Europa no quiere polizones del euro
Para reingresar en la uni¨®n monetaria o usar el euro tras quedarse fuera se requiere un acuerdo por unanimidad
En el detalle viaja el diablo. El informe Les vies d'integraci¨® de Catalunya a la Uni¨® Europea, del Consejo para la Transici¨®n, es m¨¢s que voluntarioso. Sostiene que si Catalu?a se segrega de Espa?a, los dos escenarios m¨¢s probables ser¨ªan el de una salida-reingreso de la Uni¨®n Europea (UE) pr¨¢cticamente simult¨¢neos; o el de una reintegraci¨®n ad-hocy a toda velocidad.
El detalle relevante: se reconoce que en las dos hip¨®tesis ¡ªlas otras son larga espera o exclusi¨®n eterna¡ª la integraci¨®n ¡°tampoco¡± ser¨ªa ¡°estrictamente autom¨¢tica¡± (p¨¢gina 26). O sea, por un periodo, aunque fuese breve, la Catalu?a independiente quedar¨ªa excluida de Europa, pues la UE es la ¨²nica Europa real existente. Y mediando el requisito de unanimidad para el ingreso, el riesgo de larga cuarentena es inquietante.
?Qu¨¦ pasar¨ªa con la moneda? ¡°En cualquier escenario Catalu?a va a estar en el euro, mientras cumpla las condiciones, como ahora. Hay pa¨ªses que no est¨¢n en la UE y tienen euro. Catalu?a lo tendr¨¢ si quiere¡±, aventur¨® Artur Mas en septiembre.
Le escriben mal los guiones. Acoger a un nuevo pa¨ªs en la uni¨®n monetaria depende del voto de sus socios, m¨¢s que de la voluntad del candidato. Los requisitos de convergencia, adem¨¢s de los l¨ªmites de deuda (60% del PIB) y d¨¦ficit (3%) establecen que el aspirante acredite un a?o entero de inflaci¨®n baja y un tipo de inter¨¦s no peor en m¨¢s de dos puntos a los tres mejores Estados miembros. Es decir, se requiere un a?o de antesala. Claro que eso se puede cambiar, pero con una reforma del Tratado y ¡ªsin responsabilizar ex-ante a Espa?a¡ª a veces los referenda ratificadores son negativos (Maastricht, Niza, Constituci¨®n). Algunos toman como reh¨¦n a la UE para medrar. ?Conviene correr el riesgo?
Tambi¨¦n se puede crear una moneda propia y pegarla a la europea, como Argentina (y otros) han hecho con el d¨®lar. Eso exige un acuerdo formal entre ambas partes. Se establece un tipo de cambio fijo; la convertibilidad a esa paridad; y un compromiso de plazo. El Consejo de la UE decide por unanimidad (art. 219.1 del TUE).
Es el mecanismo del currency board. Pero la historia no le otorga buenos resultados, salvo en casos de pa¨ªses min¨²sculos, ciudades-Estado o peque?as islas sucursalizadas. Es (con la variante de la sustituci¨®n completa de la moneda anterior por el euro) la planilla utilizada en los casos de M¨®naco, San Marino, Vaticano y Andorra. ¡°No es adecuado para las econom¨ªas diversificadas¡±, concluye un estudio del FMI (Are currency boards a cure for all monetary problems?, Enoch-Gulde, diciembre 1998).
La adopci¨®n pactada del euro (como en los casos citados) excluye a sus beneficiarios de las ventajas que da el BCE a sus socios, salvo su uso y el acceso al sistema de pagos (art¨ªculos 5 y 9 del acuerdo UE-Andorra, del 30 de junio de 2011). Y tambi¨¦n de los flujos de liquidez que salvan a la banca. Salvo, si acaso, las cantidades m¨¢s bien simb¨®licas para las sucursales ubicadas en la eurozona (ver esta p¨¢gina, 22 de diciembre 2013).
Tambi¨¦n se podr¨ªa ir por la brava, usar el euro de matute: aunque eso dar¨ªa lugar a ineficacia, inestabilidad e insuficiencia de suministro de numerario: escasez de monedas y billetes.
La Uni¨®n se ha manifestado solemnemente contra la adopci¨®n unilateral del euro, o ¡°eurizaci¨®n¡± unilateral (neologismo por analog¨ªa con ¡°dolarizaci¨®n¡±). ¡°Es contraria al Tratado¡±, dictamina uno de los escasos expertos espa?oles en el asunto, Manuel L¨®pez Escudero, (La ampliaci¨®n de la zona euro desde una perspectiva jur¨ªdica, en Los Tratados de Roma en su cincuenta aniversario, Asociaci¨®n de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, Marcial Pons, 2008). ¡°Como la adopci¨®n del euro es la culminaci¨®n de un proceso de convergencia estructurado en un marco multilateral, las instituciones de la UE y el BCE se han opuesto¡± a ella, a?ade.
En efecto, ¡°ser¨ªa contraria al razonamiento econ¨®mico en que se basa la uni¨®n monetaria en el Tratado¡± como culminaci¨®n de la convergencia, y ¡°no puede constituir un modo de eludir las etapas previstas en el Tratado para la adopci¨®n del euro¡±, reza la conclusi¨®n del Ecofin del 7 de noviembre de 2000 (Consejo, 417). Es id¨¦ntica la posici¨®n escrita del Consejo de Gobierno del BCE adoptada en su reuni¨®n del 18 de diciembre de 2003.
Eso puede cambiarse, como todo en la vida. Pero habr¨ªa que cambiar tambi¨¦n la filosof¨ªa subyacente de la Uni¨®n. La de extremar la prudencia en la internacionalizaci¨®n del euro, que explica ¡°la posici¨®n neutral del BCE dirigida a no promover directamente, ni tampoco entorpecer, el uso internacional del euro¡±, como sintetiz¨® su consejero ejecutivo Lorenzo Bini-Smaghi (en The euro at ten: the next global currency?, Jean Pisani-Ferry y Adam S. Posen eds., institutos Peterson y Bruegel, 2009).
En suma: Europa no quiere polizones monetarios.
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