª, en plural, con contenido concreto. Fue detenido, apaleado, encerrado en cinco ocasiones. No le da una gran importancia a todo esto. ¡°Los que lo tuvieron duro fueron los que pelearon unos a?os antes. Esos s¨ª que eran h¨¦roes¡±, sentencia.
Es verdad que Franco muri¨® en la cama, pero el franquismo muri¨® en cada casa, en cada plaza, en cada pueblo y ciudad. Acabaron con ¨¦l una resistencia hist¨®rica a la dictadura y la incorporaci¨®n de millones de j¨®venes a la causa de la libertad. Solo quienes permanecieron aferrados a la dictadura hasta el ¨²ltimo momento pueden proclamar que la democracia la trajeron unos cuantos pr¨®ceres que se pusieron de acuerdo en un texto constitucional y en una forma de gobierno. No, la democracia se implant¨® como ¨²ltimo recurso porque el r¨¦gimen de Franco era ya insostenible, porque la calle ya no era suya y, a pesar del miedo, cada vez m¨¢s sectores necesitaban respirar el aire de la libertad.
Las Julias y Eduardos son los verdaderos h¨¦roes de la transici¨®n. Los nombres conocidos s¨®lo pactaron las nuevas reglas de juego ¡ªque no es poco¡ª y plasmaron las condiciones de sus respectivas derrotas. ?Se pudo haber avanzado m¨¢s? ?Faltaron fuerzas para hacer una verdadera ruptura democr¨¢tica o se renunci¨® gratuitamente a ella? Desgraciadamente antes importaba qui¨¦n escrib¨ªa la historia, ahora solo interesa qui¨¦n hace la escaleta del pr¨®ximo telediario. A¨²n as¨ª, son m¨¢s importantes los sue?os del futuro que la historia del pasado. Y me temo que con estos nuevos mitos no pretenden tanto modificar la historia como vacunarnos contra el sue?o de un futuro que no controlan.
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