No estamos para lujos
?Cu¨¢ntos espectadores ¡ªincluidos los miembros y asimilados del gobierno¡ª se benefician en el Palau de les Arts del pase gratuito?
Cuentan las cr¨®nicas que el selecto p¨²blico del Palau de les Arts de Valencia despidi¨® al maestro Zubin Mehta con una ovaci¨®n que se prolong¨® m¨¢s de seis minutos y una lluvia de papelitos a modo de confeti con una leyenda que dec¨ªa ¡°Maestro qu¨¦dese¡±. Pero el maestro no pod¨ªa quedarse porque, como es sabido y valgan los topicazos, la Generalitat no solo est¨¢ m¨¢s limpia que una patena, sino que debe tanto como la Alemania de postguerra. Una ruina que impide la conservaci¨®n de la plantilla de dicho coliseo y la programaci¨®n de las pr¨®ximas temporadas al nivel propio de esta excelsa y car¨ªsima batuta. Resulta obvio que no estamos para estos lujos, poco menos que escandalosos en el marco depredado y empobrecido en que ha devenido esta autonom¨ªa.
Por desgracia, este episodio no es ni siquiera una noticia por estos pagos. Se a?ade a la n¨®mina de fracasos y frustraciones que nutren el demolido panorama cultural valenciano. La Ciudad de la Luz, o la del Teatro, la Torre de la M¨²sica, Canal Nou, la F¨®rmula 1, pero tambi¨¦n el IVAM, que boquea por falta de presupuesto, y la misma pol¨ªtica cultural reducida a mera referencia en el organigrama del Consell. No existe ni ha existido tal pol¨ªtica bajo los sucesivos gobiernos del PP, que siempre la confundieron con la pompa, el decorado y el derroche. Lo que importaba era el dividendo propagand¨ªstico y, quiz¨¢, los beneficios econ¨®micos colaterales para constructores, gestores y clientes del partido. La consecuencia coherente con estos criterios es el parque tem¨¢tico de fracasos y desprop¨®sitos culturales que exhibe el pa¨ªs y que se liquidan o privatizan a precio de saldo.
El asunto de la ¨®pera que hoy nos ocupa merece unas l¨ªneas espec¨ªficas. Por lo pronto debemos se?alar a modo de atenuante que solo afecta a una minor¨ªa mel¨®mana, que por supuesto tiene sus derechos, pero es una minor¨ªa muy acotada que a dicho privilegio suma el chollo de pagar precios pol¨ªticos, desproporcionados con el coste real de estos espect¨¢culos. ?Cu¨¢ntos espectadores ¡ªincluidos los miembros y asimilados del gobierno¡ª se benefician del pase gratuito? Adem¨¢s, el Palau de les Arts ha venido siendo un monumento a la opacidad. En torno a su poderosa intendente o directora, Helga Schmidt, prima la confidencialidad y el secretismo que han impedido verificar lo que, sin embargo, es un lugar com¨²n en el universo local de la meloman¨ªa y el personal mejor informado de la casa: nos referimos al derroche en gastos suntuarios, n¨®minas y contrataciones. El inter¨¦s medi¨¢tico o la fiscalizaci¨®n de los partidos de la oposici¨®n apenas ha podido salvar la barrera de silencio que blinda las cuentas de este ente musical.
Se podr¨¢ arg¨¹ir ¡ªy as¨ª hacen a menudo los medios oficiales¡ª que este problema no se hubiese suscitado si la Comunidad Valenciana estuviese justamente financiada y el Palau que nos ocupa recibiese del Estado unas subvenciones equiparables a las que benefician a sus hom¨®logos de Madrid y Barcelona. Pero no es as¨ª, nunca lo ha sido y eso se sab¨ªa cuando el PP se aventur¨® a promoverlo y encomend¨¢rselo a figuras mundiales de la m¨²sica. Ser¨¤ per diners? Ahora, adem¨¢s de no atisbarse el final de la crisis, se reclaman nuevos recortes del gasto p¨²blico para acabarlo de arreglar. Como emergencia quiz¨¢ podr¨ªa funcionar la activaci¨®n de un ¡°movimiento independentista¡± para recabar el auxilio del Gobierno central, como ha sugerido el divino Mehta. Pru¨¦bese, igual damos el pego con un piquete de blaveros.
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