El actor que interpret¨® a un cantante
En un recital voluntarioso, Kevin Costner mostr¨® su cara rockera en Pedralbes
Y se hizo carne, all¨ª, a dos palmos del maquillaje y del polo y americana sport. Bien, primero lo hizo la banda sobre el escenario de los Jardines de Pedralbes, pero ellos, an¨®nimos trabajadores, no contaban. Sonaron cuatro acordes y all¨ª estaba, saludando con cara de forzada sorpresa ante los aplausos de la concurrencia, satisfecha de verle tan cerca. Aspecto de an¨®nimo rockero, con tejanos, camisa oscura y botas vaqueras comenz¨® a cantar las primeras estrofas de Red river y el p¨²blico, todo y que la canci¨®n, como todo el resto del repertorio, es casi desconocida, reaccion¨®, comedidamente, como si se tratase de un ¨¦xito muchas veces tarareado. Es lo que tiene la popularidad, una parte de la estrella puede ser an¨®nima pero la otra ilumina el rinc¨®n m¨¢s oscuro y oculto. Cosas de ser una star de Hollywood.
Pues s¨ª, era Kevin Costner reci¨¦n descendido de la pantalla para cantar en el primer concierto de su corta gira europea, ¨²nico en Espa?a. Una banda de seis m¨²sicos le acompa?aba, uno de ellos violinista para acentuar los tonos campestres del repertorio y los otros cinco para mantener la estructura t¨ªpica de banda de rock. A todo eso tres de ellos hac¨ªan refuerzo de voces, algo bastante necesario considerando las limitadas condiciones vocales de Kevin, a quien la naturaleza no ha dotado de una voz competente. Tampoco es mala en el sentido estricto, todo sea dicho, y adem¨¢s ya se sabe que desde el punk no hace falta saber cantar, ni tan siquiera tocar, para triunfar en esto del rock.
Y all¨ª, plantado como un cactus en medio del desierto de Sonora, Kevin comenz¨® a lidiar con su repertorio, mayormente escorado hacia el rock con detalles country. Ashes turn to storm y 90 miles an hour fueron los primeros temas, tras los cuales con Turn it on, un tema apreciable que se puede tararear casi sin sab¨¦rselo, subi¨® el calor de la noche, a todo esto asaeteada por una brisa nada c¨¢lida. Las damas mov¨ªan sus manos respondiendo a los saludos que Kevin les dedicaba desde escena, atento caballero. La primera balada, Down in Nogales, evidenci¨® que la estrella tiene un rinconcito tierno, que luego se volvi¨® baboso con otra balada, esta letal, Never losing you, cantada para m¨¢s desatino sin intenci¨®n alguna, como si estuviese representando un papel de baladista pel¨ªn af¨®nico que no repara en la limitaci¨®n de su garganta.
Porque al fin y a la postre, y en lo que parece un sinsentido, lo m¨¢s fr¨¢gil en Kevin es que no sabe interpretar las canciones que canta. Las canta, pero no las hace suyas, pasando por sus estrofas tal y como lo har¨ªa un mal actor al que solicitan haga de cantante. No es que como actor sea un lince, pero es que como int¨¦rprete musical pareci¨® a¨²n m¨¢s limitado. En su haber hay que considerar las ganas que ten¨ªa de explicarse, pero incluso eso se volvi¨® en su contra, ya que no todas las canciones precisan una prolija presentaci¨®n, en especial si se usa para decir que Estados Unidos es un pa¨ªs muy joven o que su padre le dijo que c¨®mo se iba a ganar la vida queriendo ser actor.
De esta manera pas¨® la noche de Kevin en Barcelona, "una ciudad legendaria en el mundo moderno", sentenci¨® categ¨®rico. Diecisiete temas dieron forma a un concierto iluminado por Hollywood en el que hubo estilo, sonido decoroso, cierto nervio, ganas de gustar y pocas canciones recordables. El p¨²blico no se volvi¨® loco, se levant¨® de sus asientos solo en la ¨²ltima canci¨®n antes de los bises, pero a cambio pudo aplaudir como no puede hacerlo en el cine. Como despedida, una versi¨®n de Mr Tambourine men fij¨® las bases de la m¨²sica de un actor que no sabe interpretar como cantante.
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