Infancias y escuelas
El autor rebate la idea de que el alumno alcanza el ¨¦xito por el esfuerzo individual
Forman parte del paisaje cotidiano en las primeras horas de la ma?ana, cinco d¨ªas a la semana, muchas semanas al a?o¡ ya saben, ni?os y ni?as de edad variable que caminan charlando en grupitos arrastrando sus mochilas rodantes, otros, los m¨¢s peque?os, acompa?ados de alg¨²n adulto, o quiz¨¢s en otros casos, la mirada perdida desde la ventanilla de un autob¨²s¡ todos camino de esos lugares que llamamos escuelas.
Y lo cierto es que a veces pudiera parecer que, una vez ya no queda nadie en el patio de la entrada al edificio escolar, se han cerrado sus puertas y alumnos y maestros se han distribuido en sus aulas, las diferencias entre aquello que sucede en el interior de diferentes escuelas, en diferentes lugares o entre escuelas de diferente titularidad (p¨²blicas, concertadas, privadas, religiosas, cooperativas¡) no son extremas. En efecto, se podr¨ªa quiz¨¢s pensar que, al fin y a la postre, un grupo de, por ejemplo, veintiocho o treinta ni?os y ni?as de siete a?os resolviendo en sus respectivos pupitres algunas operaciones matem¨¢ticas o tratando de utilizar correctamente el lenguaje en una redacci¨®n, leyendo un texto con claridad o construyendo sus primeras frases en ingl¨¦s, genera los mismos o similares problemas pedag¨®gicos en cualquiera de las aulas de nuestras escuelas que acoge a ni?os y ni?as de siete a?os.
Esta perspectiva de que ¡°aprender¡± viene a ser ¡°algo parecido¡± en unas u otras escuelas se nutre de la idea de que cualquier ni?o de siete a?os tiene unas capacidades y potencialidades individuales a la hora de recordar, comprender, analizar, resolver problemas, etc¡ que comparte con todo el colectivo compuesto por ni?os y ni?as ¡°normales¡± de siete a?os. M¨¢s claro: a nivel de ¡°inteligencia¡± todos hemos nacido iguales y evolucionamos de manera similar, no es sino el esfuerzo de cada ni?o, as¨ª como el trabajo bien hecho de maestros y maestras para encauzar dicho esfuerzo, con la participaci¨®n interesada de la familia, que posibilita el ¨¦xito o, en su caso, deriva en el fracaso escolar de cada uno de esos ni?os.
Sin embargo, esa imagen resulta falsa e interesada. La idea de que un alumno alcanza el ¨¦xito educativo a trav¨¦s del ¡°esfuerzo individual¡± es un mito tan incierto como aquel otro de que tambi¨¦n es a trav¨¦s del ¡°esfuerzo individual¡± que uno podr¨¢ alcanzar el ¨¦xito social y econ¨®mico. Tales mitos vienen a ocultar que en una sociedad con grandes desigualdades sociales y econ¨®micas de partida la escuela igualmente tiende a reflejar esas desigualdades, m¨¢s cuando las pol¨ªticas educativas se encuentran al servicio de las llamadas, con may¨²sculas, Necesidades Econ¨®micas (?hay que recordar que desde el comienzo de la crisis a finales del 2009, la distancia entre los ingresos medios de los ciudadanos m¨¢s ricos y aquellos que acceden a menos rentas en Espa?a se ha incrementado nada menos que en un 30%?).
Podemos cerrar cada ma?ana las puertas del colegio, y podemos cerrar las puertas del aula una vez se han distribuido maestros y ni?os¡ pero la realidad, m¨¢s all¨¢ de las matem¨¢ticas, lengua, sociales o ingl¨¦s¡, la realidad como "aquello que sucede fuera de la escuela", la vida al fin y al cabo, tambi¨¦n traspasa cada ma?ana el umbral de las escuelas, y se desliza entre pupitres, carteras y cuadernos porque forma parte de las personas que all¨ª conviven cada d¨ªa, y lo hace bajo la forma de ilusiones y esperanzas vividas en casa, de dificultades percibidas, de anhelos paternos, de fracasos y de victorias, de posibilidades y de limitaciones¡ Y conviene no olvidarlo: aproximadamente 30 ni?os de cada cien se encuentran, en nuestro pa¨ªs, y por tanto en nuestras escuelas, mayoritariamente ubicados en la escuela p¨²blica, bajo el umbral de la pobreza.
Es cierto que ¡°aprender¡± es un proceso similar en cada ni?o y que, como he se?alado anteriormente tiene que ver con recordar, comprender, analizar, resolver problemas, etc¡, pero no es cierto que "ense?ar", es decir, establecer las condiciones id¨®neas, las actividades m¨¢s adecuadas, el momento m¨¢s oportuno, para que tenga lugar el aprendizaje sea un proceso similar en cada aula, en cada escuela. Y es que tratar de que aquella clase de veintiocho o treinta ni?os y ni?as de siete a?os aprenda ingl¨¦s, desarrolle placer por la lectura o escriba una redacci¨®n sin faltas de ortograf¨ªa es m¨¢s complicado, en realidad mucho m¨¢s complicado, cuando esos ni?os y ni?as tienen como referente vital cotidiano un castigado imaginario familiar deprimido y deprimente.
Tambi¨¦n cualquier maestro o maestra sabe que resulta bastante m¨¢s sencillo, profesionalmente hablando, atender y trabajar en un aula con un grupo de treinta ni?os y ni?as presidido por la homogeneidad (en cuanto a procedencia, religi¨®n, nivel econ¨®mico, etc¡) que trabajar en un aula dominada por la diversidad. Y sin embargo nada de eso suele tenerse en cuenta en la distribuci¨®n de los recursos hacia las escuelas o en la definici¨®n y an¨¢lisis sobre el fracaso escolar, es decir, el fracaso que se adjudica a determinados ni?os en determinadas escuelas. A prop¨®sito¡ viene a cuento recordar que en el curso 2011-2012 el porcentaje de ni?os y ni?as con necesidades educativas especiales en educaci¨®n primaria fue del 2,3% en los centros p¨²blicos, del 1,4% en los concertados y del 0,3% en los privados no concertados.
?Qu¨¦ tiene que ver la inteligencia con la pobreza o con la diversidad?... ?es que quiz¨¢s los pobres son menos inteligentes?... ?decididamente quien se aleja de la homogeneidad se esfuerza menos?... Nada de eso. Formulemos el problema de otra manera: ?Qu¨¦ relaci¨®n hay entre aquello que pretendemos que aprendan (que recuerden, que resuelvan, que subrayen, que definan¡) en la escuela y las razones que les ofrecemos para que lo hagan?... ?qui¨¦n se cree a estas alturas que el ¨¦xito escolar es recompensado con el ¨¦xito social y econ¨®mico, siquiera con la promesa de un avance, aunque sea m¨ªnimo, econ¨®mico y social con respecto a los progenitores?... ?es que continuamos creyendo que ¡°como son ni?os¡± son obligatoriamente felices?...
De todas formas hay una forma de eludir los problemas de desigualdad e injusticia enunciados¡ y es reconvertirlos en problemas pedag¨®gicos propios de maestros, alumnos y escuelas. Y qu¨¦ mejor para solucionarlos que una Ley de Calidad¡
Berrnardino Salinas es vicedecano de la Facultad de Magisterio de la Universitat de Val¨¨ncia
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