Dentro de la burbuja menonita
El fot¨®grafo Miguel Bergasa muestra en una exposici¨®n su trabajo en Paraguay sobre la comunidad religiosa, alejada del mundo y renuente a la tecnolog¨ªa
Los vio por primera vez en 1983, en la calles de Asunci¨®n, capital de Paraguay. Ellos vest¨ªan con petos y sombreros, ellas con vestidos de flores y pamelas. Sus pieles eran claras, como sus ojos y sus cabellos, diferentes de la tez t¨ªpica del paraguayo. Ven¨ªan a la ciudad a vender el queso que produc¨ªan en sus colonias. Y parec¨ªan sacados de otro siglo.
¡ª¡°?Qui¨¦nes son esos?¡±, pregunt¨® Miguel Bergasa.
¡ª¡°Los menonitas¡±, le respondieron.
El fot¨®grafo decidi¨® entonces que quer¨ªa hacer un trabajo sobre esa extra?a comunidad congelada en el tiempo y en 1988 regres¨® al pa¨ªs latinoamericano para hacer un reportaje fotogr¨¢fico y un documental que se emiti¨® en Televisi¨®n Espa?ola. Pero lo primero era encontrarlos.
¡°Nadie sab¨ªa muy bien d¨®nde estaban¡±, explica Bergasa, ¡°aunque hay 28.000 menonitas en Paraguay, no todos son de la rama conservadora que viste de esta manera y vive en comunidades agr¨ªcolas ajenas a todas las ventajas del progreso tecnol¨®gico¡±. Los menonitas son una secta religiosa que surgi¨®, liderada por el sacerdote cat¨®lico Menno Simons, en el siglo XVI, despu¨¦s de la Reforma luterana. Han llevado una vida errante, huyendo primero de Centroeuropa para asentarse en Rusia y posteriormente, espoleados por la persecuci¨®n que sufrieron despu¨¦s de la Revoluci¨®n de Octubre de 1917, desplazarse hacia el continente americano.
All¨ª, en M¨¦xico, en Bolivia, en Paraguay, la comunidades m¨¢s ortodoxas viven alejadas de las carreteras y los n¨²cleos urbanos. ¡°Piensan que en la ciudad est¨¢n la tentaci¨®n y el pecado¡±, cuenta Bergasa, ¡°y no quieren tener facilidades para acercarse a ¨¦l¡±.
El reportero oy¨® decir que hab¨ªa unos 15.000 en el Chaco paraguayo y all¨ª se encamin¨®. Encontraron tres colonias, pero perfectamente adaptadas a los tiempos actuales. ¡°Entonces me recomendaron buscarlos en la parte oriental del pa¨ªs¡±, dice el fot¨®grafo, ¡°pero, claro, eso es tan dif¨ªcil como buscarlos por todo el sur de Espa?a¡±. Finalmente a trav¨¦s de un ch¨®fer consigui¨®, despu¨¦s de 12 horas de viaje, encontrar la colonia de Nueva Durango, cerca de Curuguaty, que se hab¨ªa establecido all¨ª en 1978 proveniente de Durango, M¨¦xico, motivo por el cual les llamaban ¡°los mexicanos¡±. El resultado de su visita, y de otras dos que hizo a lo largo de 23 a?os, se puede ver en la galer¨ªa Espaciofoto hasta el 30 de abril, dentro de la muestra Mennonitas. Tal vez lo m¨¢s inquietante de las fotos de Bergasa es que, aunque han sido tomadas a los largo de m¨¢s de dos d¨¦cadas, en la burbuja menonita nada parece haber cambiado.
¡°Fue como regresar por el t¨²nel del tiempo¡±, reflexiona Bergasa. Los menonitas viv¨ªan en una gran extensi¨®n de terreno, en casas de madera, sin electricidad ni ning¨²n adelanto tecnol¨®gico, dedicados laboriosamente a la ganader¨ªa y al cultivo del ma¨ªz y la soja. ¡°Viven de acuerdo a tres pilares: su lengua, un antiguo dialecto del alem¨¢n, la Biblia y su pacifismo. Rechazan el servicio militar. Se casan muy j¨®venes y tienen ocho, diez o m¨¢s hijos. Cuando no pueden vivir a su manera, se cambian de pa¨ªs¡±. All¨ª Bergasa pudo habitar entre ellos y fotografiarles, gracias a la inestimable ayuda de Jacob Wall, un hombre inquieto que le allan¨® el camino en la comunidad y que no parec¨ªa encajar del todo en esa r¨ªgida forma de vida. ¡°Es una vida mon¨®tona y gris, viviendo de sol a sol, que desde fuera no comprendemos bien¡±, conf¨ªa el autor de la exposici¨®n.
Quince a?os despu¨¦s de su primer viaje, en 2003, Bergasa regres¨®. Visit¨® a Jacob Wall:
¡ª¡°?Te acuerdas de m¨ª? Soy Miguel¡±, le dijo a Wall.
¡ª¡°S¨ª. Bergasa¡±, le respondi¨® el menonita.
Casi no hab¨ªa cambiado nada, pero ya hab¨ªan colocado un tendido el¨¦ctrico y comenzaban a utilizar frigor¨ªficos. ¡°Esto caus¨® gran pol¨¦mica¡±, recuerda el fot¨®grafo, ¡°se vot¨® en la asamblea por la que se rigen y la mitad de los que no estaban de acuerdo con introducir la electricidad levantaron sus casas y se fueron a Bolivia¡±.
Todav¨ªa regres¨® en otra ocasi¨®n, esta vez en 2011. Pero Jacob Wall no estaba. En su casa, donde hall¨® a su mujer y algunos de sus 13 hijos, le explicaron que por diferencias con la comunidad Wall hab¨ªa sido expulsado. ¡°Ahora mi padre tiene tel¨¦fono celular¡±, le dijo el hijo de 20 a?os, que ahora era el cabeza de familia. Bergasa localiz¨® a Wall y le cit¨® en Asunci¨®n. Entonces vest¨ªa de modo ¡°normal¡±, ten¨ªa coche, y ejerc¨ªa de pastor evang¨¦lico. No pod¨ªa ver a su familia, a la que hab¨ªan puesto en su contra. ¡°Se acaba de casar uno de mis hijos y no he podido asistir a la boda¡±, le dijo Wall.
El fot¨®grafo telefone¨® hace un par de meses a Wall, para, previamente a la exposici¨®n, conocer su estado actual y el de Nueva Durango. ¡°Sigo expulsado de la colonia... Pero ya he podido visitar a mis hijos¡±.
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