La Espa?a que lleg¨® a Barcelona
La exposici¨®n que se exhibe en el castillo de Montju?c muestra los cambios que trajo la ocupaci¨®n franquista en 1939
En el castillo de Montju?c puede visitarse una digna exposici¨®n sobre los primeros a?os de Barcelona ocupada por el ej¨¦rcito franquista, desde su entrada en la ciudad el 26 de enero de 1939. Despu¨¦s de esta fecha en la ciudad, y en toda Espa?a, desde el 1 de abril, fecha del final formal de la guerra, la dictadura de Franco inici¨® una feroz guerra contra todo opositor pol¨ªtico, persistente, s¨®rdida y tanto o m¨¢s cruel que la que comenz¨® con el golpe contra la Rep¨²blica. La exposici¨®n refleja algunos aspectos del impacto del nuevo r¨¦gimen en la ciudad entre 1939 y 1945: la geograf¨ªa de las prisiones, la presencia del nacional-catolicismo, la organizaci¨®n de la escuela, la simbolog¨ªa nazi-fascista, el franquismo catal¨¢n, los procesos de depuraci¨®n, etc¨¦tera.
Opositor pol¨ªtico era todo aquel que de una u otra forma hab¨ªa mostrado su apoyo a la legitimidad democr¨¢tica del r¨¦gimen nacido el 14 de abril de 1931. La represi¨®n se organiz¨® a trav¨¦s de un arsenal legal dirigido por Serrano Su?er, en el que los principios generales del Derecho fueron ignorados, como la prohibici¨®n de la aplicaci¨®n retroactiva de normas penales y sancionadoras menos favorables. Este fue el caso del C¨®digo Penal o de la Ley de Responsabilidades Pol¨ªticas de 1939, cuyos efectos se retrotrajeron al primero de octubre de 1934. Pero adem¨¢s, y al margen de cualquier apariencia de regulaci¨®n jur¨ªdica, lo que predomin¨® en aquellos primeros a?os fueron los consejos de guerra sumar¨ªsimos sin garant¨ªas procesales, que conclu¨ªan con pena de muerte o altas condenas de prisi¨®n; fusilamientos masivos en el Campo de la Bota que llegaron incluso a sorprender al ministro de Exteriores italiano, el conde Ciano, nada sospechoso de dem¨®crata; campos de concentraci¨®n hacinados, entre otros, en los barrios de Horta y el Poblenou; prisiones para mujeres como la de Les Corts, descrita en sus libros por la inolvidable Tomasa Cuevas o la tortura como pr¨¢ctica habitual de la polic¨ªa, asesorada por la Gestapo de Himmler, recibido en Barcelona con todos los honores.
En realidad, la instauraci¨®n de la dictadura no fue una excepci¨®n hist¨®rica. El r¨¦gimen franquista fue un ejemplo m¨¢s ¡ªaunque sin duda, el m¨¢s duro y cruel por su duraci¨®n¡ª de una larga lista de pronunciamientos militares, dictaduras y otras formas de gobiernos carentes de una m¨ªnima legitimaci¨®n, que se hab¨ªan sucedido a lo largo del proceso de construcci¨®n del Estado espa?ol contempor¨¢neo. La ¨²nica excepci¨®n democr¨¢tica tangible fue la II Rep¨²blica, un intento reformista de modernizaci¨®n de un Estado que hasta 1931 viv¨ªa bajo la ¨¦gida de una monarqu¨ªa corrupta y un sistema econ¨®mico olig¨¢rquico.
Relevantes sectores de la sociedad barcelonesa y catalana apoyaron el r¨¦gimen que se instauraba,? que poco tiempo despu¨¦s gozar¨ªan de las noches oper¨ªsticas del Liceo con el brazo en alto
Entre los lemas que las tropas del general Yag¨¹e ¡ªel s¨¢trapa y contrastado criminal de guerra en la toma de Badajoz en 1936¡ª utilizaron al ocupar Barcelona figuraba: ¡°Ha llegado Espa?a¡±. Con esta frase el r¨¦gimen que se instauraba expresaba claramente sus intenciones, a las que dieron apoyo relevantes sectores de la sociedad barcelonesa y catalana que poco tiempo despu¨¦s gozar¨ªan de las noches oper¨ªsticas del Liceo con el brazo en alto: los Mateu i Pla, Sagnier, Cuadras, Sent¨ªs, Porcioles, Gual Villalv¨ª, Samaranch, Porta y tantos otros.
Sin olvidar la financiaci¨®n que Camb¨® otorg¨® a los sublevados o la salutaci¨®n a los mismos en aquella miserable cr¨®nica, Retorno sentimental de un catal¨¢n a Gerona, del gran prosista Jos¨¦ Pla (despu¨¦s Josep), publicado en la Vanguardia Espa?ola el 10 de febrero de 1939, cuando evocaba a los soldados de Franco como ¡°?Muchachos magn¨ªficos (¡) ?Qu¨¦ buenas caras, qu¨¦ salud, qu¨¦ musculaturas tensas¡¡± y a la vez se refer¨ªa a los prisioneros del ej¨¦rcito republicano como ¡°un reba?o de dos o tres mil (¡) conducidos por una pareja de la Guardia Civil, a pie, hacia Barcelona¡± y conclu¨ªa: ¡°El contraste con nuestras tropas es indescriptible¡±.
Aquella concepci¨®n de Espa?a era un retorno al pasado. A una dictadura centralista que reprim¨ªa las libertades y la lengua catalana, un Ej¨¦rcito implicado directamente con el poder pol¨ªtico, una omn¨ªmoda presencia social de la Iglesia Cat¨®lica, un sistema de partido ¨²nico a semejanza del modelo fascista y un sistema econ¨®mico aut¨¢rquico, que retrotra¨ªa al pa¨ªs a los tiempos de la monarqu¨ªa borb¨®nica.
Cierto, la que ocupaba Barcelona era su Espa?a, dedicada a aniquilar toda herencia republicana. Un r¨¦gimen democr¨¢tico que, con sus luces y sus sombras, dot¨® a la ciudadan¨ªa de una Constituci¨®n, con un amplio cat¨¢logo de derechos y libertades; instituy¨® el derecho a la autonom¨ªa a partir del cual Catalu?a se dot¨® del Estatuto de 1932; cre¨® una escuela p¨²blica y laica, fuera del control de las ordenes religiosas; promovi¨® la racionalizaci¨®n del Ej¨¦rcito e intent¨® una reforma agraria como premisa para modernizar el sistema econ¨®mico y la distribuci¨®n equitativa de la riqueza. Y esa era una Espa?a que desaparec¨ªa de Barcelona.
(En memoria de Juan Carrillo y Asunci¨®n L¨®pez)
Marc Carrillo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra.
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