Prohibido en general
El aviso oficial de pared m¨¢s antiguo en Barcelona quiz¨¢ sea de 1855
Hace unos d¨ªas estuve en Madrid, un viaje de trabajo en el que tuve la ocasi¨®n de establecer alguna de esas comparaciones tan odiosas como inevitables. A primera vista (m¨¢s por desidia que por inter¨¦s), la capital castellana conserva mejor su paisaje hist¨®rico que la capital catalana. El comercio tradicional parece m¨¢s vivo, como lo parecen las viejas tabernas y bares de los barrios populares. Los antiguos anuncios comerciales campan a sus anchas, reutilizados por nuevos negocios. Y a nadie parece incomodarle esa exhibici¨®n de casticismo, que muchas veces es inseparable de la genuina identidad. A un barcelon¨¦s como servidor tanta tasca a?eja, tanta farmacia, despacho de pan o ferreter¨ªa anta?ona no pueden sino tocarle la fibra sensible. No obstante, lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n fue leer por toda la ciudad avisos del estilo: ¡°Prohibido fijar carteles, responsable la empresa anunciadora¡±, una clase de inscripciones que cuando yo era un ni?o tambi¨¦n abundaban en Barcelona.
La referencia m¨¢s antigua a este tipo de reglamentaciones de pared la he encontrado en el peri¨®dico El ?ncora de 1855, donde se comunicaba la colocaci¨®n de un r¨®tulo junto a la capilla del beato Josep Oriol que rezaba: ¡°Se proh¨ªbe ensuciarse y orinar en las paredes de los templos¡±. Erradicar la fea costumbre de defecar y miccionar en la v¨ªa p¨²blica fue un mandato en aumento, que a finales del XIX favoreci¨® la aparici¨®n de rotulados municipales con el texto: ¡°Se proh¨ªbe ensuciarse bajo multa de 10 reales¡±. De aquellas ordenanzas decimon¨®nicas dudo que ninguna se haya conservado, pero quedan algunas de ¨¦poca ligeramente posterior como las dos existentes en el interior de los Porxos de Fontser¨¦ que se asoman al paseo Picasso, con la siguiente advertencia: ¡°Por orden de la autoridad se proh¨ªbe ensuciarse en estos p¨®rticos bajo la multa de 5 pesetas¡±. El mismo af¨¢n sancionador que puede apreciarse en una borrosa inscripci¨®n a la entrada del pasaje de la Banca: ¡°Se proh¨ªbe ensuciarse en este pasaje bajo multa de 3 a 5 Pts¡±. O el que a¨²n puede leerse en la calle de Banys Vells que especifica: ¡°Se proh¨ªbe el orinar, ensuciar y echar escombros en toda esta calle, bajo la multa de 5 pesetas por cada infracci¨®n¡±. Incluso encontramos un ejemplo de esta prosa administrativa en la parroquia de la Pur¨ªsima Concepci¨®n de la calle Arag¨®n, donde hay una placa esmaltada en azul que reza: ¡°Se proh¨ªbe tirar escombros y ensuciarse¡±. Lo cual nos recuerda otra costumbre tan aut¨®ctona o m¨¢s que aliviarse en cualquier esquina, como era el abandono de basuras y trastos al menor descuido. En este punto, hasta bien entrado el siglo XX lugares como el Eixample cobijaron muchos solares vac¨ªos, convertidos en estercoleros improvisados por el vecindario.
En aquellos a?os, el prohibicionario municipal era rico y variado. De los desaparecidos se encontraban avisos como: ¡°Se proh¨ªbe verter aguas¡±, ¡°Se proh¨ªbe vender en la v¨ªa p¨²blica¡±, ¡°Prohibido escupir¡±, ¡°Se proh¨ªbe cantar¡±, ¡°Prohibido blasfemar¡± o ¡°Se proh¨ªbe fijar esquelas¡±. Sin embargo, a¨²n perviven diversos ejemplos de una serie de ordenanzas de la d¨¦cada de 1920 contra los ¡°anuncios fijos de papel¡±. Por ejemplo, en la calle Junta de Comer? quedan dos: ¡°Se proh¨ªbe fijar carteles¡±, uno de color rojo y otro negro, con tipograf¨ªa modernista. En Aribau con Mallorca, en Sant Antoni dels Sombrerers o en la calle Princesa se lee el mismo aviso en letras de distintos tipos. En las calles de Sant Gil, Princesa o Sant Dom¨¨nec del Call el texto es: ¡°No se permite fijar carteles¡±. Ya de ¨¦poca republicana, en la calle Serra pone: ¡°No es permet posar anuncis¡±, y en la calle Picalquers un redactado biling¨¹e nos informa: ¡°Se proh¨ªbe fijar carteles-No es permet fixar cartells¡±. De esta clase los hab¨ªa m¨¢s completos, como el que todav¨ªa se ve en la calle Magallanes esquina con Nou de la Ramba: ¡°Se proh¨ªbe poner anuncios i inscripciones¡±. O la placa azul al lado de la plaza de Sant Pere de les Puelles que advierte: ¡°Prohibido fijar carteles y jugar a la pelota¡±.
Parad¨®jicamente se han conservado mejor estas antiguas ordenanzas que las de mi ni?ez. En 1969 el ayuntamiento prohib¨ªa ¡°la colocaci¨®n de carteles y anuncios en paredes y fincas de las v¨ªas p¨²blicas¡±. La raz¨®n eran las frecuentes quejas ciudadanas por la excesiva proliferaci¨®n de reclamos publicitarios, en una ciudad ya abarrotada de anuncios luminosos y letreros comerciales. En aquellos a?os hizo su aparici¨®n un redactado cl¨¢sico del cual queda un ejemplo en la calle Cabanes: ¡°Prohibido fijar carteles, responsable empresa anunciadora¡±. Curiosamente, la comunicaci¨®n de esta ordenanza en forma de cartel contraven¨ªa el propio esp¨ªritu de la ley. De esa forma, las prohibiciones fueron desapareciendo del paisaje urbano, convirti¨¦ndolas en parte del patrimonio. Con un punto de nostalgia se conserva en pie la bonita tienda Prohibido Fijar Carteles de la calle Assaonadors ¡ªsituada en lo que fue una farmacia datada en 1862¡ª, dedicada precisamente a los carteles y la fotograf¨ªa antigua, que muestra un letrero en el escaparate con la curiosa inscripci¨®n: ¡°Prohibido a las mujeres entrar sin medias, sin mangas y con escote¡±.
Hoy en d¨ªa est¨¢ tan vedado como siempre ensuciarse, lanzar escombros o pegar carteles (tampoco se pueden hacer graffitis, como recordaba la ir¨®nica campa?a que un artista desconocido realiz¨® por las calles del Raval hace un par de a?os pintando el siguiente mensaje: ¡°Se proh¨ªbe fijar graffiti¡±). Pero la ausencia de avisos no ha reducido en modo alguno la capacidad sancionadora del consistorio, como lo demuestra el reciente caso de un parado viudo y con dos hijos peque?os, multado nada menos que en 364 ocasiones por la Guardia Urbana por pegar un anuncio donde se ofrec¨ªa para hacer peque?as mudanzas con su veh¨ªculo. Una impresentable actuaci¨®n administrativa por parte de la polic¨ªa local, por mucho que siga estando prohibido fijar carteles en la pared.
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