¡°Sufrimos mucho, que es lo que toca, pero as¨ª se consiguen las cosas aqu¨ª¡±
Miles de hinchas del Chelsea se mezclan en las calles de la capital con los ilusionados atl¨¦ticos
El le¨®n azul tatuado en la pantorrilla lo delata. Tim Pooley, de 50 a?os, lleva diez siguiendo al Chelsea por toda Europa. Solo se ha perdido un partido, en Rusia, y fue por un error burocr¨¢tico. Si sumamos los de Champions y los de la Liga inglesa, este director de proyectos de una constructora ha visto a su equipo en directo m¨¢s de 1.500 veces en toda su vida. Enfundado en su camiseta de Frank Lampard, Pooley busca con impaciencia una cervecer¨ªa donde empezar a calentar motores. A su lado, su mujer y cuatro amigos. Todos blues (por la camiseta azul de su equipo). "Lo que tenemos nos lo gastamos en f¨²tbol", afirma p¨ªcaro uno de ellos, Peter Jones.
?l y otro de sus colegas ya tienen reservadas cuatro noches en un hotel de La Albufera, en Portugal, pa¨ªs donde se disputar¨¢ la final europea el 24 de mayo. "Sabemos que nos la hemos jugado, pero confiamos en que vamos a pasar. Y si no, nos pegamos unas peque?as vacaciones", explica socarronamente el ingl¨¦s mientras toma asiento en una terraza de la calle de la Montera. El grupo pasar¨¢ por algunas m¨¢s en las horas previas al duelo de semifinales de la Liga de Campeones, en el que su adorado Chelsea se enfrenta al Atl¨¦tico de Madrid.
"Creemos que vamos a empatar, pero la eliminatoria la pasamos", prosigue Jones, uno de los 3.000 aficionados que ha viajado a la capital para presenciar el choque. ¡°Ellos est¨¢n jugando bien y la cosa va a estar re?ida, pero nosotros tenemos m¨¢s experiencia en este tipo de partidos¡±. Sin ir m¨¢s lejos, en 2009 los blues ya dejaron clara esa condici¨®n de equipo experimentado. El Atl¨¦tico necesitaba ganar s¨ª o s¨ª para apurar sus opciones europeas, pero solo consigui¨® empatar a dos en un partido controlado por los ingleses. "Mourinho sabe lo que hace, confiamos en la victoria", apostilla con arrogancia desenfadada Jones, en referencia al entrenador de su equipo. A su lado, una figura disfrazada de Homer Simpson y ataviada con la camiseta del delantero atl¨¦tico Diego Costa reparte abrazos y desea suerte a la hinchada.
A diferencia de Pooley y sus colegas, para Trevor y su hija Olivia, de 13 a?os, esta es la primera vez. Lo suyo, eso s¨ª, es un viaje expr¨¦s: salir por la ma?ana de Londres, disfrutar del partido en Madrid y regresar a casa poco despu¨¦s de medianoche. ¡°Courtois es un portero excelente. ?C¨®mo no, es nuestro!¡±, se regodea el ingl¨¦s. ¡°Y cuando tengamos a Costa tambi¨¦n nos caer¨¢ bien¡±, a?ade. Padre e hija comen pizza en la cafeter¨ªa Magerit, en la Plaza Mayor. Su encargado, Juli¨¢n Fern¨¢ndez, no da abasto: la terraza est¨¢ hasta arriba de camisetas azules. Aunque el hostelero esperaba m¨¢s movimiento. "Otros a?os esto se llena de hooligans que cantan y la l¨ªan. Esta vez est¨¢n muy tranquilos". Con todo, cada vez que un equipo europeo visita la capital, Fern¨¢ndez multiplica sus ingresos. La ¨²ltima vez que el Chelsea estuvo en Madrid, en Magerit vendieron 25 barriles de cerveza en una ma?ana, cuando lo habitual un martes cualquiera suele ser despachar "uno, dos a lo sumo".
La ¨²ltima vez que estuvieron aqu¨ª vendimos 25 barriles de cerveza, cuando lo normal es despachar uno, dos a lo sumo" Juli¨¢n Fern¨¢ndez, hostelero
M¨¢s tarde, a la hora del carajillo, ya se escuchan algunos augurios cerca del Calder¨®n.
¡ªDos de Costa y uno de Koke, tres a uno.
¡ªJoder, Rafa, que eso no nos vale, que luego all¨ª nos meten dos y se acab¨®.
Rafa, uno de los camareros del Pryce Caf¨¦, cercano al epicentro colchonero, insiste: ¡°Hoy 3-1, est¨¢ claro¡±. Sigue despachando copas, pero se nota que su cabeza ya est¨¢ en el partido. ¡°Sube la m¨²sica¡±, le pide un parroquiano que discute la alineaci¨®n con otros dos, ¡°que ya nos estamos poniendo nerviosos¡±. El hostelero, a lo suyo. ¡°Costa va a marcar, estoy seguro. Es un animal¡±, se autoconvence.
Fuera, en el paseo de las Acacias, hasta los ¨¢rboles se agitan. Temblequean nerviosos al sol. Y como ellos, la riada de aficionados que baja la margen derecha del camino, rumbo al estadio: algunos llevan la media sonrisa instalada en la cara, otros esfuman en dos caladas sus cigarrillos, otros dan saltitos y amagan remates de cabeza. "Hay que morir en el campo. Lo dem¨¢s da igual", dice Javi, forrado hasta arriba de parafernalia rojiblanca. El joven, que ha salido pronto de la planta cervecera donde trabaja, va de la mano de su novia. "Este es el mejor momento de la semana, el pase¨ªllo al Calder¨®n", cuenta apresurado. "Luego ya sufriremos, que es lo que nos toca. Pero as¨ª se consiguen las cosas aqu¨ª".
Bajando unos metros, apostado como siempre en una esquina de la glorieta de Pir¨¢mides, est¨¢ Jos¨¦ Mar¨ªa. Este vendedor de bufandas ha visto, durante a?os, pasar la historia del Atl¨¦tico ante sus ojos. "Aqu¨ª siempre hay mucha ilusi¨®", afirma, "pero s¨ª, este a?o es diferente". Mientras extiende la bufanda conmemorativa del choque, azul y roja, resume la emoci¨®n de la jornada: "Esta noche salen atl¨¦ticos hasta debajo de las piedras".
Una vez pasado el trance, y tras una catarata ag¨®nica de oportunidades en la porter¨ªa del Chelsea, el encuentro finaliza con empate a cero. La eliminatoria se decidir¨¢ la semana que viene en Londres.
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