Felipe de Espa?a y el detalle belga
En el discurso de sucesi¨®n, Felipe de B¨¦lgica habl¨® en las tres lenguas de su pa¨ªs; ser¨ªa un gesto que el nuevo Rey le imitara
Hace menos de un a?o, la abdicaci¨®n del rey Alberto de B¨¦lgica llev¨® al trono a su hijo Felipe. El 21 de julio de 2013, el nuevo rey de los belgas prest¨® juramento ante las C¨¢maras parlamentarias y pronunci¨® un breve discurso. El pr¨®ximo 19 de junio, otro Felipe suceder¨¢ a su padre en la jefatura del Estado del Reino de Espa?a. El nuevo monarca prestar¨¢ su juramento constitucional ante diputados y senadores y se dirigir¨¢ al pa¨ªs indicando con qu¨¦ disposici¨®n y con qu¨¦ objetivos asume su nueva responsabilidad. En ninguno de los dos casos se habr¨¢ dado un pronunciamiento previo de la ciudadan¨ªa sobre esta forma de sucesi¨®n din¨¢stica en la jefatura del Estado, pese a las demandas m¨¢s o menos extensas de la opini¨®n que rechazan la continuidad de una instituci¨®n de cuestionable l¨®gica democr¨¢tica.
Un detalle formal puede diferenciar las dos ceremonias. En Bruselas, Felipe de B¨¦lgica repiti¨® tres veces el texto de su juramento: en neerland¨¦s, franc¨¦s y alem¨¢n. En su alocuci¨®n utiliz¨® tambi¨¦n los tres idiomas, como jefe de Estado en un sistema pol¨ªtico con tres comunidades ling¨¹¨ªsticas y culturales reconocidas. ?Ser¨¢ rigurosamente monoling¨¹e la ceremonia de Madrid? ?O se inspirar¨¢ el nuevo rey en el ejemplo de su colega belga y har¨¢ que suenen otros acentos ling¨¹¨ªsticos en el hemiciclo de San Jer¨®nimo?
El ritual de Bruselas no fue una pr¨¢ctica excepcional. Los monarcas belgas se esfuerzan por servir de nexo de uni¨®n simb¨®lica entre comunidades que conviven con no pocas dificultades. ?Vale el precedente belga para el caso espa?ol? Para rechazarlo pueden esgrimirse argumentos m¨¢s potentes que la discutible invocaci¨®n a la ¡°lengua com¨²n de todos los espa?oles¡±. Por ejemplo: ¡°No perdamos tiempo en un detalle formal cuando padecemos una profunda crisis de r¨¦gimen¡±. O tambi¨¦n: ¡°No vale la pena. No basta un gesto ceremonial para recomponer una vinculaci¨®n que est¨¢ ya tan gravemente da?ada¡±.
Son argumentos con cierto peso. Pero se me ocurre que la pregunta pertinente para los defensores de la Monarqu¨ªa y del futuro Felipe VI deber¨ªa ser ahora si su discutida legitimidad de origen se ver¨ªa favorecida o perjudicada por este detalle aparentemente formal en su primer acto como Jefe de Estado. ?Contribuir¨ªa en algo a satisfacer la perentoria necesidad que la Monarqu¨ªa tiene de relegitimarse? En sentido contrario, rechazar el ritual belga, ?no reforzar¨ªa los argumentos de una parte de quienes impugnan aquella legitimidad? Si as¨ª fuera, tal vez habr¨ªa motivo para imitar a Felipe de B¨¦lgica.
¡°El rey no gobierna pero reina¡± nos ense?¨® hace a?os Manuel Jim¨¦nez de Parga
?Ser¨ªa el paso decisivo para abordar con ¨¦xito la irresuelta cuesti¨®n nacional que pesa sobre la pol¨ªtica espa?ola? No lo creo. Porque en una Monarqu¨ªa parlamentaria no pueden ni deben recaer sobre el Jefe del Estado tareas propias de las formaciones pol¨ªticas y de otras fuerzas sociales. Mal asunto para la Monarqu¨ªa y para el sistema pol¨ªtico democr¨¢tico si hay que confiar en el Rey para solventar una situaci¨®n de grave crisis: en lo social, en lo institucional, en lo territorial. Me parecen contraproducentes las recomendaciones que se han hecho para una implicaci¨®n activa del Monarca en esta y otras cuestiones de gran calado pol¨ªtico.
Sin embargo, ¡°el rey no gobierna pero reina¡± nos ense?¨® hace a?os Manuel Jim¨¦nez de Parga. Retorciendo la cl¨¢usula tradicional, expresaba que en el escenario democr¨¢tico no le est¨¢ permitido al monarca tomar decisiones porque no ser¨ªa responsable de ellas. Pero s¨ª puede ¡ªy debe a veces¡ª insinuar alg¨²n gesto simb¨®lico que se?ale lo que considera m¨¢s conveniente para el pa¨ªs. Un gesto que no nace de una inspiraci¨®n sobrenatural, sino del contacto abierto que deber¨ªa mantener con la ciudadan¨ªa en toda la diversidad de sus expresiones. Los primeros gestos del nuevo monarca ser¨¢n examinados con particular atenci¨®n. M¨¢s intensamente todav¨ªa en esta etapa de crisis. No creo honestamente que la instituci¨®n mon¨¢rquica sea su punto m¨¢s vulnerable.
Pero est¨¢ claro que tambi¨¦n participa del rechazo de que es objeto toda nuestra arquitectura pol¨ªtica. Y por lo que hace a su modelo territorial, la Monarqu¨ªa ha vinculado su justificaci¨®n hist¨®rica a una r¨ªgida interpretaci¨®n de la unidad nacional, manifest¨¢ndose ajena o muy t¨ªmida en el reconocimiento simb¨®lico de la diversidad cultural y pol¨ªtica de las Espa?as. Desde que el nieto de Luis XIV ¡ª el Rey Sol de los franceses¡ª accedi¨® a la corona espa?ola, la dinast¨ªa borb¨®nica siempre tuvo dificultades para aquel reconocimiento.
Si el 19 de junio Felipe de Espa?a imita a Felipe de B¨¦lgica y se dirige a los ciudadanos en todas las lenguas del Estado, no resolver¨¢ taumat¨²rgicamente un problema que separa a la mayor¨ªa pol¨ªtica espa?ola de las mayor¨ªas pol¨ªticas catalana o vasca. Pero quiz¨¢ evitar¨¢ agravarlo con otra muestra de insensibilidad hacia una diversidad para la que la tan invocada Constituci¨®n de 1978 reclamaba respeto y protecci¨®n como riqueza y patrimonio de car¨¢cter general y no como mera peculiaridad territorial. ?Detalle menor? ?Gesto tard¨ªo? En todo caso, opci¨®n que el protagonista del acto y sus asesores deber¨ªan considerar.
Josep M. Vall¨¨s es profesor em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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